Somos conscientes en Woman Essentia que escribir del «tema» puede suscitar sino controversia, al menos, posturas encontradas. Se pretende una reflexión que nos conduzca a conclusiones concretas, porque nos hallamos en una época donde la definición brilla por su ausencia, y la indefinición campa a sus anchas, o ¿acaso el ‘buenismo’ que traga con todo no es indefinición?
Lo… «políticamente correcto» cubre el vacío que crea la ausencia de definición personal y social, tanto en privado como en público. ¿Qué me define, con qué me identifico, qué defiendo o qué promuevo? Son cuestiones importantes. Las cuestiones en sí no deberían enfrentar a las personas, y sin embargo se palpa una tensión casi insoportable y a la que no estábamos acostumbrados.
Cierto tipo de inmigración nos enfrenta
El tema no es otro que abordar la cuestión de la inmigración y de la acogida a los refugiados, en realidad, dos temas diferentes por sus causas, pero relacionados. Me remití a ello hace tiempo con el artículo ‘¿Por quién vela el Estado?’ Planteando la cuestión desde la caridad y la justicia social.
Hace siglos o décadas la cosa era de ida y vuelta, sin más. Si algo en tu país de origen iba mal, se ahorraba un poquito, o te colabas de polizón y la gente se lanzaba a «hacer las Américas», o bien se huía del hambre, de la peste… «También de los nazis», o de la persecución política, por ejemplo. Se «emigraba a Francia, Suiza o Alemania porque España aún vive con racionamiento», con la esperanza de volver algún día con buen dinerillo en el bolsillo. El emigrante se buscaba la vida, se adaptaba a su lugar de trabajo y a aprender de todo, idioma, costumbres, etc. Incluso muchos se quedaron para siempre en su país de trabajo al fundar una familia.
Hoy la cuestión de la inmigración es más compleja que simple, porque este asunto aglutina lo cultural añadido el llamado bienestar social, lo económico, el hecho religioso, y la constatación demográfica. Hay quienes ven que la civilización europea enraizada en el cristianismo peligra o más bien desaparece.
Otros vislumbran un mundo multicultural con bosques de humanos aislados unos de otros y con una única realidad común, las calles y aceras que separan sus vidas. Ese mundo «multicultural y diverso en su diversidad» no alberga, ni abriga ganas de compartir raíces comunes, ni siquiera legislación.
No debéis sacrificar la dos primeras identidades en el altar de una Europa tecnócrata y apátrida. La Comisión de Bruselas sólo piensa en la construcción de un mercado libre al servicio de los grandes poderes financieros. La Unión europea ya no protege a los pueblos, sólo protege a los bancos (Card. Robert Sarah)
Una cosa son los grupos humanos de refugiados que huyen de guerras (Siria, lugares de África, Asia), de dictaduras (Venezuela, Cuba, China, Corea del Norte), o de catástrofes (Indonesia, Haití) o de persecuciones religiosas (Nigeria, Sudán del Sur, Irak) hacia otros países vecinos, con la obligación moral y política de acogerlos. Y otra muy distinta un fenómeno inédito de unos pocos años a hoy. Donde un porcentaje muy elevado de personas caen en las redes del tráfico de seres humanos. Además vemos en nuestras calles a muchísimos jóvenes sin oficio ni beneficio abocados al robo, la prostitución o a vagar sin proyección de futuro.
Sin omitir las incontables personas, que emprenden una aventura inaudita por querer salir de la miseria y el abandono.
Lo que hoy presenciamos en este extraño fomento (si no se impide, se fomenta) de la inmigración ilegal y descontrolada, es que además está animada por algunos estratos políticos y económicos europeos, principalmente. Éstos son quienes esconden la mano que mece la inercia de forma cobarde, regenerando la esclavitud y la desestabilidad.
Como consecuencia, la clara convulsión social que se palpa en Occidente y en Europa: reafirmación de identidad frente a disgregación.
Cultura y cualidades espirituales eternas
Gracias a Twitter leí una reflexión muy interesante que ilumina este tema, el médico y escritor Iván López Casanova vino en mi auxilio al publicar esta frase: «Todo lo que se presenta como cultura, pero sin ser una expresión de cualidades espirituales eternas, no es cultura sino moda» (Rob Riemen–‹Para combatir esta era, consideraciones urgentes sobre fascismo y humanismo›).
Lo de las «cualidades espirituales eternas» tiene su aquel en una sociedad como la nuestra, más relativista que firmante de la verdad absoluta, aquella que trasciende al ser humano. La que afirma que somos seres espirituales, con alma y cuerpo, y por tanto con sed de infinito. Quizá por eso, la esencia humana sea la de la búsqueda, la búsqueda de la verdad, la absoluta y la inmediata. La migración siempre comienza por uno mismo, es un viaje interior.
El fenómeno migratorio existe desde que el ser humano pulula por la tierra, más nómada y errante que estable. Esa condición de migrante definió al hombre durante siglos. Sometido a la generosidad y capricho de la naturaleza, el hombre ha buscado lugares donde asentarse para nutrirse, reproducirse y crecer hasta que alcanzó un conocimiento suficiente que le permitió establecerse y expandirse, comerciar, intercambiar, desarrollar la agricultura, las ciudades, etc. En ese devenir durante siglos, las cualidades espirituales eternas nunca se quebrantaron, al contrario, fueron reforzadas.
