La felicidad es la eterna búsqueda del ser humano y una asignatura pendiente tantos días de nuestra vida, de ahí tantas citas y mensajitos que recibimos a diario dándonos ánimo para el día o la semana, y que se han incrementado con el uso del WhatsApp. Pero estos días navideños, estos mensajes desenado la felicidad se multiplican.
Pero esto no basta, aunque sea más fácil de lo que parece.
Eduardo Punset en “Aprendiendo de los mejores”, escribía “la felicidad es la ausencia de miedo” relacionando directamente la felicidad con el control, y afirmando que “estamos descubriendo ahora que no es tanto el dinero, el disponer de poder adquisitivo, como el tener sentimiento de control sobre nuestras vidas”. Y Menos mal que ya se está descubriendo…
La diferencia entre una persona valiente y una cobarde no es el miedo, sino la forma en que cada uno lo afronta. Mientras que el primero lo mira de frente, el segundo baja la cabeza. De nuestra mirada, de nuestra actitud y de nuestro corazón, es de lo que depende principalmente ser feliz.
Son numerosos los autores que nos animan a tener esta actitud positiva, Daniel Goleman, autor de “Inteligencia Emocional” no dice que “el optimismo y la esperanza impiden caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a las adversidades”, definiendo ”el positivismo como la combinación entre talento razonable y la capacidad de perseverar ante el fracaso, lo que conduce al éxito”. Churchill nos hablaba del éxito como la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder entusiasmo. Ambas frases no nos aseguran el éxito material en ningún momento, son realistas, pero si nos ayudan a gestionar otro tipo de éxito, nuestra actitud, y en definitiva, nuestra felicidad.
A veces nos encontramos con personas de las que puede decirse que son “felices”. Me viene a la mente un sacerdote que viene por Marbella y que este año cumplió 90. Hay jóvenes viejos… pero este es un viejo (con todo mi cariño) joven. No tiene nada material, quizás lo necesario para poder escribir sus libros, o viajar de un lado a otro para ir regalando sonrisas y palabras. Es una alegría acercarse a él y poder recibir sólo un cachito de esa felicidad, corroborando lo que ya nos decía Sócrates cuando hablaba de que “hacer el bien nos hace felices”. Y esto no sólo era una idea. Son muchos los estudios científicos que nos llevan a la misma conclusión, como uno que publicó el Journal of Hapiness Studies, que afirmaba que somos más felices cuando compramos algo para los demás; o los estudios de la profesora Emma Seppala de la Universidad de Standford, que vuelven a decirnos que la felicidad está en dar, o del neurocientífico Jordan Garfman, que experimentó como las partes del cerebro que se activan al tener relaciones placenteras son las mismas que las que se activan al practicar altruismo. Además, incluso la consecución del éxito personal o profesional o la felicidad depende en un 80% de nuestras emociones positivas, según un estudio de la Universidad de Yale (EEUU).
«Hacer el bien nos hace felices». Sócrates
Ponernos manos a la obra y mejorar esa predisposición o negatividad, en el caso en que la haya, es una asignatura pendiente. Trabajar para ver el lado bueno de las cosas, no sólo leerlas y comentarlas, debería ser un hábito a incorporar a nuestra rutina. Hay que pasar a la acción, viendo el futuro como una oportunidad, pero con los pies en el presente, no olvidemos que la felicidad del castillo de naipes es efímera. Como nos dijo el profesor Richard Davidson a su paso por España, “la base para un cerebro sano es la bondad, y se puede entrenar”. Nos lo vuelve a recordar el profesor Enrique Rojas, cuando nos dice que “la felicidad consiste en estar contento con uno mismo al evaluar la realidad y darse uno cuenta de que está haciendo algo que merece la pena con su propia vida”.
Si ser feliz no depende de lo que logramos, ni de tener una vida exenta de pérdidas o fracasos, pongamos en práctica la bondad para conseguir esa felicidad.
Las fechas que se acercan son un buen momento para poner en práctica sobre todo la bondad, y estar alegres. La Navidad nos da nuevas oportunidades para compartir, regalar a los demás, no por consumir, sino por agradar. Incluso a veces vale más una sonrisa a tiempo, un lo siento, o una ayuda que un regalo. La preparación de las reuniones familiares, el cariño puesto en adornar las casas, poner el árbol y el belén, en agradar con una velada alegre y sobre todo, juntos, en familia.
El pasado domingo fue el tercer domingo de adviento, llamado ”de la alegría”, y nos recuerda el verdadero sentido de la Navidad. Saber que hace algo más de 2.000 años nació quién dio la vida por AMOR para salvarnos, es recordar que existe la esperanza, y con esperanza, todo cobra sentido, y hay felicidad…en Navidad.
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