“El trabajo llegaba a ser fascinante casi desde el primer momento. Estábamos explorando nuevas fronteras… Cada serie de estudios era como una historia de misterio en la que estábamos constantemente tratando de deducir lo que significaba cada resultado”
Parece la novela de una historia actual, pero es como la propia Gertrude B. Elion relataba su etapa de estudiante y cómo consiguió trabajar en lo que realmente le gustaba, sus anhelos, sus oportunidades y sus inquietudes. Sus aventuras y desventuras en este camino, en una época en que pocas mujeres estudiaban una carrera universitaria, y menos de ciencias. A lo más que podía aspirar una mujer culta era a ser profesora. Sin embargo esta historia real nos revela una vez más, que cuando alguien se propone una meta seriamente, lo consigue pese a los obstáculos que puedan surgir.
“Nací una fría mañana de Enero en Nueva York el año 1918, mi padre emigró de Lituania a Estados Unidos cuando tenía 12 años, y se graduó en la Escuela Universitaria de Odontología de Nueva York. Mi madre llegó con 14 años de una parte de Rusia que se llamó Polonia después de la guerra. Pasé mis primeros siete años en un gran apartamento en Manhattan, donde mi padre tenía la consulta. Después nos mudamos al Bronx, el cual se consideraba un suburbio de Nueva York”.
“Mi hermano y yo tuvimos una infancia feliz. Fuimos a un colegio público, nuestras clases estaban generalmente sobrecargadas de alumnos, pero recibimos una buena educación primaria”.
“Yo era una niña con una insaciable sed de conocimiento y recuerdo haber disfrutado todos mis cursos escolares”.
Este entusiasmo por aprender fue sin duda el motor que guiaba su destino, su insaciable sed de conocimiento, como ella misma dice después. Pero fue la enfermedad y muerte de su abuelo, la que provocó aquella fuerte vocación investigadora y que su anisa de conocimientos se decantara por el camino sanitario. Los ideales que todavía gobernaban la vida de algunas personas, la intención de cambiar el mundo para mejor, y que hoy prácticamente ha desaparecido. El exceso de cosas, la búsqueda de la satisfacción inmediata y el egoísmo hace que muchos jóvenes tiren la toalla incluso antes de empezar, pero las cosas no son inmediatas.
Pero fue la enfermedad y muerte de su abuelo, la que provocó aquella fuerte vocación investigadora y que su anisa de conocimientos se decantara por el camino sanitario.
“Uno de los factores más decisivos que influyó fue que mi abuelo, a quién quería con locura, murió de cáncer cuando yo tenía 15 años. Yo estaba muy motivada para hacer algo que pudiese ser una cura para esta terrible epidemia. Cuando entré en 1933 en el Hunter College, decidí dedicarme a las ciencias, y a química en particular.”
En una entrevista dijo -“Fue el punto de partida. Esta es la enfermedad contra la que vas a tener que luchar -se dijo-, y realmente nunca paré de pensar en ello. Fue de repente”. Y está claro que nunca se apartó de su mente.
El camino era largo y complicado, tenía que seguir estudiando.
“Pero en ese momento mi padre no estaba muy bien económicamente desde que, con la crisis del 29, había caído en bancarrota como todos los que habían invertido. Afortunadamente tenía su profesión y su clientela leal.”
“Recuerdo mis días de colegio como un reto y con mucho compañerismo entre los estudiantes. Era un colegio para chicas y muchos de los profesores no tenían certeza de cuántas de nosotras íbamos a seguir con nuestras carreras. Ciertamente ocurrió que muchas se hicieron profesoras y algunas se decantaron por el lado científico. Debido a la Gran depresión, no pude continuar y graduarme, aunque solicité en varias universidades con la esperanza de poder asistir de oyente.”
A pesar de una situación mucho más complicada que la actual, ya que se enfrentaban a la gran crisis del 29, que cortaría por aquel momento sus aspiraciones de seguir estudiando, va dando poco a poco los pasos hacia lo que será el sentido de su vida. Sin duda, se valora más lo que cuesta. En la actualidad, estudiar es una oportunidad asequible a la mayoría de los jóvenes, pero ¿cuántos de nuestros estudiantes tienen esa sed de conocimientos?
