Robo el título de este artículo a la actriz Assumpta Serna, entrevistada por Woman Essentia hace unos meses. Preguntada la actriz por la cuestión: Feminismo versus machismo, responde tajantemente: “No es cuestión de hombres o mujeres, sino de personas”.[i]
Me adentro un poco en el mundo de las letras y descubro a la escritora Soledad Puértolas, quien se apunta otro tanto en esto del mundo de las personas: “Las relaciones humanas están siempre en todo lo que escribo, a mí en literatura no me ha interesado explorar el contexto de costumbres, sino el conflicto, la profundidad de las relaciones humanas… Las relaciones no pueden ser fáciles, todo es complejo, si no somos fáciles con uno mismo, necesitamos del otro, el otro nos hace definirnos y descubrir cómo somos, subsistimos gracias a la relación con el otro. Sin el otro no podemos ser plenamente.”[ii]
Ese “otro” nos interpela permanentemente, desde la relación humana más superficial a la más íntima. Reconocer el meollo para alcanzar la plenitud personal radica en preguntarse íntimamente por el otro, ¿Qué otro? Nos topamos y asumimos fácilmente a un “otro” amable, sin embargo, nuestra existencia tarde o temprano se mide un “otro” problemático. Más aún cuando ese “otro” de amable pasa a ser problemático. Normalmente viene en forma de enfermedad, cambio vital, o asunción de mayor compromiso, si el otro llama a la puerta, se abre la encrucijada de optar, o por él / ella / situación, o por uno mismo. De eso va la vida.
En el “otro” entran todas las categorías: familiares, profesionales, amistosas, comunitarias, etc.
Introduciéndonos en series de televisión hallamos personajes en tensión permanente. En este caso, descubrimos a hombres más cerca de actitudes propias de mujeres y a mujeres comportándose como hombres, todos policías. Los guionistas juegan con la realidad y la ficción, y a la vez nos acompañan con situaciones de plena actualidad: Soledad, amistad, dolor, impotencia, prepotencia, situaciones límite, ancianidad, familia, desarraigo familiar, etc. No es cuestión de hombres o mujeres, sino de personas.
Descubro unos personajes –todos ellos viscerales–, con un eje común: Excelentes profesionales con una vocación policial que les supera a sí mismos, desastrosos en su vida personal y con un dolor y sufrimiento latente. El otro más íntimo les interpela de forma contundente. Surgen preguntas: ¿Por qué? ¿Ocurre sólo con profesiones tan definidas como la policial o en todas?
Kenneth Branagh interpreta a Wallander, un policía cabal, entregado sin límite a su misión. Diabético, siempre desaseado, sin afeitar, el espejo del cansancio, parece que ignora lo que es dormir en una cama, amigo del alcohol, con una hija que aparece y desaparece, y con un padre, -enfermo de Alzheimer-, que le hará dejar colgados todos los asuntos en cualquier momento debido a los desvaríos y aventuras del padre enfermo, quien aún vive solo. Wallander se ocupa y preocupa por su padre, se percibe a un hijo ejemplar, policía sagaz que siempre pesca al malo y donde él pasa a un último plano, su salud, amistades, todo queda relegado. En cierto modo es un personaje que provoca angustia al espectador, es el reflejo del hombre en permanente sufrimiento y tensión, pero abierto al otro problemático, a su padre.
Brenda Blethyn da vida a la Inspectora Jefe Vera Stanhope. La serie comienza con Vera sujetando las cenizas de su padre y con la mirada perdida al horizonte, no sabe qué hacer con ellas. Se nos descubre así una mujer sin ataduras familiares y sola, muy sola en la vida. Junto a ella, discreto, en un segundo plano está Joe, su fiel e inseparable ayudante. Ambos personajes radicalmente opuestos. Vera es una mujer solitaria, poco o nada femenina, casi ridícula en su apariencia, muy simpática y en desacuerdo con el mundo pero sabia, viste de cualquier modo. Ella es un lince policial, tenaz, sagaz, cabezota y muy intuitiva.
