Al igual que a los siglos XV al XVII representaron para España el florecer de las artes y las letras, con ese gran siglo de Oro, está claro que el final del siglo XX y todo hace presagiar que el actual siglo XXI va a ser recordado como el siglo de los extremismos y la corrupción.
El siglo de los extremismos y la corrupción: XX y XXI
Desde finales de los ochenta, los que como yo ya hemos pasado la barrera de los cuarenta y cinco, hemos ido viendo como poco a poco la corrupción política ha ido ganando protagonismo en los medios de comunicación, hasta por desgracia, hacerse algo «normal» en nuestro día a día.
Levantarte con la noticia de que alguien ha robado, se apropiado de algo o ha usado su posición que le otorga el poder para beneficiar a unos amiguetes es algo tan común en nuestras cabeceras, portadas y titulares de medios de comunicación, como si habláramos del tiempo o de las tendencias de moda de la temporada. Tanto es así, que hasta el propio Wikipedia, sitio web por excelencia donde se aglutina muchísimo conocimiento tiene dedicada un página para recoger todos los casos de corrupción que han habido desde que los de mi generación comenzaran a tener inquietudes políticas y sociales hasta nuestros días.
Atrás quedó aquella concepción platónica de que el Estado debe estar basado esencialmente en la ética y la condición del hombre como un ser que solo puede vivir en una sociedad organizada. Quizás el ir quitándole tanta importancia a la asignatura de filosofía haya tenido que ver algo en ello, pero lo que está claro es que esa concepción platónica del Estado y del perfil del político ha quedado en algo como ese amor perfecto que muchos se afanan en buscar y nunca llega.
Y así, y como dice el refranero español que es muy sabio: «A río revuelto, ganancia de pescadores», pues a panorama social revuelto victoria para los extremistas e independentistas.
El nacimiento de Podemos
Y así, vimos como Podemos irrumpió con fuerza en el ámbito electoral en marzo de 2014, en busca del voto de la izquierda que desilusionada por un PSOE que no había dado la talla y un comunismo que no había conseguido nada en toda la historia de la democracia, poco a poco, fueron formandose asambleas en todo el país y aunque después en las urnas su efervescencia pareció diluirse, a día de hoy estén haciendo de bisagra en el gobierno de Pedro Sánchez.
El momento de Vox
Ante esto, años más tarde, la respuesta no se haría esperar, y aunque VOX ya existía desde finales de 2013, las circunstancias vividas en el gobierno de Rajoy, las desigualdades sociales ante inmigrantes, y el avance de formaciones de izquierda extremistas y el creciente runrun del separatismo, ha hecho que el partido liderado por Santiago Abascal en 2018 se esté convirtiendo en el refugio del votante más conservador del Pp que está decepcionado tras los casos de corrupción y la gestión de gobierno de Mariano Rajoy.
Pero al igual que ocurriera con el voto de la izquierda, el extremismo da miedo, y mucha gente conservadora o progresista, de ideas más moderadas, aún muestra una posición de reserva y con cierta reticencia a aupar al poder a un líder que realmente no tiene aún un programa sólido de gobierno y que más bien recuerda en algunas ocasiones a los pensamientos más rancios y excluyentes que tanto miedo dieron en la vieja Europa en el segundo cuarto de siglo del siglo XX.
El problema del separatismo en Cataluña, ¿tiene solución?
Si además, a este panorama le unimos esas voces separatistas en Cataluña que como niños malcriados y maleducados quieren independizarse de la madre patria, pero sin renunciar a sus privilegios, muchos de nosotros, nos encontramos ante un panorama nacional inestable, convulso, que parece no tener un rumbo fijado hacia ningún lugar en concreto.
El concepto de normalidad dicen que ha cambiado
Los conceptos de normalidad nos dicen que han cambiado, que tenemos que abrir nuestra mente a nuevos formatos de familia, a nuevos formatos y formas de economía, a nuevas culturas, a nuevas formas de pensar, incluso a nuevas formas de expresarnos con el lenguaje de género, pero con un solo objetivo común, desechar lo que hasta ahora nos ha funcionado bien, lo que de verdad puede ayudarnos a salir adelante, y evitar de ese modo que este siglo XXI, reciba el calificativo más que merecido del siglo de los extremismos y la corrupción.
¿Cuál es entonces la fórmula mágica?
No conozco muy bien cuál será la fórmula mágica para gobernar un país y fortalecer una sociedad, pero si aplico palabras de mi madre, para ser un buen gobernante, hay que ser un buen cabeza de familia, pues administrar y gestionar un país es como administrar una familia pero a lo grande, y eso exige poner normas, establecer rutinas, cuidar de la economía, incluso tomar medidas impopulares cuando el momento lo requiere, pero siempre, dando ejemplo desde los gobernantes, para hacer más fácil el cumplimento de las normas a los demás.
Para ello tan sólo hay que esforzarse, trabajar, tener empatía y ponerte en el lugar del otro, respetar a las personas que tienes a tu alrededor y vivir acorde con tus valores, ¿parece fácil verdad? Pues no debe serlo, porque cada vez estamos más alejados de ese concepto de Estado de Derecho tan promulgado en nuestra Carta Magna, o de esa visión platónica de la sociedad construida por hombres y mujeres que se necesitan y se apoyan día a día, para construir entre todos un futuro mejor que dejar a nuestros hijos e hijas.
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