Un día más con vida no es una película más.
Hay películas que se ruedan con el bolsillo, pensando en la taquilla; otras con la cabeza, tratando de plasmar una idea, una historia, un personaje. Y otras, con las tripas. Son películas que nacen de dentro del cineasta, más que celuloide son hijos y el rodaje, más que un proceso, es un parto.
Es lo que pensé mientras escuchaba hace unos días a Raúl de la Fuente contar el making off de Un día más con vida. Una película que ha tardado más de una década en gestarse. La aventura era complicada y De la Fuente, junto con su equipo, no quisieron quedarse en lo fácil. Fueron a por todas… y ganaron la jugada. ¿El resultado? Una magnífica película que consiguió el premio del Público en el pasado Festival de San Sebastián y que tendrá un largo recorrido.
La historia …
Pero vayamos al principio. Y en el principio está la admiración de Raúl de la Fuente por uno de esos periodistas que casi todos hemos admirado: Richard Kapuscinski.
El reportero polaco personalizó algunas de las virtudes del mejor periodismo: el amor a la verdad, la visión del periodismo como servicio, la vocación de dar voz a los más desfavorecidos, la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión.
Todo eso está en la vida y en la obra del famoso periodista. En sus libros. Y especialmente en el libro que Kapuscinski reconocía como su preferido Un día más con vida que no es sino una descripción de su trabajo documentando la larga y sangrienta guerra en Ángola. Al duro conflicto que Kapuscinski vio con sus ojos se unió el conflicto moral que le supuso informar en algunos momentos.
El navarro Raúl de la Fuente quería contar ese episodio de la vida del famoso periodista, contarlo con sus propias palabras, adaptando el libro, con los propios personajes de los que habla el reportero, pisando la misma tierra que él piso… y con una técnica que le permitía expresar el dolor de la muerte, la violencia de la guerra, la injusticia de la pobreza, el color del odio y el mundo interior del periodista… quería hacer una película de animación. Lo dicho, la empresa no era fácil.
Además de quienes ayudaron en la producción, Raúl de la Fuente contó con el inestimable apoyo de un grupo de misioneros salesianos que trabajan en Luanda. A través de ellos pudo recorrer los pasos de Kapuscinski en Angola, y contactar con algunos de los personajes y entender más de cerca lo que vivió. Todo esto se percibe en una película que está rodada desde la cercanía, desde el valor histórico del recuerdo personal, con la perspectiva además de los años, que añade riqueza al testimonio. En ese sentido, como documental, la película es una joya.
Y ese valor de contenido se “adorna” además con un envoltorio visual impactante. De la Fuente ha creado una especie de novela gráfica que luce maravillosa en pantalla grande. Es una fórmula tremendamente expresiva, que aporta viveza y drama a la narración sin frivolizar en ningún momento.
El periodismo en busca de la verdad
Porque lo que cuenta Un día más con vida es dramático, es una guerra fratricida absolutamente salvaje donde hombres y mujeres, mientras echan pulsos a la muerte, se cuestionan sus ideales, sus sueños, sus propios comportamientos. Y en medio de eso, un periodismo heroico, rudimentario, hecho de las manos, los ojos, los oídos y el sudor de una persona. Un periodismo con conciencia, que sufre ante un teclado. Un periodismo alejado de la obsesión del click y obsesionado con la verdad y con servir al ciudadano. Un periodismo que, desgraciadamente, empieza a parecernos una pieza de museo.
Para ejercer el periodismo es preciso ante todo ser buena persona. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Kapuscinski
Y de ahí la importancia de películas como esta que ponen el foco en la esencia de una profesión que ha sido una palanca clara para mejorar el mundo. Pero que, si se deshumaniza, si se corrompe, puede empujar en su cuesta abajo a los mismos pueblos que en su día quiso elevar y elevó. Y por eso el periodismo no es profesión para todos. Ya lo decía Kapuscinski: “para ejercer el periodismo es preciso ante todo ser buena persona. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Amén.
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