“Solo puede ser feliz siempre el que sepa ser feliz con todo”.
Confucio
Tengo la increíble suerte de vivir al lado del mar y de tenerle de compañero en muchos momentos. Estando en época de exámenes universitarios, bañarme en el mediterráneo era un relax para los nervios. Correr por el paseo marítimo viendo salir el sol me sigue produciendo una profunda sensación de bienestar que me acompaña a lo largo del día como una medicina contra los enfados, nervios y stress. Realmente cuando observo esa maravilla de la naturaleza, sin querer parecer cursi, sólo puedo pensar en la suerte de vivir.
Se puede ser feliz con una mirada al mar, pensando en tus hijos que te recuerdan que merece la pena seguir luchando, con un buen rato en una reunión de amigos, durante un viaje, trabajando en algo que te gusta, o ante un buen café por la mañana. Son momentos de felicidad. Porque la felicidad está hecha de momentos que podemos descubrir en cosas cotidianas, ya que estos actos son los que conforman nuestra vida.
Releyendo Aprendiz de Brujo, de Bernabé Tierno, me gustaría compartir el siguiente extracto, “que nadie te haga dudar de que la vida es el mayor don, el regalo más extraordinario, y que estás en este mundo para ser feliz y para hacer felices a los demás.
Que tu objetivo es hacer el bien por donde vayas y hacerte el bien a ti mismo, y que el secreto está en que sepas seguir tu camino a pesar de todos los conflictos, avatares y circunstancias adversas, mientras te das paz y disfrutas en cada momento de lo que eres y tienes, de lo sencillo y cotidiano que te depare la vida”.
Nuestro proyecto debe ser buscar la felicidad, pero nos equivocamos muchas veces en esa búsqueda.
“Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo a la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros” Hellen Keller
¡Feliz año! Son dos palabras y un deseo que acompaña al un año nuevo, el deseo de felicidad para el prójimo y de compartirla ya nos produce cierto ánimo. Pero luego se nos olvida, y sin embargo ¿no es esto a lo que aspira el hombre?.
Desde el comienzo de la historia de la humanidad el hombre busca la Felicidad, para Sócrates la felicidad consistía en encontrarse a uno mismo, mientras que para Platón la felicidad consistía en “el amor”, para Aristóteles en “la verdad” y para Séneca en “la virtud”, y sobre todo en que “la felicidad era no necesitarla”. Según Ortega y Gasset “el programa de una vida feliz apenas ha variado a lo largo de la existencia humana, la felicidad, ese estado de gozo interno, de alegría de vivir, de paz consigo mismo, se lo fabrica cada persona”.
Conseguir cierto grado de felicidad, no sólo nos beneficia a nosotros mismos, sino que podremos contribuir a la felicidad de los demás
Me identifico con todos las personas que a lo largo de la historia defienden que la felicidad se consigue aceptando la realidad que nos ha tocado vivir. Según Bernabé Tierno y otros muchos autores “la felicidad es una actitud interior, pensada y decidida ante la vida, como talante, como opción saludable. El aprendiz de sabio es consciente de que la felicidad es posible”.
“La felicidad consiste en valorar lo que tienes”, “es el final perfecto y fruto de la obediencia a las leyes de la vida” estas palabras cobran especial relevancia cuando las pronuncia una persona ciega y sorda, que llegó a ser escritora y conferenciante. Hellen Keller nació en 1880 en Alabama, una enfermedades fue la causante de su situación, y gracias a la ayuda de su profesora Anne Sullivan consiguió graduarse Cum laude en 1904. Tuvo el reconocimiento de un sin fin de universidades de todo el mundo. Su compleja situación física no impidió su compromiso con causas sociales y políticas, incluido el sufragio femenino. Leer con braillie o tocando los labios, no le impidió escribir libros, ensayos y artículos, ni dar conferencias por todo el mundo. Viajó a 35 países, siendo el más largo fue durante 5 meses a través de Asia, sin ver ni oír. Sin duda, sus logros están marcados por un increíble esfuerzo y determinación, soñar y trabajar duro le permitieron triunfar en la adversidad y además luchar para ayudar a otros.
La vida de esta señora nos pone de manifiesto que conseguir cierto grado de felicidad, no sólo nos beneficia a nosotros mismos, sino que podremos contribuir a la felicidad de los demás. La atracción y el bien que pueden provocar las personas felices y alegres es incuestionable.
Entonces ¿Cuál es la felicidad que nos hemos deseado?
Evidentemente sería genial que nos tocase la lotería, que saliese un trabajo mejor, o encontrar al amor de tu vida. Pero sólo seremos felices si aspiramos a una felicidad relativa y a estar en paz, sabiendo que esta no depende de la realidad, sino de nuestra interpretación de la misma.
Es necesaria una buena relación entre corazón y cabeza, entre nuestros sueños y el esfuerzo hecho para conseguirlos. Porque la felicidad se trabaja con voluntad, constancia y optimismo. Perseverando en lo pequeño y soñando, y no cejando en su búsqueda.
Realmente seremos felices si somos conscientes de que, como nos dice D. Quijote en las bodas de Camacho, “la felicidad no está en la posada”.