Hablando con José Maria Martín Guirado, ex-Director General de medios de VOCENTO
Aunque los personajes del relato son ficticios, las palabras de José María Martín Guirado, dueño de La Pinta Moda (www.lapintamoda.es), responden a una conversación real.
«Mi trabajo es como otro cualquiera: duermo poco, ando mucho, y lo que veo no me gusta». Germán Areta (Alfredo Landa), detective privado.
El Crack (Jose Luis Garci 1981)
Al día siguiente me llamó mi padre.
– Oye Ramón. Vente mañana por la tarde conmigo al Gran Plaza 2. Quiero que me acompañes. Voy a ir a La Pinta Moda y quiero que hables con José María, el dueño.
– Hombre papá. Tampoco es que tenga mucho que hacer, pero ir a ver cómo te pruebas camisas y hablar con el tío que las vende, tampoco es que me parezca el plan del siglo.
– Visto así no. Ahora, si te digo que el tío que vende las camisas es José María Martín Guirado, ingeniero como tú y exdirector general de audiovisuales de Vocento, que después de salir del mundo ejecutivo ha sido capaz de reinventarse y crear su propio negocio de tiendas de moda, a lo mejor el planazo te parece más interesante.
Me quedé callado sin saber que decir.
– Bueno, ya que no dices nada, interpreto que sí vendrás. Nos vemos a las cuatro en la tienda, que a esa hora no suele haber mucha gente y podremos hablar. Venga, hasta mañana.
Llegué a la hora que habíamos quedado y me encontré a mi padre hablando con el dueño.
– Hola hijo. Mira José María, este es mi hijo Ramón, el que te he comentado que salió de su empresa cuando trasladaron a China la fábrica dónde trabajaba.
– Encantado – dijimos al unísono mientras nos estrechábamos las manos.
– Ya sé que lo que te voy a pedir es un poco «atraco a mano armada», pero me gustaría que le contaras tu experiencia sobre cómo saliste de Vocento y todo lo que ha ocurrido para que ahora estés en un proyecto como éste. –prosiguió mi padre
José María sonrió, me miró y empezó a contarnos su historia: He estado en banca, consultoría, medios de comunicación… Aunque esté feo decirlo, me ha ido bien. Me ha ido muy bien. En un momento de la vida tomé una decisión, muy muy meditada. La analicé durante tiempo, fundamentalmente con mi mujer. Fue muy importante, porqué fue un cambio radical.
– ¿Te refieres a tu salida de Vocento?. – pregunté
– Sí, sí. La salida de Vocento, como siempre digo yo, es algo que o manejo o hubiera ocurrido igual, porque la crisis en los medios de comunicación era evidente. Tomé la decisión de manejar yo la salida, que fue un gran acierto. Cuando lo manejas tú, puedes hacer las cosas mejor que cuando te ocurre de sopetón.
– Hombre José María, contado así, parece muy fácil, pero ¿cómo se pasa de estar en un ambiente en el que te codeas con el Rey y con ministros a una tienda de moda? No parece algo fácil de digerir. – añadió mi padre
– Como te decía, lo medité mucho con mi mujer. Desde tres puntos de vista: empresarial, social y personal. Empresarialmente, Vocento era una empresa magnífica hasta que salió a bolsa. En esa época trabajábamos con Guillermo Luca de Tena, nieto del fundador de ABC, a quien llamábamos patrón. Siempre decía que hay que ganar dinero para poder ser independiente, pero no la última peseta. Esa filosofía se mantuvo hasta salida a bolsa.
– No es la primera empresa que cambia completamente al salir a bolsa. – comenté
– Pasamos de llamarnos por el nombre a ser números». – prosiguió José María – «Empecé a ver cosas que no me gustaban. Barbaridades. Llámame romántico, pero estaba cansado de despedir gente, no dormir, ver lo mismo en otros grupos… como decía Alfredo Landa en “El crack”, la película de Garci, “Duermo poco, ando mucho y lo que veo no me gusta”, con lo cual, yo quería hacer otras cosas.
– Lo entiendo. – asintió mi padre
– Luego la parte social. Te juro que lo pensé. La gente lo pasaba mal. Tenían que sacar a sus hijos de los colegios, vender sus casas, algunos con depresiones, irse al extranjero… quería hacer algo para ayudar. Tengo amigos que han sufrido muchísimo. Cuando alguien te tiene que pedir dinero… ¡ostras! Es muy jodido. Le das lo que puedes. Y a fondo perdido, porque sabes que al final perderás el dinero y el amigo. Pero cuando un tío tiene que decirte “Oye, necesito dinero para dar de comer a mi familia.” ¡Coño! No sé si te ha ocurrido, pero ¡se te ponen los pelos de punta! Pensé, ¡joder, yo no quiero dejar esto a mis hijos! Esto hay que cambiarlo. Hombre, no puedes renunciar al mundo, pero tengo que aportar mi granito de arena. Hay quien lo hace yendo al sector público para ayudar a la gente. Eso otra manera, pero lo esencial es que yo sentía esa necesidad de hacer algo.
