Este verano he tenido la oportunidad de visitar la magnífica exposición “Silences” del Musée Rath de Ginebra. Su objetivo es mostrar el esfuerzo de los artistas por superar las limitaciones de la inmovilidad y el silencio de las artes visuales, utilizando el color, el ritmo y la composición para evocar el sonido y las sensaciones que quieren reflejar en ellas.
¿Las artes visuales son realmente silenciosas?
La muestra “Silences” recoge diferentes artes visuales en una mezcla de épocas y géneros. Predominan las obras pictóricas, desde los géneros que según la concepción tradicional se situaban en la cúspide de la expresión artística, como el histórico, el mitológico o el religioso, hasta el género llamado «naturaleza muerta», rebajado al último lugar por esta concepción jerárquica de los géneros pictóricos.
El silencio característico de las artes visuales no significa ni mucho menos que los artistas quisieran crear obras sin “sonoridad” o que no pretendieran “excitar” al observador que las contemplara. El silencio de sus creaciones es “una suerte de presencia que emana de ellas y sugiere un estado de ánimo particular para el espectador”.1
El silencio de las artes visuales es como una suerte de presencia que emana de ellas y sugiere un estado de ánimo particular para el espectador
La obra de arte revela tres niveles de silencio
En la guía de la exposición se explica que cada obra revela tres niveles de silencio: el que el artista sintió cuando estaba pintando, el que expresa el tema de la obra y el que experimenta el espectador que la está observando.
El artista japonés Etsuro Sotoo, continuador de la obra de Gaudí en el templo de la Sagrada Familia decía: “Nace una nueva música en cada actuación, un nuevo libro en cada lectura, un nuevo cuadro en cada exposición, porque siempre cambia el público y el eco que se genera en su interior”2. Sí, cada expresión artística nace para pervivir en cada persona que la contemplará en el futuro.
Cada obra expuesta en el Musée Rath transmitía un “sonido” propio, singular, y al comentar la exposición con las personas que me acompañaban, ¡era tan diferente lo que a cada una nos sugería!
La pintura como “poesía silenciosa”
Es célebre la afirmación de Simónides de Ceos (siglo V a. C.) al tratar sobre las analogías entre la poesía y la pintura, que recogió Plutarco: “la pintura es poesía silenciosa, la poesía es pintura que habla”.
En cada obra de arte hay un relato pictórico, ya sea una mujer que se aleja de nosotros y se sienta junto a un piano silencioso, el bosquejo de un paisaje veneciano, una sala vacía, objetos cuidadosamente dispuestos en una mesa, un sentimiento de soledad apenas oculto detrás de unos ojos inescrutables…
Lada Umstätter, comisaria de la exposición “Silences”, se apoya en ello para explicar, al hilo de los distintos géneros que se muestran, que “hay obras que “hablan” o incluso “gritan” y hay otras que “guardan silencio”. Algunas alientan la oración interna, otras abren el camino a la contemplación del infinito, algunas nos dejan estupefactos o asombrados, mientras que otras, enigmáticas y secretas, permanecen fuera de nuestro alcance inmediato”.1
La pintura es poesía silenciosa, la poesía es pintura que habla (Simónides de Ceos, siglo V a. C.)
Naturaleza Muerta – Silent Life
Este género apareció por primera vez en los Países Bajos a mediados del siglo XVI. Se caracteriza por la representación de objetos naturales utilizados para decorar un interior privado que, como frutos del trabajo del hombre, simbolizan el éxito de la vida familiar ideal, tranquila y serena. En este entorno el silencio se practica leyendo, escribiendo, conversando…
Los bodegones, la pintura de género, los paisajes e incluso los retratos, se han considerado a menudo como géneros de segunda categoría, destinados para ser vistos en un contexto privado y doméstico.
Por ello, el silencio o la “menor expresividad” de estas obras intimistas no tienen por qué significar una falta de ambición. Así lo demuestra también el movimiento artístico del cubismo, que recupera la pintura de bodegones, retratos y paisajes, minimizando la importancia del tema para ofrecernos así una mayor introspección. Este género al que se ha mirado despectivamente puede ser, con frecuencia, aquel con el que podemos sentimos más cerca de los artistas.
