El éxito es solo para los que se atreven. A sus 36 años, David Rivadulla, sabe lo que es trabajar una idea desde que solo es una ocurrencia hasta que se convierte en un producto que salta al mercado y convence al cliente. Detrás de las mochilas Ribags, que es lo que vende Rivadulla, hay una apuesta clara que puede parecer suicida pero que marca una clara tendencia. La moda del siglo XXI o es sostenible o no será. Y como no hay sostenibilidad sin riesgo y cuidado del producto, el empresario que no apueste por la creatividad –aquí da igual que venda moda o caramelos- y no arriesgue, se quedará fuera de juego.
Empecemos por el principio, ¿dónde empieza su carrera empresarial?
Creo que el tema del emprendimiento viene un poco de familia. Mi padre, con 18 años, empezó un negocio de tapicería de sofás. La empresa fue creciendo, con tiendas en Castellón, Valencia y Madrid y llegó a contar en su época álgida con 197 empleados, 17 tiendas y dos plantas de producción.
Yo empecé a trabajar allí y puedo decir que el embrión de Ribags empezó en un taller de Rumanía que creó mi padre en 2006 y me envió a gestionarlo, para que aprendiese todo lo que debía saber en lo que se refiere a producción de sofás. De los retales de las pieles de los sofás, fabricábamos unas bolsas para llevar los utensilios de trabajo a casa.
El inicio
Y las bolsas para herramientas se convirtieron en mochilas…
Sí. Pronto me di cuenta que, en una vida de constante movimiento como la que llevamos, necesitamos cosas para transportar cosas. Es un producto de uso habitual y comprende un cliente potencial muy amplio.
Esas bolsas tuvieron mucho éxito entre mis allegados. Así que cuando nos vimos obligados a cerrar el negocio familiar, decidí que era el momento de lanzar esta propuesta. Fue una época muy dura, que viví con sensaciones encontradas: la tristeza de ver el fin de la empresa familiar, después de 50 años de historia y la ilusión de emprender algo nuevo. En el ocaso de un proyecto, surgió otro nuevo.
En ese momento, Ribags captó la atención de Lanzadera, la aceleradora de startups de Mercadona, que nos eligió como uno de los 32 proyectos a los que prestar su apoyo, de los cerca de 1.300 que se postularon para ello. Fue un impulso importante que nos ayudó a profesionalizar la gestión.
¿Qué idea tenía del negocio en sus inicios?
Yo no quería fabricar mochilas a granel. Lo tenía claro. Creo que cada mochila es única, está hecha para durar, no se trata de algo pasajero o de temporada. Por eso soñaba con un producto íntegramente fabricado a mano; con materia prima, el cuero, de primera calidad; con todo el proceso desarrollado de forma local: mochilas 100% españolas y más concretamente valencianas, porque yo quería trabajar en mi ámbito. Actualmente, el cuero se compra a empresas valencianas; el corte se realiza a mano, y se encargan artesanos locales; y el cosido se lleva a cabo en talleres de costura de localidades de alrededor de Valencia, donde las costureras ensamblan las piezas con máquinas de coser de las de toda la vida. Es un proyecto local, que genera empleo y riqueza en la zona. Es una forma bonita de mostrar mi vinculación y mi compromiso con esta tierra, que es la que me ha visto crecer.
Supongo que no habrá sido fácil sacar adelante una marca que se ha propuesto apostar por lo artesano y exclusivo cuando el mercado parece ir por otros derroteros
Reconozco que no es una apuesta fácil. Vamos un poco a contra corriente. Hacemos las cosas a mano cuando se impone la industrialización; tiene un arraigo absolutamente local en tiempo de globalización; propone un producto duradero y de primera calidad en una época en la que parece que se impone lo efímero…
Nuestra propuesta es mucho más costosa, en tiempo y en dinero. Tardamos bastante tiempo en confeccionar cada mochila y el coste de la materia prima y de los artesanos que las fabrican es elevado. No puedo competir en velocidad y capacidad de fabricación, o en costes, pero tengo claro que yo ofrezco algo diferente. Y las grandes compañías de moda tampoco pueden ofrecer un producto tan cercano y personal.
Efectivamente la moda sostenible tiene un gran problema: es infinitamente más cara. ¿No es posible hacer una moda sostenible y económica?
Lo veo realmente complicado salvo que haya un apoyo por parte del Estado para fomentar la producción sostenible. Vivimos en una era de consumo increíble y la población española se ha acostumbrado a una economía de guerra en la cual prima el “fast fashion”, ir siempre a la última invirtiendo lo mínimo. Estos productos tienen una durabilidad muy corta debido a la mala calidad de los mismos.
¿No le preocupa que acabe desapareciendo el negocio artesano?
Es difícil sobrevivir en una época de consumo tan elevado en la que la producción en masa se concentra en las grandes empresas. La clave está en una concienciación de la sociedad de que el consumo desorbitado sin pensar en el mañana, no será la mejor opción para nuestra generación ni para las venideras.
Las claves del emprendimiento
Se habla mucho de emprendimiento, pero, ¿cuáles son en la actualidad las dificultades para los emprendedores?
Para mí la dificultad principal es la poca ayuda que hay por parte del Estado en cuanto a obligaciones de pago, que son muy elevadas. En otros países se fomenta el emprendimiento con subvenciones y con unas obligaciones de pago mucho menores a las que estamos acostumbrados en este país.
¿Qué características tiene que tener un emprendedor?
Pienso que el ABC del emprendimiento es visión, ilusión y constancia.
¿Qué recomendaría a los jóvenes que quieran emprender?
Que prueben, que nadie se deje un proyecto en el que cree sin probar. Los sueños no se convertirán en realidad si no se intentan. El fracaso, en caso de llegar, será la mejor experiencia para futuros intentos.
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