Acaba de comenzar agosto y el verano, igual que la vida, sigue su curso. Días largos en los que la luz del sol es la protagonista, al igual que en las obras de arte de algunos autores en los que la temática veraniega, sea por sus personajes protagonistas, paisajes, situaciones o iluminación, era la protagonista.
Numerosos autores, de diferentes épocas y estilos, han recogido e interpretado los colores, la luz y las escenas típicas de la época más calurosa del año y como comienzo de este mes, me gustaría recoger algunas de sus obras. En un año en el que la tecnología ha despuntado, acercándonos a la vez que separándonos, juntos en la misma casa pero ausentes, creo necesario retomar el valor de las obra realizada por la mano del hombre. Es decir, de las actividades manuales del hombre, donde su destreza no depende de un ordenador, ni de un algoritmo, sino de la mano que mueve el pincel, de su visión, su interior y de su capacidad para transmitir, entusiasmar y valorar el mundo que le rodeaba.
Verano, por Joaquín Sorolla Bastida
Empezamos por el pintor de la luz y uno de mis pintores preferidos. Sorolla fue famoso ya en vida tanto por sus escenas costumbristas como por sus escenas de playa. En toda su obra se puede apreciar la combinación de gran dosis de realismo junto a un lirismo casi poético.
Si hay algo incuestionable en su pinturas es su impecable dominio del color blanco, que utilizó con brillantes pinceladas durante toda su trayectoria artística. Su estilo puede definirse como impresionista o postimpresionista pues está a caballo entre ambos periodos, incluso hay quien llega a considerar su obra como un cruce entre los impresionistas franceses y los acuarelistas ingleses.
El contacto con la pintura impresionista en su viaje a París en el año 1894 supuso una verdadera revolución en su estilo, que le llevó a cambiar la temática elegida para sus cuadros, comenzando también a pintar al aire libre. Su pintura quedaba así embriagada por la luz y el color del Mediterráneo. El uso de colores claros y su vigorosa pincelada, reproducen escenas a orillas del mar que baña su tierra natal.
El estilo más característico de Sorolla destaca por su exquisita representación de la figura humana, especialmente mujeres con vestidos vaporosos y niños desnudos, a menudo sobre un fondo de playa o paisaje. El artista es un genio plasmando en sus lienzos los reflejos, las sombras, las transparencias, la intensidad de la luz y el color. Consigue transfigurar imágenes cotidianas dando valor a personas normales y escenas de temas intrascendentes con su forma de pintar. Se convierte así en un símbolo de la época estival.
Edward Hopper
Conocido por sus retratos en los que muestra la soledad del hombre contemporáneo, Edward Hopper (Nyack, 1882-Nueva York, 1967) es uno de los principales representantes de la pintura realista americana del siglo XX, tanto dentro como fuera de las áreas urbanas.
Lugares públicos prácticamente vacíos, como bares, hoteles o estaciones, suelen ser los escenarios de la mayoría de sus obras, que suelen caracterizarse por un tratamiento cinematográfico de la escena y un personal empleo de la luz. Aunque vivía y trabajaba en Nueva York, pasó sus veranos de madurez en Cabo Cod, Massachusetts, donde se hizo un estudio soleado y apartado con vistas al océano.
El ‘Martha McKeen’ de Wellfleet mantiene ese título en honor a la joven que, durante sus vacaciones en este lugar, les llevaba a él y a su mujer tantas veces a navegar, una afición que le apasionaba desde que, de adolescente, construyera un láud. Perteneciente a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, el cuadro se encuentra en depósito en la sede madrileña del Museo Thyssen-Bornemisza.
Edgar Degas
Degas, conocido por sus bailarinas, tampoco se retrajo a la hora de dejar una representación del verano. Realizó este cuadro en su estudio, y guiado por la memoria, es por ello que se trata de una escena menos natural y realista que las anteriores y la apariencia de sus personajes es más estática y rígida que refleja su estilo.
«En verano», Pierre- Auguste Renoir
La obra En verano es un retrato de una mujer joven, Lise Théhot, que fue la modelo y amante de Renoir hasta 1872, posando en la mayoría de sus cuadros. El retrato es naturalista y representa una composición simple, una joven sentada de frente, con las manos juntas que destaca sobre un fondo de vegetación denso. Destaca el contraste entre el fondo a base de pinceladas desordenadas y gruesas con toques de luz a diferencia del rostro de la joven, representada con suaves pinceladas que se asemeja a una apariencia fotográfica.
Renoir ofrece quizás una interpretación más sensual del impresionismo, estando más inclinada a lo ornamental y a la belleza. En sus creaciones muestra la alegría de vivir, incluso cuando los protagonistas son trabajadores. Siempre son personajes que se divierten, en una naturaleza agradable a los que da forma con una paleta vibrante y luminosa.
Turner
El pintor es considerado el gran representante de la pintura romántica inglesa, gracias a su prolífica producción con la que supo capturar la esencia de paisajes y lugares con una técnica distinta. Es también conocido como el pintor de la luz por su manejo tanto en óleo como en acuarela.
Con esta bonita estampa de Joseph Mallord William Turner, directamente desde el Romanticismo, podemos imaginarnos que visitamos Florencia en una tarde de junio con todo el aroma de la vegetación en flor. Se respira paz y belleza.
