Estos días el foco mediático se centra en llamar a la conciencia social ante la violencia contra la mujer. El abuso sexual aumenta, resulta muy cruel constatarlo en pleno Siglo XXI.
Abordamos este tema para profundizar en un tipo de abusador del que poco se habla y es más difícil reconocer, ¿por qué? porque no es denunciado por sus víctimas, y no aparece en las estadísticas.
Los datos que ofrece el Ministerio del Interior hablan del «Caso activo«, aquel que es objeto de atención policial. El nivel de riesgo de cada caso activo, según el momento y las circunstancias que lo rodeen, va evolucionando con el transcurso del tiempo.
El sujeto del «Caso activo» ha sido denunciado, se halla bajo vigilancia. Son quienes someten, amordazan, humillan y anulan a mujeres. Pero a nuestro alrededor vive otro tipo de abusador: el depredador sutil.
Rasgos del depredador sutil
Una persona se convierte en víctima cuando otra oprime su libertad, y queda en desigualdad. Existen, por tanto, muchos tipos de abusadores y de abusos: físicos, psicológicos, de poder, sexuales, etc.
Escuché a un experto comentar los tipos y características de los abusadores sexuales, y constaté que inconscientemente relacionamos al abusador sexual con violencia, no siempre es así.
Palabras como: ‘paciente’, ‘meticuloso’, ‘calculador’, ‘sociable’, ‘empático’, ‘educado’, ‘del entorno’, perfilan algunos de los rasgos del depredador sutil.
Ese tipo de abusadores, se esconden tras situaciones que les permiten relacionarse con mujeres, además de brindarles espacios físicos de intimidad. Así como un trato continuado durante un periodo de tiempo, más o menos largo.
Aguarda el momento oportuno y prepara el ataque con sigilo. Es capaz incluso de esperar meses… o años. Cuando ha puesto la vista en una víctima, ésta se convierte en una presa de caza, y comenzará a maquinar y a trabajarse su confianza. Primer paso.
Algunos pueden incluso parecer «santos», no han roto un plato en su vida. Buenos modales, trato delicado, medido, paternal. Controlarán sus impulsos y no darán pasos en falso hasta que la presa tenga absoluta confianza en él y por sorpresa ¡zas! el ataque.
Sin denuncia, impunidad
Los depredadores sutiles suelen salir impunes, a lo largo de su vida, podrán haber abusado de decenas de mujeres, se morirán y nunca nadie lo supo, salvo ellas.
Las mujeres no han sido forzadas, ni violadas físicamente. De tal forma, que en cuanto se traspasan ciertas líneas y sin consentimiento de la persona, penalmente hay delito. Este hecho no es conocido por la mayoría de las mujeres, salvo que lo hayan estudiado o… sufrido.
¿Cómo actúa?
El depredador sutil es calculador, un toquecito aquí, un despiste allá deslizando la mano… O bien, prueban ‘accidentalmente’ para sondear la reacción de la mujer.
Ella quizá lo percibe, pero al ser pequeños gestos, aparentemente por descuido, le quita importancia. Se siguen viendo en sucesivas ocasiones y no ocurre nada. Todo normal, buen trato, cordialidad, etc. En el lugar de encuentro suele haber otras personas. Nada que levante la sospecha o ponga a la mujer en estado de alerta. Nada.
Hasta que llega un día donde casualmente están solos, el abusador y ella. Ésta no presiente nada fuera de lo común. En un momento dado, el depredador la asalta, sin violencia, y la mujer empieza a darse cuenta, y confusa no sabe bien qué ocurre, no es capaz de reaccionar.
«Y si este ahora me viola, qué hago». La persona se queda inmóvil paralizada. Uno, dos minutos pueden ser eternos.
No todas las personas reaccionan igual, unas logran parar la situación de inmediato, otras, al no haber violencia, lo consienten, y otras, se paralizan llenas de pánico.
Cuando ese depredador acaba, según vea a la mujer, la tranquilizará, o le dirá un cuento chino, o se pondrá amenazante, y… «aquí no ha pasado nada, esto queda entre usted y yo», logrando inocular inseguridad y culpabilidad en la víctima, «hemos sido ambos».
Secuelas en las víctimas
Confusión, humillación, estado depresivo, oscurecimiento interior al no atreverse a contarlo. Culpabilidad, vergüenza, autoestima por los suelos, sentirse objeto, ira y rabia hacia todo aquello que le recuerde al depravado, incluso incapacidad para verbalizar lo vivido, son consecuencias y sufrimientos para las víctimas.
Además, sucede algo llamativo: la negación a reconocerse una víctima de abuso sexual. Durante un periodo más o menos largo, según su temperamento, se carcomerá examinando lo vivido. Lo repasará una y otra vez, y ahí caerá en la cuenta, retrocediendo en el tiempo de cómo ese depredador sutil ha ido tejiendo pacientemente su tela de araña.
La denuncia libera
Estos casos reales son difíciles de juzgar por la Justicia. La mayoría quedan silenciados. Cuando la víctima se lo plantea, se dice: «será mi palabra contra la suya, no tengo pruebas, qué debo hacer». Opta por olvidar. Pocas personas denuncian estos abusos.
Una señal de que se ha superado es cuando la persona ha sido capaz de verbalizarlo y de contárselo a alguien de su confianza. Algo tremendamente violento y humillante.
Estos depredadores sutiles andan sueltos y mientras no se les denuncie seguirán campando a sus anchas. La denuncia, al menos, les pondrá sobre aviso y quizá se detengan y cambien.
Para la víctima, la denuncia libera. Cuando la mujer abusada da el paso, se fortalece y es capaz de pasar página. Aún a riesgo de no ser creída, o de que le planteen que su relato es subjetivo.
Lo importante es que ella valore si era plenamente libre en ese momento, y lo definitivo: si consintió o no.
El tiempo y reconocer lo sufrido es clave en estas personas para recuperarse del abuso sexual no violento, y lograr dejarlo atrás.
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