Lo que no se dice – Left Unsaid
Detrás de cada pintura hay una verdad que no se explica: la intención del artista, lo que estaba pensando cuando la pintó. Las artes visuales muestran cosas, pero dejan lo esencial sin decir. Por ello, como se sugiere en la guía de la exposición, el maravilloso cuadro de Marguerite Burnat-Provins “Autorretrato con el dedo en la boca” ¿No podría titularse “El Secreto”?
Otras veces el silencio está cargado de vicios reprimidos o de asuntos desagradables de expresar. Un artista destacado en representar lo tácito es el pintor suizo Félix Vallotton. El cuadro The Hatred, escogido para la exposición, es una muestra genial de ello.
‘Vanitas’ – Vanity
Este género desarrollado en la Holanda del siglo XVII, se basa en el pasaje del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Su silencio invita a la reflexión sobre nuestro destino mortal, a no dejarnos deslumbrar por el esplendor de una vida finita ni por la naturaleza ilusoria de las riquezas o la vanidad del conocimiento.
En estas pinturas se revelan débiles rastros del paso del tiempo, de la fragilidad de la existencia y de la muerte, como por ejemplo la grieta pintada en la mesa debajo de la cesta del cuadro «Bodegón con cesta de vasos» de Sébastien Stoskopff.
Melancolía – Melancholy
Desde la Antigüedad se ha considerado normalmente la melancolía como el temperamento creativo y por eso se filtra en tantos autorretratos, el género más introspectivo de todos.
Las pinturas de esta temática muestran físicamente esa disposición interior triste o sombría de sus personajes, con una postura retraída o una mirada distraída en la que los ojos están cerrados, bajos o permanecen mirando fijamente al vacío. El grabado “Melancolía” de Durero es un arquetipo de esta postura contemplativa típica de la melancolía.
Incluso cuando las miradas vagas y distantes de esas figuras silenciosas se dirigen hacia el espectador, parecen alejarse de este mundo para sumergirse sola y profundamente en sus propias almas.
Paisajes silenciosos – Silent Landscapes
La pintura de paisajes, desprovista de anécdotas, invita a la contemplación y como tal, a una respuesta silenciosa. También nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza: percibirla desafiante, lograr “domesticarla” y protegerla o, como tristemente ocurre en la actualidad, amenazarla.
Los paisajes románticos y los de belleza peligrosa o cruda e inexpugnable de las pinturas mostradas en el museo avivan en el espectador sentimientos encontrados.
Espacios de Silencio – Spaces of Silence
Provoca una sensación muy original la instalación de Alexandre Joly mostrada en la exposición. Es una barca que simula estar llena de agua oscura. La recorren ondas sonoras que causan oscilaciones en su superficie, apenas perceptibles.
Esta barca sugiere al espectador un lugar de transición donde lo visible coexiste con lo invisible, como esas ondas que se mantienen en el límite de lo que es perceptible. Es una referencia a la sensación que suscita el cuadro del pintor suizo Arnold Böcklin’s ”La isla de los muertos”: pisar el umbral entre la vida y la muerte, entre la oscuridad y la luz. En la exposición se puede contemplar la versión de esta obra que trabajó el artista visual Mat Collishaw.
Silencio Sagrado – Sacres Silence
Las obras de arte cristiano buscan conmover en silencio a los espectadores para que se sientan más cerca de Dios y hablen con Él. En ocasiones los artistas buscan que las expresiones y actitudes de los personajes sagrados o de los santos, inviten a quienes les observan a seguir su ejemplo.
En la guía de la exposición leí que, según el místico San Juan de la Cruz, cuando el espíritu permanece en silencio “Dios instruye al alma«, por lo que solo en el silencio la palabra de Dios puede alcanzar un sentido pleno; y que el silencio con el que contemplamos estas imágenes coopera en gran medida en nuestro proceso de unión con Dios.
El artista de arte sacro Etsuro Sotoo, católico converso, nos revela la secreta relación entre Dios, la belleza y el arte: «Algo divino nos inspira siempre y por eso el arte no cansa y el consumo sí”. Este escultor japonés cree que la mayor satisfacción es poder decir ante su obra: “no he sido yo”, y que la mayor alegría es ofrecer a las personas una belleza que les acerque a Dios y a Dios una belleza que le acerque a las personas.2.
Referencias
Imagen de portada: Musée Rath – Geneva, Switzerland. Matt Kieffer en Flickr
1 Folleto de la Exposición “Silences” Musée Rath, Genève (14 Juin – 27 Octobre 2019)
¿Qué te pareció este artículo? Deja tu opinión: