Parece que el interés de la mujer en desempeñar ciertos cargos es sólo una aspiración actual, sin embargo son muchas las trabas que han soportado muchas mujeres a lo largo de la historia. Ellas tuvieron que luchar para poder desarrollar las inquietudes que tenían y algunas, gracias a sus talentos, tuvieron que afrontar grandes retos.
Laura María Catharina Bassi, filósofa, profesora y científica italiana nació en 1711. Hay dos hombres en su vida que son tan importantes como promotores de sus inquietudes y que la acompañaron en sus logros, si bien la determinación y cualidades eran suyas.
Parece determinante la actitud de su padre, abogado de origen no noble, en querer que su hija estudiara y potenciar así las cualidades que ya destacaban en Laura desde muy niña. Así, a partir de los cinco años empezó a recibir formación en casa, como no podía ser de otra forma en esa época, por su primo el padre Lorenzo Stegani, y a partir de los trece continuó recibiendo formación bajo la tutela del médico de la familia, ampliando así el latín, francés y matemáticas, con la filosofía, metafísica, lógica e historia natural. Posteriormente, su marido se convirtió en su más fiel aliado ya que compartían la misma vocación, y gracias a él, que tenía que dar incluso los permisos para impartir conferencias, Laura pudo cumplir sus proyectos, incluso siendo madre de 12 hijos.
La fama de las capacidades intelectuales de la niña Bassi llegó a la intelectualidad de Bolonia, siendo visitada por los catedráticos en su casa.
Sin haber cumplido todavía los veintiún años, en 1732, tienen lugar una serie de acontecimientos.
- El 20 de marzo fue nombrada miembro de la Academia de Ciencias de Bolonia.
- El 17 de abril, animada por su familia y amigos, participa en un debate público sobre filosofía enfrentándose a cinco notables académicos de Bolonia. Debido a la gran expectación que despertó el evento, éste se celebró en el Palacio de los Senadores de Bolonia y en él Bassi demostró ser una polemista eficaz, impresionando al público asistente, entre los que estaban personajes de peso como el legado papal, el cardenal Grimaldi y el cardenal Próspero Lambertini –que más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XIV– quien la animó a continuar sus estudios y se convirtió a partir de ese momento en su mentor, proporcionándole el apoyo necesario a lo largo de su carrera.
- Debido a sus capacidades intelectuales, la Universidad de Bolonia le concedió un doctorado honorario, además de recibir una corona de laurel de plata en un acto público en el que dio un discurso en latín.
- En junio se sometió a un examen público con el objeto de conseguir una plaza de profesora en la Universidad de Bolonia, convirtiéndose así en la primera mujer en ser profesora de física en una universidad. Dando en Octubre, su primera conferencia en la universidad.
Con la intención de conmemorar todos estos eventos, el Senado de Bolonia creó una medalla en su honor, en la que ella aparecía en una cara y Minerva –la diosa de la sabiduría– en la otra, junto con la inscripción «Soli cui fas vidisse Minervam».
A pesar de todos sus logros tuvo que enfrentarse a sus colegas, que no querían que Laura fuera un precedente que animara a otras mujeres a a tener aspiraciones profesionales. A partir de su boda con el médico y físico Giuseppe Veratti, cambió esta situación, y su matrimonio le facilitó la carrera profesional, ya que desde entonces fue su marido, en vez del Senado, el que debía concederle los permisos necesarios para impartir conferencias públicas y desarrollar lo que su profesión conllevaba. Ambos compartieron la curiosidad intelectual y el trabajo profesional.
«He elegido a una persona que camina por mi misma senda de aprendizaje y por su larga experiencia estoy segura que no me disuadirá de ella».
El Papa Benedicto XIV creó una nueva sección en el Instituto de Ciencias, la Benedettini, con el objetivo de estimular nuevas investigaciones científicas en Bolonia, siguiendo el modelo de la Academia de Ciencias de París. Fueron aceptados veinticuatro académicos, con una recompensa económica a condición de que presentasen al menos un trabajo anual sobre nuevos hitos científicos. Aunque Bassi no estaba entre los veinticuatro nombrados inicialmente solicitó ser incluida en este selecto grupo. Y finalmente el Papa creó una nueva plaza, la vigésimo quinta, para que fuese ocupada por Bassi.
A pesar de ser ya una mujer casada, en 1749 –de nuevo para paliar las dificultades que tenía en el desempeño de su profesión– inauguró junto a su marido un laboratorio y una escuela privada de física experimental en su domicilio, que pronto se hizo famosa en toda Europa, y acogió tanto a personas de ciencia de renombre como a estudiantes con interés sobre todo en la física newtoniana, que era todavía una novedad no contemplada en los cursos de la universidad. Sus potentes conocimientos de física y matemáticas, junto con su formación pionera en las teorías de Newton que contrastaba con los enfoques tradicionales de sus colegas, hicieron de Bassi una figura clave en la difusión de la ciencia newtoniana en Italia. La fama que adquirió con su docencia privada le valió también un aumento de sueldo, que ella reclamó, en la universidad.
Cuando Balbi murió -el marido de Bassi era asistente de Balbi- dejó una vacante en la Cátedra de Física Experimental del Instituto de Ciencia, ligado a la Academia de Ciencia. Cuando todo parecía que él sería la opción más obvia, Bassi presentó su candidatura y la consiguió gracias a sus habilidades en matemáticas, con su marido como asistente, llegó a ser nombrada además Presidenta del Instituto.
Cuando Bassi murió dos años más tarde, en 1778, su marido asumió el cargo y posteriormente fue sucedido por su hijo Paolo que mantuvo el cargo hasta 1796.
Fue una mujer polifacética, siendo recordada además por sus fuertes convicciones religiosas, su dedicación a los menos afortunados, y su poesía –de la que ella nunca pasó de considerarse una aficionada–, pero por encima de todo fue recordada por su legado científico.
Publicó más de una treinta trabajos, de entre ellos una buena parte fueron sobre física newtoniana y cartesiana, siendo de las primeras personas que explicó física newtoniana en Italia. Algunas de sus disertaciones en latín fueron publicadas en los “Comentarios del Instituto de Bolonia” y muchas de sus conferencias se han conservado manuscritas. Sus logros inspiraron poemas e incluso un cráter de Venus fue bautizado Bassi en su honor.
A pesar de que fue una de las figuras más relevantes de la intelectualidad de la floreciente Bolonia del XVIII, sus contribuciones han sido totalmente ignoradas y no sólo no aparecen referencias suyas en las historias oficiales de la ciencia, sino que algunos historiadores afirman que sólo dio lecciones privadas en su casa, pese a estar documentada su docencia en la Universidad de Bolonia durante más de cuarenta años.
Una de esas injustas historias relegadas al olvido pero que no significa que no hayan ocurrido, adelantándose en disciplinas que nunca habían correspondido a la mujer.
Destacó como mujer, siendo madre de 12 hijos y sus logros demuestran que estaba a la altura de los profesionales de su época. Fue, por tanto, una pionera en la conciliación de la vida familiar y profesional, en lo que tuvo sin duda un lugar importante su marido.
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