Sentido sagrado de la vida, de la familia, la llana aceptación como criaturas dependientes de un Creador, una búsqueda y respeto por el orden natural. El hombre en su grandeza poniendo a toda máquina la potencia de su capacidad racional, entendía su pequeñez, por eso crecieron las civilizaciones y se fueron sucediendo unas y otras. Mesopotamia, Egipto, Persia, Grecia, Roma, Oriente y Occidente cristiano, civilizaciones mayas, aztecas, indias, etc. En todas y cada una «las cualidades espirituales eternas» se mantuvieron, independientemente del Dios o de los dioses a los que adorasen.
Para hacer honor a la verdad, la civilización cristiana, y Europa como máximo exponente, ha sido la única que rompió las cadenas en favor de la dignidad, igualdad y libertad del hombre, plenamente.
Pero hoy ese fenómeno ha roto por decirlo de algún modo su inercia natural. Las cualidades espirituales eternas han sido sustituidas por inmigración ilegal permitida, tráfico de personas, proliferación de mafias, consumo, mano de obra barata, degradación social y de costumbres, incremento del sentimiento de superioridad de unas razas respecto a otras.
Palpamos violencia, frustración porque el mundo «multicolor» y multicultural que se nos quiere imponer pretende erradicar la definición de la persona, su identidad, su patrimonio histórico y cultural.
En Europa se constata un crecimiento de la violencia inusual, la educación no ofrece los frutos esperados. Y un abuso por parte de comunidades, particularmente de origen musulmán, que llegan aquí instruidos en que todo lo recibirán gratis de los países ricos europeos.
Todo esto provoca tensión social, ruptura, desconfianza. El agua y el aceite no se mezclan por mucho que la bondad humana sea capaz de romper las ataduras del mal. Aquí hablamos de civilizaciones, culturas y formas de vida enfrentadas.
Determinación por la dignidad humana
Recientemente un Cardenal de la Iglesia Católica, Robert Sarah, africano, expuso claramente un punto de vista que compartimos por su coherencia, conocimiento del devenir humano a lo largo de la historia y también de las posibles amenazas futuras.
La solución pasa por la ayuda en origen, y siempre dejando margen a la libertad humana, individual de ese ser humano buscador de mundos mejores por antonomasia, sin perder las cualidades espirituales.
Esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total. El pueblo judío tuvo que exiliarse, pero Dios lo condujo de nuevo a su país (Card. Robert Sarah)
El Cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es una persona prácticamente desconocida hasta hace unos años. Comenzó una titánica labor de predicación y visibilidad por todo el mundo, particularmente por Europa.
Imparte conferencias y en cuatro años ha publicado tres libros: «Dios o nada», libro entrevista sobre su vida, diálogos con el periodista Nicolas Diat. «La fuerza del silencio. Frente a la dictadura del ruido», una profundización a modo de sentencias y vivencias sobre la importancia del silencio para el crecimiento humano y espiritual de cualquier persona, y por último, «Se hace tarde y anochece», que saldrá en España el próximo mes de septiembre.
En definitiva, un líder espiritual. Una de las pocas voces claras y nítidas que señala de forma inequívoca la solución. Transcribimos unos extractos de la entrevista publicada por Infocatólica el pasado mes de abril.
-Usted escribe que el mundo moderno impone una forma de barbarie atacando a las identidades. Usted, al contrario, defiende el arraigo…- Cuando estuve en Polonia [en octubre de 2017], país criticado a menudo, animé a los fieles a afirmar su identidad como han venido haciendo a lo largo de los siglos. Mi mensaje fue simple: ante todo sois polacos, católicos y, sólo después, europeos. No debéis sacrificar la dos primeras identidades en el altar de una Europa tecnócrata y apátrida. La Comisión de Bruselas sólo piensa en la construcción de un mercado libre al servicio de los grandes poderes financieros. La Unión europea ya no protege a los pueblos, sólo protege a los bancos. Quise afirmar de nuevo a Polonia su misión singular en el plan de Dios. Ella es libre de decirle a Europa que cada uno ha sido creado por Dios para ser situado en un lugar preciso, con su cultura, sus tradiciones y su historia. Esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total. El pueblo judío tuvo que exiliarse, pero Dios lo condujo de nuevo a su país. Cristo tuvo que huir de Herodes y refugiarse en Egipto, pero volvió a su país cuando Herodes murió. Cada uno de nosotros debe vivir en su país. Como un árbol, cada uno tiene su terreno, su ambiente donde crece perfectamente. Más vale ayudar a las personas a crecer en su cultura que animarlas a venir a una Europa en plena decadencia. Es una falsa exégesis utilizar la Palabra de Dios para valorizar la migración. Dios nunca ha querido estos desarraigos. - ¿Cómo se puede explicar que tantas voces en la Iglesia condenen a los países que intentan contener el flujo migratorio?- ¿Los dirigentes que hablan como yo son hoy en día una minoría? No lo creo. Existen muchos países que van en esta dirección, lo que debería hacernos reflexionar. Todos los inmigrantes que llegan a Europa están hacinados, no tienen trabajo, ni dignidad… ¿Es esto lo que quiere la Iglesia? La Iglesia no puede colaborar en esta nueva forma de esclavitud en que se ha convertido la migración de masa. Si Occidente continúa por este funesto camino, hay un gran riesgo de que, debido a la falta de natalidad, desaparezca, invadido por los extranjeros, como Roma fue invadida por los bárbaros. Hablo como africano. Mi país [Guinea Conakry] es mayoritariamente musulmán, creo saber de qué realidad estoy hablando".
Y usted que ha llegado hasta aquí pensará ¿Y yo qué puedo hacer, qué debo hacer? Pregúnteselo y hallará la respuesta, cada uno desde su lugar. Saber si vivimos una cultura cuajada de cuestiones espirituales eternas o si seguimos una moda, no es difícil de averiguar.
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