Sonia Delaunay fue una artista abstracta multidisciplinar, figura clave en la Vanguardia parisina del Siglo XX. Junto a su marido, Robert Delaunay, fue pionera del movimiento Orfismo. Explorando interacciones entre los colores, aportaron una gran profundidad al estudio cromático que revolucionó su época e influyó a artistas posteriores. Aunque nació en Ucrania, se la considera una artista francesa, pues su vida laboral se desarrolló en París. Su obra se extiende a la pintura, la moda, el diseño textil y la escenografía. Fue la primera artista femenina viva en conseguir una exposición retrospectiva en el Museo del Louvre. Sus creaciones, con formas de abstracción geométrica y modernos diseños, innovaron moda, muebles, tejidos y decoración.
Sonia Delaunay, la «prima» contemporánea
Poética y soñadora, podríamos considerarla la “prima» contemporánea de la bailarina Isadora Duncan, pues como ella, nos evoca poesía en movimiento, como sus pañuelos vaporosos con dibujos de espirales. La pintora experimentó con entusiasmo sobre una amplia gama de materiales incluyendo ropa, textiles, alfombras, papel de paredes, tapicería, mosaicos y encuadernación.
Sus trabajos son precursores del movimiento Bauhaus de los años treinta. Con una prolífica carrera que abarcó casi todo el siglo XX, Delaunay pasó de la pintura figurativa a las espirales abstractas, zigzags entrelazados y discos de colores de gran contraste, por los que es conocida. Diseñó para el mundo de la moda, el cine y el teatro. Sus comisiones incluyeron trajes para Sergei Diaghilev, el fundador de los vanguardistas Ballets Rusos. Sonia Delaunay pintó, diseñó , dirigió tiendas, creó dos empresas de diseño textil e incluso colaboró con poetas como Guillaume Apollinaire y Tristan Tzara. Jugó a todos los juegos y tocó todos los palos de su época: era políglota, bailaba tango, tradujo a Kandinsky y fue una mujer creadora, completamente moderna, en un mundo de hombres. Rompedora e indomable, poco antes de morir, declaró en una entrevista:
“ ¡Desprecio la palabra feminista! Nunca pensé en mí como una mujer de manera consciente. Soy artista.”
Una joven rusa en París
Sonia Delaunay, nacida Sara Stern en una modesta familia judía en Odessa (Ucrania) en 1885, la artista fue adoptada a los cinco años por unos parientes ricos, sus tíos abuelos, en San Petersburgo. Intelectualmente privilegiada, estudió pintura en Alemania y en 1907 ya pintaba bajo las influencias del Postimpresionista Paul Gauguin, el Expresionismo Alemán y los Fovistas, a quienes había visto en Paris. Sus primeros cuadros parecen querer liberarse de cualquier atisbo clásico. Su matrimonio con el crítico de arte alemán Wilhelm Uhde en 1908 le permitió establecerse en París. Wilhelm había visitado el estudio de Picasso en Montmartre y conoció su primera pintura cubista, “Las Señoritas de Aviñón». También expuso la obra de Henri Rousseau y le organizó a Sonia su primera exposición. En 1910 se divorció para casarse con el pintor vanguardista , el aristócrata francés, Robert Delaunay. Dejó de pintar, concentrándose en crear telas y bordados. En 1912, dio a luz a su único hijo. Podría parecer la típica historia de esposa de talento subyugada por las demandas soberanas del genio masculino. Pero no lo es. Sonia Delaunay es hoy considerada como una artista más intensa y más compleja que su marido. Su gran homenaje son las exposiciones individuales en puntos clave como: Museo del Louvre, París (1964), Tate Modern, Londres (2016) y Museo Thyssen, Madrid (2017). Aunque los Delaunays son considerados colaboradores en un único proyecto artístico, la verdad nunca es tan simple. Los shows exclusivos de Sonia, en museos de París, Londres y ahora Madrid, son la clara revelación de su supremacía. Lejos de replegarse a las artes aplicadas y al estereotipado «trabajo de mujeres», Delaunay buscó extender el arte a la cultura de los objetos cotidianos y más allá.