“Escaseaba el trabajo y los pocos puestos de laboratorio no estaban disponibles para las mujeres. Estuve enseñando química durante tres meses a las enfermeras en el Hospital de Enfermería de Nueva York. Desafortunadamente no podía volver a dar clase hasta después de 9 meses debido al sistema de trimestres. Por casualidad conocía un químico que estaba buscando un asistente de laboratorio. Aunque no podía pagarme ningún sueldo, decidí que era una experiencia que merecía la pena. Estuve durante año y medio, y finalmente conseguí la suma de 20$ a la semana. Yo había ahorrado algún dinero y con la ayuda de mis padres conseguí graduarme finalmente en la Universidad de Nueva York en el año 1939. Era la única chica en mi clase de la Universidad, pero no me importaba, no lo consideré extraño. En 1941 conseguí el master en el Grado de ciencias en Química, realizaba mis estudios por la noche o los fines de semana porque estuve trabajando como profesor en prácticas, y luego con sustituciones en escuelas de secundaria de Nueva York, enseñando Química, Física y Ciencias en general, durante dos años.”
“Para entonces empezó la segunda Guerra Mundial y hacia falta gente en los laboratorios industriales. Aunque finalmente era posible tener un trabajo en un laboratorio, no lo buscaba. Estaba haciendo análisis de control de calidad para una gran compañía alimentaria. Pero después de un año y medio, el trabajo era tan repetitivo que comprendí que no iba a aprender nada nuevo y empecé a buscar trabajo otra vez, así me seleccionaron para Jonhson and Johson en Nueva Jersey. Desafortunadamente este laboratorio se desmanteló en 6 meses. Recibí muchas ofertas, pero la que más me atrajo fue como asistente de George Hitchings. Mi sed de conocimiento me mantuvo en este laboratorio porque el Dr. Hitchings me permitía aprender tan rápidamente como yo podía, e ir asumiendo responsabilidades según iba estando preparada para ello. Aunque empecé con química orgánica, nunca me sentí que tuviese que permanecer estrictamente en química, pude abrir mis horizontes hacia la bioquímica, farmacología, inmunología y eventualmente a la virología.”
“Al mismo tiempo tenía muchas ganas de conseguir mi doctorado, así que comencé a ir a clases nocturnas en el Instituto Politécnico de Brooklyn. Después de varios años me comunicaron que no podía seguir a tiempo parcial así que debería dejar mi trabajo para dedicarle todo el tiempo si tenía el propósito de doctorarme.”
Para esta mujer, no fue la familia ni su condición femenina los causantes de no poder doctorarse finalmente, pese al interés que tenía en acabarlo. Fueron la necesidad y la intensidad de su trabajo los que cambiaron esta dirección. La vida va saliendo por donde quiere, no debemos arrepentirnos de las decisiones que nos lleva a tomar ya que no sabemos lo que nos tiene preparado. El pasado nos sirve para aprender, no para arrepentirnos de él.
“Fue la decisión más dura de mi vida, permanecer en mi trabajo y renunciar al propósito de doctorarme. Años más tarde, cuando recibí tres doctorados honoríficos en la Universidad George Washington, Brown University and the University of Michigan, pensé que, después de todo había sido la decisión correcta. Desgraciadamente mis padres no vivían para ver mis reconocimientos.”
Sin duda parece fundamental el entusiasmo que ponía en su trabajo, en sus investigaciones. Personalmente creo que es la única forma de hacer más interesante y especial lo que hacemos cada día, sea la tarea que sea ayuda a que se haga mejor.
“El trabajo llegaba a ser fascinante casi desde el primer momento. Estábamos explorando nuevas fronteras… Cada serie de estudios era como una historia de misterio en la que estábamos constantemente tratando de deducir lo que significaba cada resultado microbiológico, con la ayuda de un poco de bioquímica.”
“Nuestros sentimientos de reconocimiento eran inmensurables cuando empezamos a ver los resultados de nuestro esfuerzo en forma de nuevos medicamentos, los cuales cubrían las necesidades médicas y beneficiaban a nuestros pacientes de muchas maneras visibles.”
La satisfacción del trabajo bien hecho, ser conscientes de lo que aportaban a la humanidad debía ser el sentido de su vida. No se atisba ningún indicio de soberbia de saberse especial, sino de satisfacción por poder ayudar a otros.
“Durante años, mi trabajo fue mi vocación y mi advocación”.