Nos quedamos los tres callados. Todos conocíamos casos muy dramáticos de personal que lo habían pasado muy mal con la crisis.
– Y después, el entorno personal, que fue primero mi edad y después que yo no soy digital, aunque me he adaptado bien. El mundo que viene es digital. Además, las grandes empresas no van a crear empleo, porque es imposible. Mira lo que acaba de decir el presidente del BBVA, “O apostamos por lo digital, o cerramos dentro de cuatro años.” Ya sé que es provocación, pero va por ahí el asunto.
– Tengo varios amigos que trabajan en banca y están temblando con los planes que hay de cerrar oficinas, así que es muy real y muy presente. – añadí
José María asintió con la cabeza y prosiguió.
– Bueno, pensé, yo no me adapto igual que un joven que ya ha nacido digital, pero además ¿puedo decir que visto y disfrutado de mi familia? Sí, pero recuerdo un día que mi mujer me puso a mis hijos en la puerta y dijo “Hijos, éste es vuestro padre”. Es sólo una anécdota, pero ¡joder con el mensaje de las madres!.
– Duro, duro. – dijo mi padre sonriendo
– Sí, pero fíjate que eso le ha pasado a mucha gente.
Me quedé pensativo. Estos últimos meses había reflexionado mucho sobre sí de verdad había merecido la pena ver tan poco a mi familia por desarrollar mi carrera profesional.
– Después, los últimos años, cuando ya estábamos muy tensos y echando gente, me dieron unas subidas de tensión, que el médico me dijo “Mira José María: o te cuidas o te vas al otro barrio”. Hombre, ya veis que no soy una estatua griega, así que… – dijo José María señalándose la barriga.
Los tres nos reímos con esa comparación. Después de un breve silencio, seguimos escuchando atentamente.
– Si sumas todo eso, hay que cambiar. Es verdad que, aunque esté feo decirlo, tienes que tener un poco cubierto el riñón, porque no eres tú solo. Eres tú, tu mujer, tus hijos… y si tienes un poco cubierto el riñón, es más fácil tomar esa decisión. Conozco gente que le hubiera gustado cambiar, pero sin eso, no es que no quieras, no puedes.
– Sí. Te puedes dar un batacazo…
– Claro. Así que en un momento dado, decidí hacer las últimas operaciones en el mundo audiovisual y que me iba. Me trataron fantásticamente bien desde el punto de vista económico y desde el personal. Con cena y reloj incluso. Ahí sí que es verdad que el ego te dice “Pues no he sido tan cabrón, o al menos, me reconocen lo que he hecho”.
– A todos nos gusta el reconocimiento. – añadí
– Decidí que quería hacer otras cosas, pero que todo lo que hiciera, tenía que ser cumpliendo no repetir lo que me había hecho irme. No quería grandes empresas, así que aunque me ofrecieron entrar en PRISA y en otros grupos lo rechacé. No quería volver a los mismos sitios.
José María atendió a un hombre que entró a preguntar el precio de una americana. Mientras, mi padre aprovechó para hacerme una mueca que parecía querer decirme “¿Ves como merecía la pena venir?”
– Como os decía, no quería volver al mismo sector ni al mismo tipo de empresa. Hablando con mi mujer y con algún miembro de mi equipo que también se quiso venir conmigo, vimos que a todos nos gustaba el mundo de la moda. ¿Por qué? Pues porque significaba tratar con proveedores, procesos logísticos y en general cosas que conocía bien y que estaban relacionadas con mis habilidades. Ahora bien, no sabíamos nada de éste mercado. Pero todo es ponerse y aprender. ¡Y ahí estamos! Puedo decir con orgullo que vamos a inaugurar otra tienda en Arturo Soria. Seguimos en camino y sobre todo, disfrutando de lo que hago.
Nos quedamos mirándole y debo reconocer que me provocaba una gran admiración ver cómo había sido capaz de abandonar un puesto envidiable dentro mundo corporativo para volver a tener éxito en un campo totalmente distinto.
– ¿Sabes José María? – dijo mi padre – Siempre me ha sorprendido que un tío como tú, pase de estar en un puesto de primer nivel en un medio de comunicación, con todo lo que eso significa, desde comidas con famosos y con el Rey hasta el tremendo poder de influencia, a estar aquí cogiendo el bajo a los pantalones que la gente se prueba.
