Pasan los días, y aumenta del número de muertos por el terremoto de Nepal. La cifra ya alcanza los 5.000 y tardaremos en saber cuál será el número definitivo que puede incluso llegar a duplicarse.
Todo se ha derrumbado en un mundo en el que los medios brillan por su ausencia.
No hay hospitales suficientes, no hay camas, no hay medicamentos, los médicos están operando en la calle.
Siguen encontrando gente viva bajo los escombros, pero esto será cada vez menos probable, ya que debido a la lentitud de las tareas de rescate, irán apareciendo cada vez más cuerpos inertes.
A nuestra mente viene que estas cosas suelen pasar en los países más pobres , donde la mala construcción hace que los edificios sean una montaña de escombros. La falta de medios materiales hace los rescates más lentos. Y la falta una buena red de comunicación hace que las ayudas lleguen tan lentamente, que lleguen a perder su eficacia.
Katmandú tiene un aeropuerto con dos pistas, una de despegue y otra de aterrizaje, que hacen que la ayuda ofrecida por países e instituciones, se haga esperar todavía más.
Con la manía de cuantificarlo todo ya se barajan cifras, son números estimativos que también van aumentando .
Pero no se puede cuantificar todo, las vidas humanas no son cuantificables, cada ser es único e insustituible, y lo que aportaba su existencia además de su ayuda económica o afectiva a su familia, al entorno, o a su sociedad no se cuantificará.
Tampoco se pueden cuantificar las obras artísticas, de menos valor que las humanas sin duda. Pero no se puede repetir nada igual, ni por supuesto en las mismas circunstancias que se hizo, aunque algunos monumentos sean reconstruidos.
Para un país pobre, que dependía sobre todo del turismo, además de la agricultura, este derrumbe de monumentos, templos y edificios que habían sido declarados Patrimonio de la humanidad. Es un golpe muy fuerte pata estas pobres gentes. Siempre pasa igual.
Aunque fuesen monumentos protegidos, la humanidad no pudo protegerlos, porque a la naturaleza, las Declaraciones de la cuando UNESCO le son indiferentes, y la vida y los sueños de las personas también.
Todo esto nos hace pensar lo frágiles que somos. El hombre juega a ser Dios, a manipular los genes, incluso a jugar con la vida, pero cuando la naturaleza se manifiesta es este grado el hombre se convierte en un grano de arena, en algo insignificante, a pesar de que nos creamos los dueños del mundo.
Pero en estos casos es cuando sale también lo mejor de la humanidad. El sufrimiento nos une, y nadie habla de religiones ni de gobiernos, ni rencillas. Y en la adversidad, el hombre vuelve a crecer.
..y las calles de Katmandú se volverán a teñir de colores.
Sólo confiar en que la ayuda llegue de verdad a donde tiene que llegar, y no pase como en otras ocasiones.