«Siempre cambié todo a mi alrededor … Pinté y diseñé mis muebles y mi ropa. Lo he hecho todo. He vivido mi arte.”
Descubriendo el arte abstracto
Su primer diseño puramente abstracto fue un edredón con remiendos cosidos, para la cuna de su bebé. Rectángulos oscuros y triángulos de color claro recuerdan el arte popular ruso y el Cubismo. Creó encuadernaciones abstractas para libros, y decoró una caja de madera para juguetes. Empezó a confeccionar ropa que llamó «vestidos simultáneos«, cosiendo formas geométricas, con tiras coloreadas que acentuaban el movimiento del cuerpo. Se trataba de pinturas para ser utilizadas. Diseñaba su ropa y la de Robert y salían por los clubs bohemios de París, muy vivos no sólo por la música sino por la nueva luz eléctrica. La ropa de los Delaunay llamaba la atención. Se integraban con la música, las luces, los ritmos y la atmósfera del tango y el foxtrot.
Hacia 1913, Sonia volvió a pintar. Sus “Prismas Eléctricos”, grandes frescos de 4 metros, simbolizan la vida moderna. Son juegos visuales donde bailarines danzan atrapados en el tiempo, a ritmo de tango. Colaboró con el escritor Cendrars en la publicación de su poema describiendo un viaje de Moscú a París en el tren Transiberiano. El texto es eclipsado por los vibrantes colores de Sonia Delaunay: imágenes rítmicas y abstractas manchas de color se balancean como el tren, dando destellos de un mundo que se precipita por las ventanas. El texto tipográfico y las palabras pintadas compiten entre sí. Sonia siempre utilizó el efecto óptico del contraste simultáneo con gran energía, sutileza y vitalidad. Captó la velocidad de la vida moderna plena de constantes sorpresas y le dio forma con sus colores.
La guerra transformó a la pintora en diseñadora
El estallido de la primera guerra mundial, sorprendió a la pareja Delaunay en el País Vasco. Siendo ella judía, decidieron quedarse en España durante el conflicto. Sonia pintó escenas callejeras y bailes de flamenco. Tras la revolución rusa de 1917, había perdido sus ingresos familiares y comenzó a diseñar ropa. Con la ayuda de su gran amigo Sergei Diaghilev, Director de los Ballets Rusos, abrió tiendas en Bilbao, Madrid y Barcelona para vender ropa, telas y artículos para casa. La tienda de Madrid llamada “Casa Sonia” ofrecía espectaculares abrigos bicolores, zapatos bordados y telas de rayas que parecían burbujear como pinturas del estilo Op-art mucho antes de su tiempo. Decoró discotecas, diseñó paraguas, sombrillas y trajes de baño de punto que eran poco prácticos pero muy a la moda. Sonia era, ante todo, una maga del color, exploradora de novedosos experimentos cromáticos. Trabajó para distintas empresas: relojes Zenith Watches y Le Rêve, diseñó tejidos para Metz en Amsterdam y para Liberty en Londres. Su casa se convirtió en una especie de galería de exposición (o un collage tridimensional) y su estudio era su tienda. Cualquier interesado en historia del diseño textil y moda se tiene que sentir seducido por los magníficos abrigos y chaquetas de arlequín cosidas a mano, y las exquisitas telas con fabulosos diseños rectilíneos. Sonia conseguía equilibrar colores y formas en una melodía perfecta. Sus telas están como trenzadas suavemente y su seña de identidad es el dinamismo.
