A veces la vida te hace tomar decisiones maduras a una edad temprana, como por ejemplo decidir a qué profesión te quieres dedicar el resto de tu vida. ¿De verdad que tiene que ser para el resto de tus días?
Por eso hoy en este post quiero hablaros sobre cómo el coaching salvó mi vida.
Soy licenciada en Administración y Dirección de Empresas, me convertí en una profesional en mi rama, además gozaba de una buena seguridad laboral, como puede ser un salario competente, buen horario y un ambiente laboral envidiable, pero a pesar de todo no era feliz.
Cuando me di cuenta rozaba ya los 40 años. …Y ¡era una locura pensar en dar un cambio a una situación tan estable!
Además tampoco era la persona más segura del mundo como para atreverme a dar un giro de 180 grados.
Pasó el tiempo y ese malestar se convirtió en ansiedad. No sólo se quedó en una ansiedad pasajera, sino que mi cuerpo temblaba cada día al ir a trabajar. Comencé a sufrir taquicardias al mismo tiempo que sentía una apatía generalizada.
Estando en este punto opté por el camino fácil: ir al médico a que me recetase algún medicamento para paliar esos síntomas.
En realidad me negaba a ver lo evidente. Mi cuerpo me estaba hablando a gritos y yo no quería escucharlo porque tenía pánico a gestionar un cambio en mi vida. Ese cambio que intuía era el viaje a mi felicidad… y aún así estaba paralizada. Era un sueño que sólo podían cumplir los valientes.
Estuve así mucho tiempo, el no poder vivir con la libertad que deseas, te hace estar dentro de una jaula a través de la cual miras, tras los barrotes, a las personas que respiran la vida que tú añoras.
El tiempo pasaba y mi ansiedad aumentaba, mi cuerpo seguía hablándome y yo sin escucharle. Pero mi cuerpo dijo basta y todos los síntomas se convirtieron en un grave problema de salud que me hizo estar postrada en cama.
Mi vida cambió por completo, y me vi obligada a dejar mi trabajo.
Ya no podía “elegir” un camino a seguir, sino que me obligó… “por las malas”.
En ese momento ya no tenía elección, tenía 40 años y estaba en una cama con dolores intensos sin apenas poder caminar, salir a la calle o estar con amigos.
Este nuevo cambio, el cual no había elegido, me hizo caer en una profunda depresión, no entendía como había terminado de esa manera, y no podía aceptar mi nueva vida. Cuando me dormía soñaba con ser una persona normal , disfrutando de todo, pero esto se desplomaba cada mañana al despertar.
Hacía tiempo mi hermana me había hablado del coaching y de cómo le había cambiado la vida. Siempre recordaré esa conversación.
Así que si quieres conocer todos los detalles de como el coaching salvó mi vida, sigue leyendo por favor
Fue de esas casualidades que aparecen en la vida, como un faro que ilumina tu camino cuando te encuentras perdido.
Así decidí comenzar a informarme sobre esta nueva disciplina llamada “Coaching” , que cada vez me apasionaba más. Parecía que el puzzle de mi vida empezaba a encajar, sabía que tenía mucho camino por recorrer, a nivel personal y profesional. Empecé a conectar conmigo misma, a escucharme, a quererme, a confiar en mí a pesar de los momentos en los que parecía caer. Pero aprendí a levantarme.
Y poco a poco me fui sanando, pues me ayudó a liberarme de cadenas emocionales y así empecé a salir del pozo de la depresión y a encontrar sentido a mi vida.
Había tomado las riendas de mi vida, y mi salud empezó a mejorar gracias al trabajo interior que estaba realizando.
Llegué a la conclusión que si el coaching me había ayudado a mí, yo podía ayudar a otras personas, darles esa caja de herramientas que les lleve a encontrar la mejor versión de ellas mismas. Porque… ¿no te ha pasado nunca que necesitas una forma distinta de hacer las cosas?. Es fácil encontrarse en una situación en la que no sabe qué camino coger hasta llegar al punto de que se produce un bloqueo que afecta a muchos ámbitos de la vida, que no encaje algo pero no sabes ni siquiera que es.
De toda esta experiencia vivida salí fortalecida, encontré mi “objetivo” en la vida: ayudar a los demás a través del coaching.
Así decidí empezar a formarme otra vez, ahora sí, en una profesión que elijo en una edad madura y que estoy segura que será para toda la vida. Además puedo decir que ahora disfruto de lo que hago, solo tengo que escuchar a mi cuerpo y sentirme plena en mi día a día.
He aprendido que no hay que esperar a que la vida te obligue drásticamente a hacer esos cambios que necesitas, empieza por escucharte y déjate fluir. Lo importante es quererse a uno mismo.
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