El escritor, colaborador habitual en Woman Essentia, habla de su faceta plástica
El 6 de mayo se inauguró una exposición de la obra plástica de Miguel Aranguren en Madrid, cuya duración ha tenido que ampliarse debido al éxito de la misma. Han pasado casi veinte años desde la última vez que mostró sus obras en público. Durante este tiempo, no dejado de pintar y esculpir, como otra forma de narrar historias, esta vez sin palabras.
Miguel Aranguren no recuerda cuándo empezó a pintar, del mismo modo que no recuerda cuándo empezó a escribir. Tal vez ambas cosas llegaron a la vez, desde el día en el que –siendo un niño- alguien le ofreció un lapicero.
El dibujo de las palabras (que por entonces desconocía) debió de ser, al comienzo, una suma de borrones, <<borrones plagados de faltas de ortografía>>, reconoce. En todo caso, sus primeras experiencias mezclaron ambas artes, sin duda influenciadas por los volúmenes de Tintín, gastados de tanto pasar sus páginas. Por ese motivo, en el colegio se hicieron célebres sus tebeos, que Aranguren fotocopiaba e, incluso, llegó a vender (<<a veinticinco pesetas el ejemplar grapado>>).
Pero la pintura y la talla son palabras mayores, por más que el hilo argumental comenzara en aquella infancia. <<Fue a los dieciséis años cuando me regalaron una caja para llevar óleos y tablillas. Me acompañó a Inglaterra durante un verano. Allí empezó todo…>>. Casi al mismo tiempo que arrancaba su carrera literaria, pues con diecinueve años recién cumplidos publicó “Desde un tren africano”, la primera de sus once novelas.
Aranguren se expresa con el dibujo, la acuarela, el acrílico y la talla. Aunque son técnicas distintas, y en cada uno de los soportes el artista vuelca modos diferentes de afrontar cada tema, no es difícil percibir que sus obras son un guiño a cierta melancolía ante la vida que pasa, a los paisajes que forman su experiencia a través de sus viajes, a una naturaleza que explora para representarla con el trazo, la composición y el colorido de un paraíso perdido. También las esculturas están teñidas de esa nostalgia que sólo percibe quien se detiene ante ellas con el propósito de escudriñarlas en busca de una historia.
<<Poca gente conoce el proceso de la talla>>, se sincera Miguel Aranguren. <<No consiste únicamente en sacar una figura de un trozo de madera y darle una expresión reconocible, sino en dialogar con un material que está vivo, que te regala mientras lo trabajas, el oleaje de sus vetas, la sorpresa de sus nudos, la fragilidad quebradiza de un corte en falso y, como no, el aroma de cada especie de árbol>>.
<<Aprovecho mis viajes para tomar apuntes de aquellos lugares que me dicen algo, aquellos en donde encuentro que se podría narrar una historia con la base de un dibujo a lápiz que, después, se enriquece y transforma mediante los pigmentos de la acuarela. De este modo, al repasar las doce o trece que he escogido para esta exposición en Madrid, me doy cuenta de que recorren el diario de mis últimos años, en los que he tenido la ocasión de sentarme a pintar en Irlanda, Gran Bretaña, Menorca, Cantabria, Asturias…>>.
<<Hay tallas que tienen el peso de una vivencia íntima. Es el caso de “Jeremiah”, un niño que conocí en Kenia durante unos minutos. Llegó recostado en la espalda de su hermana, una niña de seis o siete años al que su madre había puesto al cargo del bebé, y que entró con curiosidad en una iglesia en la que yo estaba pintando unos frescos. Jeremiah estaba enfermo: le costaba respirar. Por eso, meses después, durante las semanas de trabajo con la madera he podido dialogar con él desde la distancia, decirle todo aquello que la barrera del idioma me impidió revelarle y que él me revelara a mí. Jeremiah es una fuente de inspiración, una razón para trabajar con el corazón puesto en todos esos príncipes diminutos que no tienen nada.
<<“La mulata” nació en Brasilia, en la trasera de una casa de una favela. Descubrí a una muchacha de tez bronceada que había salido al patio con una cotorra. La vi silbarle, paseársela de dedo en dedo de la mano. Se me quedó grabada la imagen, que después he tratado de reproducir en dos acuarelas y en una talla, con una madera tropical que me habla de esos países donde la Naturaleza lo ocupa todo>>.
<<El formato de mis acrílicos me permite pintar de un modo distinto que con la acuarela. El trazo es largo, la mancha rápida, el colorido exuberante. Quiero que se llenen de luz, de color, que las formas animen el alma del espectador para dar gracias por este mundo tan hermoso que Dios nos ha regalado. En estos pájaros, de algún modo, está también reflejada la inocencia de lugares que son y no son, como en los sueños, como en los juegos de un niño. Sé que quien se detiene a verlos recibe un golpe de calor, de optimismo. Las aves traen la belleza y el misterio de su vuelo, incluso hay algunas que llegan y se van al compás de las estaciones, recordándonos que el reloj biológico nada tiene que ver con la urgencia artificial con la que vivimos en Occidente, ahogados en preocupaciones sin demasiada entidad>>.
Hasta el día 1 de junio estará la exposición abierta al público, confiamos en que la próxima no se haga esperar…
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