Vuelta a París: Artes Simultáneas
Tras el fracaso de su empresa, debido a la guerra, volvieron a París, donde Sonia fundó un nuevo negocio con la base de su experiencia. Consiguió que su moda y telas aparecieran en la portada de Vogue. Su clientela de alto nivel, incluía a aristócratas y famosas, como la actriz Gloria Swanson, para quien diseñó un abrigo. Bordó poemas sobre ropa, diseñó trajes para los Ballets de Sergei Diaghilev y pintó decorados para producciones de teatro Dadaístas y escenarios de cine. Convirtió su hogar familiar en una especie de escenario doméstico abierto al público. Los diseñadores contemporáneos aún están influenciados por sus tejidos, muestras, corbatas, ropa de playa, sombrillas, bolsos y zapatos. En 1925, Sonia hizo una de las primeras películas en color, con mujeres modelando con sus prendas de moda. En sus propias palabras
“Todo esto no es más que diversión. Lo veo como Pintura Abstracta plasmada sobre otros medios.”
Sonia Delaunay registró «Simultané« como su marca. Su novedoso estilo infiltrando la abstracción en la industria de la moda supone un anticipo del Pop Art americano de los años 50. Algunos diseños en blanco y negro se asimilan al Op Art (Arte Optico o Cinético) de los 60. El sumun del “último grito” fue para Citroen: pintó la carrocería de dos coches vistiendo a sus pasajeras con ropas a juego, es decir “simultáneas”. Sonia produjo una enorme cantidad de diseños textiles impresos para grandes almacenes en los Países Bajos. Muchos se han perdido inevitablemente pero sus patrones abstractos perduran. Son tan simples y puros como el mejor arte Abstracto geométrico. Que es exactamente lo que son: arte para utilizar a diario.
Invención de un nuevo movimiento artístico: ORFISMO
Sonia y su esposo Robert, fueron cofundadores del Orfismo. Este estilo parte de la simbiosis de formas geométricas y la combinación de colores fuertes fríos con calientes. En pareja, desarrollaron una nueva teoría de los contrastes de color. Basados en textos del poeta Chevreul, llamaron a esta abstracción lírica “Simultanismo”. Más tarde se conoció como Orfismo (Orphism) . Demostraron que la yuxtaposición cromática afecta a cómo percibimos los colores. En sus primeros experimentos, Sonia entra y sale de la Abstracción. En medio de múltiples formas circulares, aparecen figuras bailando, edificios y palabras. Sonia está reaccionando al recién inventado Cubismo pero al mismo tiempo se niega a adoptar su monótona paleta de colores. En 1937, la pareja Delaunay produjo, con un equipo de asistentes, gigantescos lienzos murales para la Exposición Internacional de París. Celebrando innovaciones tecnológicas francesas, pintan motores de avión, una hélice y un panel de instrumentos de aviación. Mezclaron dibujos técnicos ampliados de piezas de motor, pistones, motores y hélices. Crearon pinturas vibrantes de color y energía que podrían haber sido hechas hoy. Rebosan de optimismo por el futuro. Mientras tanto, alemanes y rusos luchaban y Picasso mostraba su “Guernica” en el pabellón español.
Exploración del arte textil
Pionera del Arte Abstracto, Sonia Delaunay no hizo distinción alguna entre la pintura y el diseño, fluyendo a la perfección entre lienzos de alto nivel, moda para bohemios avant-garde y diseños de lino impresos en patrones geométricos. Sus obras que siguen vivas, simbolizan vanguardia y elegancia incluso hoy. Esta dimensión intemporal es uno de los atributos más distintivos de su obra. Parece perpetuamente moderna, siempre en sintonía con los tiempos a medida que progresa el siglo XX e incluso el XXI. Algunos de sus brillantes aprendices crearon la actual compañía de moda escandinava Marimekko. Los tejidos que produjo Sonia en su «Atelier Simultané» de Paris, resultan hoy asombrosamente modernos y nos siguen inspirando una alegría genuina. Creó un abrigo decorado, como si fuera pintado por Matisse y un chaleco que parece la materialización de una pintura de Picasso. Son testimonio de la brillante inteligencia comercial y dotes artísticas de Sonia Delaunay. Tuvo la oportunidad temprana de asimilar y capitalizar un período artístico efervescente, con el plus de añadir sus propias contribuciones. En resumen, las demandas de su negocio de diseño abrumaron su potencial como artista pictórica. Su éxito se convirtió en comercial por encima de toda crítica. Sonia Delaunay se convirtió en la Laura Ashley de su tiempo. En lugar de flores, utilizó sorprendentes yuxtaposiciones geométricas de color y formas. Aportó así una originalidad al diseño producido en masa, que todavía hoy sigue siendo moderno. Su obra es resultado de la absorción de todas las artes y estilos para inventarse su propia simbiosis creadora.