Giuseppe Arcimbolo
Arcimbolo (1527-1593) fue un pintor italiano, conocido sobre todo por sus representaciones manieristas del rostro humano a partir de flores, frutas, plantas, animales u objetos, pintaba representaciones de estos objetos, colocados de tal manera que todo el conjunto tenía una semejanza reconocible con el sujeto que quería retratar. Un proceso cercano a la anamorfosis en el contexto de las ilusiones ópticas o también, la llamada pareidolia. A esta técnica y tópico pictóricos se les llamaron «cabezas compuestas», de carácter paródico, simbólico y extraño, que serían particulares del pintor. No dejó de pintar las estaciones del año y es famoso su Verano.
Francisco de Goya
En 1786, y tras ser nombrado pintor del rey, Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) retoma su trabajo como oficial de la fábrica de tapices con una serie para la ornamentación del Palacio de El Pardo, que debía tratar asuntos jocosos y agradables. El pintor aragonés escogió interpretar, con gran modernidad, las tradicionales Cuatro Estaciones, donde el Verano era representado por Ceres, diosa de la agricultura, de las cosechas y la fecundidad, en la mitología romana. La composición del cartón, que se puede ver hoy en día restaurado en la segunda planta sur del edificio de Villanueva del Museo del Prado, muestra a un grupo de segadores descansando tras la cosecha del trigo. Asimismo, el Museo Lázaro Galdiano, también posee el pequeño boceto de esta obra.
Claude Monet
El idilio de Monet con el verano no se limita a las escenas playeras, un ejemplo es este cuadro en el que los girasoles, propios de esta época, son los protagonistas.
Claude Monet decía que la mezcla de gemas preciosas y polvo de oro es lo que necesitaba para pintar la luz del sol. Los celestes suaves y los tonos rosas de los atardeceres de la Costa Azul lo envolvieron en un estado febril, de dicha y frustración: “¡Qué bonito es todo esto! ¡Pero qué difícil es pintarlo!”.
Ponía a prueba su paciencia a cambio de la recompensa que le brindaba la lentitud. La belleza del instante no se les ofrece en bandeja a los desesperados, de manera que Monet pintaba varias veces el mismo motivo, a diferentes horas del día, como puede apreciarse en varias obras. Para Guy de Maupassant, Monet era algo más que un pintor, era un cazador de impresiones.
Pero no podemos dejar de hablar de sus nenúfares o del jardín de Giverny: “La obra de arte más bonita que nunca creé es mi jardín”. Cuando se marchaba de viaje, Monet escribía cartas en las que preguntaba cómo estaban sus amapolas, las capuchinas, los nenúfares azules, las agrimonias amarillas, las albarderas japonesas. Algunos niños persiguen los peces de colores que nadan en el estanque, bajo sus pies. Tratan de atravesar la cortina invisible que los separa de tanta maravilla. Juegan con los reflejos de luz. Es el verano de Monet.
Mariano Fortuny
Es considerado como uno de los pintores españoles más importantes del S. XIX, después de Goya, Mariano Fortuny y Marsal (Reus, 1838 – Roma, 1874) cultivó una figuración preciosista, de pincelada, en apariencia, espontánea. Desnudo en la playa de Portici es una de sus últimas obras, en la que se vislumbraba cierta evolución que su prematura muerte (apenas 36 años) impidió. Durante el verano de 1874, se trasladó con su familia a esta localidad cercana a Nápoles y allí pintó por primera vez motivos de mar al aire libre. Acostumbrado a la anatomía, el artista plasmó, con una acertada postura, el placer del niño al calor del sol, representando su cuerpo con gran precisión y pincelada suelta, y logrando un acercamiento al natural muy novedoso, justo el mismo año de la primera exposición impresionista. La pintura fue legada por Ramón de Errazu al Museo del Prado.
El olor a verano de los cuadros de Vincent Van Gogh
Si pudiéramos oler los cuadros de Vincent Van Gogh lo harían, sin duda, a verano. Será por su predilección en el uso del color amarillo o por los girasoles, también amarillos, que elegía para sus cuadros, pero es innegable que la época estival es la protagonista de muchas de sus obras.
Édouard Manet
Pese a que se le considera uno de los padres del Impresionismo, nunca fue un impresionista en el sentido estricto de la palabra, y su persona y obra fue siempre controvertida.
Los problemas de salud del pintor, que impedían la mayor parte de sus movimientos, motivaron que en el verano de 1882 alquilara una casa en Rueil, pasando en este lugar desde julio hasta octubre. aunque retrato la entrada con su jardincillo, la gran protagonista de esta composición es la luz, tomada posiblemente del natural.
Mary Cassatt
Y terminamos este resumen de pintura sobre el verano con una mujer. Mary Cassatt (1844-1926) vivía en Francia cuando comenzó la Guerra Franco-Prusiana, donde conoció a Degas (con quien tenía afinidad temática, por su preferencia por los interiores y las mujeres que él representaba). A Cassatt siempre le interesó reflejar el papel social de la mujer, como reflejo de la libertad que ella sentía.
En sus cuadros no llega a disolver las formas y personajes como es propio en el verdadero impresionismo, sino que prefiere que se aprecien los contornos y el claroscuro (dos características de la pintura norteamericana de esta época). Sin embargo, le interesan mucho las luces y las variaciones lumínicas. También tuvo influencia de la estampa japonesa en la distribución de los planos, en los contornos, en la disposición de los elementos, en las diagonales, etc. En la década de lo ochenta empezó a trabajar con éxito el grabado, realizando obras con la técnica de punta seca y aguatinta. En 1893 realizó una exposición individual en París. En 1895 expuso en la Galería de Durand- Ruel en Nueva York. Su pintura va perdiendo el carácter difuso y la pincelada es más grande. Su obra fomentó la aceptación de la pintura impresionista en Norteamérica, influyendo en el resto de impresionistas.
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: