Dentro de la cartelera del verano, podemos ver en nuestros cines la última y anunciada película de PIXAR. Para su productor Jonas Rivera, se trata de hablar de las emociones ya que no podemos acallarlas.
Hace cinco años Pete Docter, director de la película, a raíz de los cambios de actitud de su hija de 13 años en esa época, decidió que era un tema interesante para una nueva película y fue en busca de profesionales que le asesorasen. Fue así como contactó con Dacher Keltner (profesor de psicología en la Universidad de California) y a Paul Ekman Profesor emérito de Psicología de la misma Universidad, los cuales se convirtieron en consultores científicos para dicho propósito.
En un artículo que escribieron para The New York Times, explican con emoción cómo el enfoque científico ha colaborado en la historia de la película. Su tarea consistía en explicar cómo las emociones trabajan dentro de la cabeza de una persona y al mismo tiempo toman forma en las relaciones de esa persona con los demás. Además el objetivo era que esto se desarrollara durante unos días complicados en la vida de una niña de 11 años.
¿Cómo gobiernan las emociones la corriente de nuestra conciencia? ¿cómo colorean nuestra memoria del pasado? y ¿cómo es la vida emocional de una niña a esa edad?.
Hay estudios que nos muestran cómo la experiencia de emociones positivas empiezan a caer precipitadamente en frecuencia e intensidad a esta edad. Yo añadiría que no hay una edad determinante, sino una franja.
Las emociones se redujeron por necesidades del guión, personificándose en cinco protagonistas, Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco.
La niña protagonista del out, Riley, se muda con sus padres desde Minnesota a San francisco, provocando así los acontecimientos de esta historia. Los estudios nos dicen que nuestra identidad viene definida por emociones específicas, las cuales dan forma a nuestra percepción del mundo, como nos expresamos y la respuesta que provocamos en otros. En su caso Riley tenía una personalidad definida por la alegría, si bien los acontecimientos hacen que esto vaya cambiando.
Según estos investigadores la tristeza, protagonista real de la película, muestra lo que la gente gana cuando se deja llevar por sentimientos de tristeza.
Riley pierde su hogar y amigos en este desplazamiento, y como es una preadolescente, también pierde su infancia, que se queda atrás. Según estos psicólogos, en la realidad los estudios muestran que la tristeza está asociada con estados de excitación psicológica, activando el cuerpo para responder a la pérdida.
Hay dos ideas importantes en la explicación de estos científicos del psique que aclaran en el artículo.
En primer lugar, a pesar de lo que se cree tradicionalmente, las emociones organizan el pensamiento racional más que lo disturban. La realidad es que las emociones guían nuestra percepción del mundo, nuestra memoria del pasado e incluso nuestros juicios morales, acertados o erróneos, la forma en la que respondemos a situaciones corrientes.
En primer lugar, a pesar de lo que se cree tradicionalmente, las emociones organizan el pensamiento racional más que lo disturban.
Los estudios han averiguado que nuestras emociones actuales se forman con recuerdos del pasado. Esta es la principal función de Tristeza en la película, guía a Riley a reconocer los cambios por los que está pasando y lo que ha perdido, lo cual establece el escenario para desarrollar las nuevas facetas de su identidad.
En segundo lugar, y según el citado artículo, las emociones organizan nuestra vida social.
Hay estudios que demuestran que la ira, más que el sentido de identidad política, es lo que mueve a los colectivos sociales a protestar y remediar injusticias. Según el autor del artículo y consultor de la película, el enfado de Riley en la mesa durante la cena, la lleva a acostarse en una habitación a oscuras y esto conduce a que el padre se pregunte qué puede hacer. En la vida real es la tristeza la que une a la gente en respuesta a una pérdida, y esto se ve al final de la película cuando se reúne con sus padres.
En segundo lugar, y según el citado artículo, las emociones organizan nuestra vida social.
La película ofrece una nueva aproximación al significado de la tristeza: abraza la tristeza, despliégala, comparte pacientemente la lucha emocional de un preadolescente. La tristeza clarificará lo que se ha perdido, la infancia, y moverá a la familia hacia lo que se gana: la formación de nuevas identidades para niños y padres.
Sin embargo, discrepo con el mundo Disney una vez más. Se trata de mostrar cómo funcionan las emociones, sin duda muy determinantes en ciertos momentos de nuestra vida. Pero creo que somos algo más que emociones, está la razón, la conciencia, los valores, las virtudes, los hábitos, que incluso en esas edades deberían incidir de alguna forma en el comportamiento de un niño de 11 años. La forma en que actuamos habitualmente viene de un ejercicio repetitivo de acciones, de respuestas ante situaciones parecidas. Hay edades en que las emociones afectan de una forma más intensa, pero hay temperamentos y caracteres diferentes. Soy optimista y creo que una niña alegre y ejemplar en su comportamiento, no puede pasar tan rápidamente a robar dinero a tu madre para escaparse de casa. Sin duda esas emociones no se pueden evitar pero no deberían llevarnos a pasar los límites que cruza la protagonista de la película, con tan sólo 11 años.
No es en absoluto educativo que la niña pase los limites, y no se debería plasmar de una forma tan sencilla en una película que van a ver millones de niños, como si esos actos fuesen justificables y sin consecuencias, sin un lo siento. Esta actitud de nuestra protagonista animada puede ser una modelo nada positivo ante la incomprensión tanta veces sentida en esas edades. Puede ser que las emociones lleven a tener ciertos pensamientos, pero que estos se consumen en actos extremos, puede ocasionar que los niños piensen que se puede pasar la barrera sin consecuencias. Además, esta situación extrema se plantea a una edad bastante precoz, no sólo son las acciones extremas que emprende, sino la edad en la que acontecen. Parece, una vez más, parte de un complot de anular o reducir la infancia.
Riley no va a clase, roba a su madre para el billete de autobús y se escapa. Realmente no es muy moralizador. Le vienen los recuerdos y decide volver, los padres, por supuesto asustados, la reciben con los brazos abiertos. Pero ojalá no hubiese cruzado los límites.