– Me gusta el trato personal. Me lo paso bien. Para mí un cliente es un amigo. Además también hay que aprender y la única forma es estando allí. Hay que estar. Si no, no entiendes el negocio. Me obligo a estar al menos un día por semana en tienda. Como hacían Isidoro Álvarez y Ramón Areces, que siempre se pasaban por El Corte Inglés y decían que era la única forma de comprender las preocupaciones de la gente del negocio.
– ¡Ostras! – exclamé – Pero hace falta mucha humildad para hacer eso.
– Mira Ramón, es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Por las mañanas desayuno con mi mujer, como prácticamente todos los días en casa y por las tardes doy una vuelta con mi hijo. En definitiva, soy mucho más feliz. ¿He renunciado a cosas? Claro que sí. ¿Económicamente? Por supuesto, pero eso es lo más fácil. ¿Se renuncia al glamour? Eso es lo más complicado.
–Debe serlo…– afirmé – ¿Cómo lo asumes anímicamente?
– Pues fíjate, no es que haya hecho un esfuerzo, es que simplemente ha desaparecido. Mis amigos siguen siendo mis amigos, pero ese glamour o quizá ego de estar en la cresta de la ola, la verdad es que lo echas de menos. Lo que pasa es que lo compensas cuando estás en casa comiendo y después, entre tú y yo, pues ¡me echo una siestecita!
Los tres sonreímos y a la vez creo que me daba cuenta de que tal vez mis valores, muchas veces centrados en una exitosa carrera profesional que me diera gran reconocimiento, tal vez, no eran los más compatibles con ser feliz.
– Antes, me iba de vacaciones cuando podía. Ahora me voy a Londres de compras o a Chinchón a comer cuando quiero. Y sin móvil, ni nadie a quien dar explicaciones. Lo que sí creo, es que el tema económico es importante para que lo de irte de vacaciones o a cenar con tus amigos, no cambie radicalmente. Si hubiera sufrido eso, no sé que hubiera hecho, porque es muy duro.
– O sea, que sólo has prescindido del glamour. – dijo mi padre
– Sí. Es un balance dónde lo cambias por satisfacción personal, por felicidad. Ya no me ha vuelto a subir la tensión nunca. Antes estaba comiendo, empezaba a sangrar por las narices y tenía que irme a urgencias. ¿La relación con mi mujer? Ahora recuerdo cuando antes discutíamos y pienso “Vaya mala leche traía yo a casa.”
– Vamos, que tu mujer es una bendita por haberte aguantado tanto.
– Hombre, una bendita no, pero ja, ja, ja… cuando pones todo esto en la balanza, al final piensas, “Me compensa.”
Entraron más personas y José María tuvo que dejarnos para atenderlas. Nos despedimos después de que mi padre comprara un par de camisas y aprovechamos para sentarnos a tomar un café y comentar lo que habíamos escuchado.
– ¿Ha merecido la pena venir o no? – preguntó mi padre
– Puf, desde luego. Me ha impresionado la forma en que este tío ha sido capaz de cambiar su vida. De ejecutivo de medios de comunicación a llevar unas tiendas de moda.
– Mira Ramón, lo más importante no es eso. Es mucho más profundo. José María ha cambiado sus valores. Ese glamour, que era tan importante para él, he dejado paso a una vida mucho más relajada que le permite pasar más tiempo con su familia y en definitiva ser más feliz.
– Ya, ya. Pero acuérdate que también decía que tienes que tener el riñón cubierto. Y eso en mi caso no es tan evidente.
– Sí, y recuerda también los problemas de salud que nos ha comentado que tenía. Tú, gracias a Dios estás sano. Cada uno tiene unos condicionantes. Lo esencial es que tengas claro qué es lo realmente importante para ti. Si lo que te sigue moviendo es buscar el reconocimiento por tener una carrera profesional de éxito, ya sabes a qué te conduce.
– O sea, que volvemos a lo que me dijiste el primer día de que no iba a ser capaz de solucionar nada si no me planteaba las preguntas adecuadas.
Mi padre asintió mientras sonreía. Ciertamente, el que me vieran como una persona de éxito en el mundo corporativo, en definitiva, ese glamour del que nos había hablado José María, seguía pesando en mi forma de ver las cosas. Ahora empezaba a comprender que no era un valor que me fuera ayudar a ser más feliz, pero por otro lado, creo que estaba anclado en mi interior con mucha más fuerza de lo que creía al principio.
Gracias José María por darme la oportunidad de conocer y poder transmitir tu experiencia. Y por supuesto, enhorabuena por tu magnífica iniciativa empresarial: una tienda en el Gran Plaza 2, otra en el Arturo Soria Plaza, perspectivas de una tercera y con un exitoso negocio on-line. Eso no pasa por casualidad.
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