Su cara afable parece un reflejo de su personalidad, que me imagino tranquila, concienzuda y optimista.
“Disfruté mucho, nunca sentí una gran necesidad de salir para relajarme. Sin embargo, empecé a ser una ávida fotógrafa y viajera. Posiblemente mi amor por viajar vino en mis primeros años, cuando mi familia rara vez viajaba por vacaciones. Pero mi curiosidad por el resto del mundo no empezó a verse satisfecha hasta que empecé a viajar. He viajado por todo el mundo, pero todavía me quedan algunos sitios por explorar. Otra de las cosas que más me interesan es la música, no por que tenga un talento musical, sino porque me gusta escucharla. Soy un amante de la ópera…”
“Aunque nunca me casé, mi hermano, afortunadamente sí lo hizo. He tenido el placer de ver crecer a sus tres hijos y a su hija. Hemos sido una familia unida aunque a veces nos separase la distancia, y hemos compartido todas nuestras alegrías, penas y aspiraciones.”
Realmente, tal era la pasión de esta mujer por la ciencia que aunque hubiese tenido familia propia creo se habría volcado igualmente. No comenta que esta situación fuese una elección, ni una renuncia, simplemente no estaba en su camino.
“En mi carrera profesional fui promovida frecuentemente, y en 1967 me nombraron Jefe de Terapia Experimental, puesto que ocupé hasta que me retiré en 1983. Este departamento era llamado por mis compañeros mini-instituto porque contenía secciones de química, enzimología, farmacología, inmunología, virología, así como todo un entramado de la cultura de laboratorio. Esto hizo posible coordinar nuestro trabajo y cooperar de una forma muy fructífera en el desarrollo de nuevos medicamentos. “
“Estuve asociada con el Instituto Nacional de Cáncer y participé en la Asociación Americana de Investigación del Cáncer. He sido asesora en Comisiones para La Sociedad Americana del Cáncer, la Sociedad Americana de Leucemia, y para la División de investigaciones de Epidemias Tropicales de la Organización Mundial de la Salud., miembro de la Sociedad Química Americana , Real sociedad de Química… “y muchos más.
“Después de mi retiro profesional de Burroughs Wellcome, permanecí como Consultora y Científica emérita, e intenté tomar parte activa en discusiones, seminarios y reuniones de departamento en relación con diferentes investigaciones. Además, llegué a ser Profesora de Medicina y Farmacología en la Universidad de Duke donde trabajaba cada año con los estudiantes de tercero, que deseaban hacer descubrimientos …”
“En cierto modo, mi carrera parece un círculo cerrado desde mis primeros días como profesora y compartiendo ahora mi experiencia en investigación con las nuevas generaciones de científicos.”
Así era Gertrude Belle Elion, una entusiasta de la medicina y la investigación. Lo más importante, a parte de sus logros es la forma en que lo consiguió, para mi su historia parece una novela que nos anima a seguir, a poner entusiasmo, a trabajar y a confiar sin perder el rumbo.
En 1988 recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, junto a George H. Hitchings y Sir James W. Black, como premio a su investigación básica para hallar las diferencias entre el metabolismo de la célula normal y de las células tumorales, los protozoos, las bacterias y los virus.
- En la compañía Burroughs-Wellcome, junto a G.H.Hitchings, con el uso de un método distinto al de ensayo y error, como era utilizar las diferencias bioquímicas entre las células humanas sanas y las patógenas descubrieron los siguientes fármacos:
- El 6-mercaptopurina, nombre comercial del Purinethol, el primer tratamiento para la leucemia, siendo mortal la leucemia infantil en esa época.
- La Azatioprina, el primer agente inmunosupresor, usado para evitar los rechazos en los trasplantes de órganos en su principio y luego para enfermedades en las que el sistema inmunitario se activa de forma equivocada.
- El Allopurinol, contra la gota (mortal en pacientes en quimioterapia).
- La pirimetamina, el medicamento contra la malaria.
- El Aciclovir, un tratamiento para el herpes viral todavía se vende hoy como Zovirax.
- El Trimetoprim, contra la meningitis, la septicemia e infeciones bacterianas del tracto urinario y respiratorio.
Estos fueron los logros científicos que la condujeron a este reconocimiento. Sin duda alguna, su abuelo habría estado orgulloso de ella.