A finales del 2018 el Congreso aprobó la propuesta de Ley sobre «Muerte digna». Más conocida como ley de los Cuidados paliativos, sin embargo se votó rechazando la asistencia religiosa al enfermo próximo a la muerte, aspecto recogido en la propuesta inicial de dicha ley, llevada a cabo por iniciativa del Partido Ciudadanos.
A nuestros legisladores les parece bien que en una unidad de cuidados paliativos, al enfermo se le ponga música para aliviar sus sentidos, pero no les resulta importante aliviar o fortalecer su espíritu.
Dejando de lado que los seres humanos en nuestra esencia, somos trascendentes, miramos al más allá desde que el hombre es hombre.
Ley necesaria, sí, pero contradictoria. Sin duda es bueno que los políticos se preocupen por el «bien morir» de las personas, pero de qué sirve si nos prohíben recibir asistencia religiosa justo cuando nos estaremos muriendo.
El día menos pensado legislarán sobre el color de la ropa que habrán de llevar los difuntos dentro de la caja.
Esta ley no tiene nada que ver con la próxima «Ley de la Eutanasia», que será llevada al Parlamento por iniciativa del PSOE.
Ley que evidencia la desigualdad sanitaria
Por muy loable que sea el intento del partido de Rivera, los Cuidados paliativos están más o menos regulados en 10 comunidades autónomas de España, luego con esta ley se evidencia aún más la desigualdad sanitaria y legislativa entre españoles ante un hecho común: la muerte.
La estulticia de nuestros políticos es inadmisible, «esta ley propiciará, que al menos 7 comunidades autónomas, que carecen de régimen sancionador en este ámbito, ya tengan una ley nacional a la que poder remitirse»,-dijo Igea-, portavoz de Ciudadanos.
¿Por qué el legislador nos impide ser libres?
¿Acaso no somos libres y adultos para saber qué le conviene o no a un enfermo a nuestro cuidado? ¿Desde cuando el legislador se convierte en conciencia y voluntad del individuo? ¿Pueden pesar más que el deseo de una persona que va a morir, los votos de unos señores que hoy están y mañana no?
Por favor, ¿el capellán?
Tengo por costumbre, cuando acudo a urgencias, solicitar la asistencia de un capellán para que imparta el sacramento de la Unción de enfermos. Mi enferma ocasional de urgencias, está mayor y nunca se tiene claro el diagnóstico y, yo busco un cura para que le imparta el sacramento que concede alivio, fortaleza, consuelo corporal y espiritual.
La última vez, en junio pasado, me las vi y desee hasta que logré que un capellán acudiera a asistir a mi enferma. Llegamos en la ambulancia, mi enferma pasa al primer lugar de examen, mientras espera en el pasillo, (Hospital de la Seguridad social, donde los protocolos funcionan, pero la marea humana ralentiza la atención).
Tras varias personas a las que pedí el favor de avisar al capellán del hospital, una enfermera, con cara amable y quien venía observando cómo me daban largas cada vez que preguntaba, se acercó a mí y con una sonrisa me dice: «¿quiere usted que venga el capellán, verdad? No se preocupe ahora mismo le aviso».
Atendió en el pasillo a mi enferma, sin estorbar a nadie, le impartió el sacramento de la Unción, algo que en ese tipo de circunstancias no lleva más de 3 minutos. Y todos tan contentos.
Le comenté al cura «las extrañas reacciones» al pedir un capellán, salvo la de aquella enfermera sonriente que me salió al paso. El pobre, resignado, me dijo que sí que estaban al tanto e intentando concienciar a los empleados del hospital para que les dejaran hacer su trabajo. Pero que la presión política era muy fuerte…
Eliminar a Dios de nuestra sociedad
Volviendo a esta ley de «Muerte digna» que próximamente pasará al Senado, constatamos una vez más cómo estos políticos, metidos a ser Dios, quieren impedir que el sufrimiento forme parte de la condición humana, como si hoy en día no hubiera medios suficientes para paliar el dolor corporal, pero… no el moral, ni el espiritual, ni el dolor ante el abandono familiar.
Muerte digna no es morir sin dolor, sino morir con amor. Con familiares y personas que acompañen al moribundo en ese trance. O al menos, con el consuelo y fortaleza espiritual antes de que el alma se separe del cuerpo.
Confiemos en que nuestros políticos no pretendan poner guardias de seguridad en las puertas de las habitaciones de las unidades de cuidados paliativos para impedir que entre un sacerdote a confesar, dar la Comunión, impartir el sacramento de la Unción o celebrar la Misa si el enfermo o sus familiares así lo piden.
Pero si el enfermo es judío, ¿no podrá solicitar la asistencia del Rabino de su comunidad? o ¿Si es musulmán que le acompañe con sus rezos quienes se encarguen de ello en su mezquita?
Al igual que los cristianos, las otras confesiones monoteístas tendrán fórmulas espirituales de acompañamiento al enfermo.
Esta realidad me recuerda al Decreto de Lenin de 1918: «Decreto sobre la libertad de conciencia y las asociaciones eclesiásticas y religiosas». Unas líneas tan grotescas como divertidas, por poner un poco de ironía, como la reciente película «La muerte de Stalin» que narraba el delirio colectivo al no poder encontrar médicos de renombre que certificaran la muerte del dictador, ya que todos fueron deportados a Siberia, o directamente asesinado.
El decreto de Lenin, por un lado, sí afirma el respeto a la libertad de conciencia, pero… eso sí, en el ámbito privado. Puedes ser creyente, pero solo en tu casa, y si no invitas a los vecinos mejor, no sea que se vea perturbado el orden público.
En el decreto de Lenin:
- El ejercicio libre de actos religiosos se proporciona en la medida en que no perturben el orden público y no infrinjan los derechos de los ciudadanos y de la República Soviética.
100 años después, España no está tan lejos de aquellos tiempos soviéticos.
Así que grite conmigo ¡soy libre!
Grite más fuerte ¡Quiero morir como me de la gana!
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