Una mujer disfuncional, torpe en las relaciones humanas, carente de afectos e incapaz de expresar y manifestar la afectividad, ni de trabar amistad con nadie, excepto con Joe. Sin embargo posee un don, Vera es especial con las víctimas, logra una empatía y comprensión ilimitadas hacia el vulnerable, detecta el sufrimiento en una mirada, en una frase, en gestos y sabe escuchar y esperar hasta obtener la información que necesita, y a la vez logra ganarse la confianza de las personas. El contrapunto a la vida sin afectos de Vera lo pone Joe, su ayudante, joven padre de familia, felizmente casado, quien siempre tira de ella para que Vera disfrute de algún momento familiar con los suyos. Pocas veces lo logra. Vera no tiene cargas familiares, de ahí que su entrega a la causa policial sea incondicional. Pero Vera a lo largo de la serie descubrirá un secreto: tiene una hermana. Ahí comenzará su dilema, sin saberlo, otro llama a su puerta y tardará tiempo en decidirse a abrirla.
O-T Fagbenle, es el oficial de policía Danny Kenwood en la serie “The Five”, una compleja historia que reúne a cinco amigos de la infancia para tratar de averiguar si el hermano pequeño de uno de ellos, -desaparecido 20 años atrás-, está vivo o muerto. Danny es el único policía del grupo y en quien recae toda la información del caso y la presión ante sus amigos, él lleva la investigación del caso y no puede desvelar avances. Pero además, Danny, casado y con hijos pequeños, tiene en casa a su padre, enfermo de alguna demencia grave. La mujer de Danny insiste una y otra vez en que el padre debe marcharse a una residencia y el policía, se resiste y le da largas al asunto. Tema que provocará continuas desavenencias y situaciones límite para Danny, algo similar a Wallander. En este caso nos encontramos con un hombre ordenado en todas sus facetas vitales, familiares, amistad y profesionales y sin embargo, tiene un padre del que ocuparse.
Hellen Mirren es la Superintendente Jane Tennison, pionera en el ascenso policial femenino. La serie “Principal sospechoso” narra la vida policial de Jane desde 1973 hasta el último capítulo donde se jubila. Como los anteriores personajes, Jane cuenta con una reputación profesional incuestionable, seria, melancólica en su apariencia y directa en su forma de comunicarse. Resuelve todos los casos. Jane aparece al final de su trayectoria vital como una mujer sola, desquiciada, sin alicientes vitales, víctima del alcoholismo que no reconoce y con visitas frecuentes a su padre, quien está en una residencia y parece ser la única persona en el mundo que la comprende. El padre fallece y en ese momento familiar se descubre el desarraigo de la protagonista de toda su familia, es el más profundo reflejo del solitario en triste soledad. El problema de Jane: No permitir que el otro le interpele.
Vuelvo a echar mano de la escritora y académica Soledad Puértolas: “Nos olvidamos de que somos seres débiles, frágiles y doloridos. El dolor está como ligado, no queremos, y sin embargo cuando vienen todas las enfermedades las apartamos en los hospitales y los apartamos de la vida. Censuramos eso porque no resolvemos el asunto: Que somos perecederos, frágiles y estamos mal hechos de alguna manera, eso no lo queremos mirar porque lo consideramos una debilidad. Es una de mis luchas en el diccionario, la palabra debilidad, la palabra fragilidad, quitarles el signo negativo… Pero, ¿Por qué tanto peyorativo a la debilidad? Y ahí vemos de cómo viene el lenguaje… negamos la evidencia y nos escandalizamos cuando una persona se queja, hemos dado más importancia a la máquina que al engranaje nuestro personal.”
La vida real más que la ficción nos ofrece la oportunidad de reajuste, dar el salto y afrontar al “otro problemático” para volver a verlo como el “otro amable” siempre es posible, pero aceptando la realidad de dolor, de debilidad, y limitación personal, éstas aún sin dejar de latir pueden ser sobrellevadas con el absoluto intangible pero real: el amor.
[i] Woman Essentia. Revista Nº1
[ii] Programa “Entredos” – TRECE TV. Entrevista de Fernando de Haro a Soledad Puértolas
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