Sonia y Robert, una tandem perfecto
“Desde que se despiertan, los Delaunays dialogan con sus pinturas». Guillaume Apollinaire.
Cuando Sonia Terk se casó con Robert Delaunay en 1910, tenía 25 años. Ya había cambiado su país y su nombre dos veces. Antes tuvo un breve matrimonio de conveniencia con Wilhelm Uhde, un rico crítico de arte y coleccionista. El era homosexual y ella estaba bajo presión social de su familia en Rusia. La boda le permitió quedarse en París y fueron íntimos amigos de por vida. Pero Sonia encontró su verdadera alma gemela en el artista Robert Delaunay, pintor pionero de la Abstracción. Juntos, se convirtieron en la pareja mas novedosa de la Vanguardia. Sonia sólo deja de pintar cuando le obliga la historia: la primera guerra mundial, las secuelas de la Revolución Rusa, el ascenso de Hitler cuando la pareja escapa de Francia a España y Portugal, cuando el dinero escasea. Pero siempre que puede, vuelve a la pintura. Pintó como catarsis durante la larga enfermedad de su marido, tras su muerte y hasta el final de sus días. Durante toda su vida tuvo un apasionado compromiso con la pintura. En sus cuadros de posguerra su paleta se vuelve más opaca y plana, y sus formas, más agudas. Pero siguen siendo juguetones como cualquier abstracción. Los círculos todavía están divididos por líneas. Pero siempre, la esencia de su estética permaneció sin cambios. Sonia sabe dónde darle peso y solidez a las formas y dónde dejar que la pintura respire. Su toque personal es el de una pura sangre del arte: segura, cuidadosa y descuidada, pero siempre moderna.
En 1941, Robert sucumbió al cáncer y Sonia perdió a su alma gemela artística. Sin su presencia, la conversación se volvió unilateral. Sus pinturas son exploraciones interesantes pero sin la obra de su marido para compararlas. Sonia siente como si algo le faltara. En sus últimas fotos se le ve reflexiva y melancólica. Volvió a pintar obras circulares como las de antes de sus creaciones textiles. Con la esperanza de mantener vivo el legado de Robert, trató de mantenerse fiel a sus teorías Orfistas. Tal vez encontró consuelo en la abstracción cromática que ambos iniciaron.
Sin embargo, uno se pregunta qué hubiera podido ser si hubiera sido menos leal a Robert y más interesada en explorar con sus lienzos, la explosiva diversidad de los diseños abstractos que nos legó en sus creaciones textiles.
“No he conseguido olvidar a Robert, ni tampoco los críticos de arte”, dijo Sonia.
La historia contemporánea podría preferir verla sin Robert, esposa sin marido. Ella es ciertamente tan buena como él… e incluso mejor. Pero juntos rompieron fronteras, como pareja casada, como familia, a veces por necesidad, a veces por algo más nebuloso. Sonia Delaunay es ciertamente digna de exposiciones retrospectivas por sus propios logros. Su historia no es de dos contrarios individuales, sino la de una mujer y un hombre que vivieron y trabajaron en profunda armonía como pareja y como artistas.
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