Con la maestría de su fina pincelada, Frida Kahlo dejó plasmado su rostro cejijunto y su bigote en 55 autorretratos…y la sensibilidad de su alma herida.
La pintura de Frida se ha asociado con varios “ismos” (movimientos artísticos): el Primitivismo, el Realismo Mágico, el Surrealismo y el Indigenismo. A título póstumo, su obra ha adquirido gran influencia en estudios feministas y debates postcoloniales. Como mujer, se ha convertido en un icono cultural a nivel mundial. Sería el polo opuesto a Marilyn Monroe.
El estatus de celebridad de un artista para el público de masas, es el resultado de su permanencia en el subconsciente general. Cuatro exposiciones en Chicago, Londres, Milán y Canadá, muestran que Frida sigue de rabiosa actualidad. “Unbound: Contemporary Art after Frida Kahlo” (2014) en el Contemporary Art Museum de Chicago, mostró su impacto en el concepto del cuerpo y su desafío frente a la estética actual. “Dreamers Awake” (2017) se presentó en The White Cube Gallery de Londres, con una selección de sus primeras pinturas.
Utilizó el simbolismo visual del dolor físico como un intento a largo plazo para comprender mejor el sufrimiento emocional. Sin saberlo, creó un medio nuevo y original para analizar los aspectos más complejos de la identidad femenina.
Mucho antes de Frida, el lenguaje de la muerte, la pérdida y la individualidad había sido investigado por artistas como Alberto Durero, Francisco Goya y Edvard Munch, pero estos temas nunca habían sido tratados por una mujer pintora. No solo penetró en ese idioma existente, sino que además lo amplió y lo hizo suyo. Al exponer literalmente su propio cuerpo, representándolo en sus lienzos, ayudó a abrir nuestras entrañas a la comprensión del dolor. Coleccionaba objetos y temas que repetiría a lo largo de su carrera, como trajes típicos, cintas, cabellos y monos mascota. Pintó pequeños alfileres perforando su piel, revelando que todavía «duele» después de una enfermedad y un accidente. Plasmó lágrimas mostrando su batalla interna entre la presión real de heridas y la psicológica de traumas. Utilizó el simbolismo visual del dolor físico como un intento a largo plazo para comprender mejor el sufrimiento emocional. Sin saberlo, creó un medio nuevo y original para analizar los aspectos más complejos de la identidad femenina.
Una madre sin hijos
A través de sus cuadros, Frida transformó en un deber legítimo que las mujeres mostraran externamente sus dolores y frustraciones, facilitando así que reaccionaran para darles sentido y entenderlas. Se ha convertido en icono para mujeres artistas y modelo del rol femenino.
Con una pregunta clave para los surrealistas, Frida también se cuestiona: ¿Qué es la mujer? Después de tres repetidos abortos involuntarios, la pintora se pregunta por el significado de la subjetividad materna de manera irreversible. En sus pinturas, se ve a través del simbolismo umbilical (mostrado por raíces o cintas) que Frida está conectada a todo lo que la rodea y se siente una «madre sin hijos”.
Como pasaba mucho tiempo en cama, trabajó obsesivamente en impactantes autorretratos. Su propio reflejo le alimentó un interés inquebrantable por el concepto de su identidad. Estaba particularmente interesada en su ascendencia mixta, alemana-mexicana y en su rol como esposa y amante.
Frida refleja un gran simbolismo religioso en todas sus pinturas. Se retrata como una Virgen que sostiene a sus «bebés animales» o se convierte en una divinidad acunando a su esposo Diego. Incluso se identificó como San Sebastián y como Cristo mártir. Se presenta como una profetisa cuando toma la mesa en su pintura de Última Cena, y su accidente cuando la empala en una barra de metal y recuerda la crucifixión, sugiriendo su propia santidad. Antes de Frida Kahlo, las mujeres que trataban de expresar sus emociones mas profundas y tormentosas eran etiquetadas de histéricas o encerradas por locas mientras que los hombres eran simplemente clasificados como tipos de carácter melancólico. Al permanecer artísticamente activa bajo el peso de la tristeza, Frida reveló que las mujeres también pueden ser melancólicas o estar deprimidas y que estos términos no deberían considerarse distintos para hombres y mujeres.
Traumas de infancia
Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón nació en La Casa Azul en Coyoacán, cerca de México en 1907. Su padre, Wilhelm, había nacido en Alemania pero de niño se mudó a Mexico donde se hizo cargo del estudio de fotografía de la familia de su mujer.
Matilde Calderón era de ascendencia mixta española e india. Educó estrictamente a sus cuatro hijas. Frida tenía dos hermanastras del primer matrimonio de su padre. La Casa Azul no fue solo su hogar de infancia sino también el lugar donde volvió a vivir, a pintar y donde murió en 1954. Se convertiría después en Museo Frida Kahlo.
Varios eventos marcaron su infancia, empezando por la rigidez de su madre, sus ataques histéricos y el fanatismo religioso de la época. A los seis años, contrajo la polio con una larga recuperación que la aisló de otros niños obligándola a cojear y dañando sus piernas de por vida. Su padre Wilhelm, a quien adoraba, inscribió a su hija inválida en el Colegio Alemán de México. Allí descubrió a filósofos europeos como Goethe, Schiller y Schopenhauer. Sin embargo, todas sus hermanas fueron educadas en un convento pero su sed por aprender y el trato de preferencia de su padre le abrió la mente con una educación “moderna”.
Curiosamente, Frida estaba interesada en sus dobles raíces: su herencia mixta europea y mexicana le proporcionó una fascinación de por vida y un enfoque muy particular hacia la vida y el arte. Tuvo una experiencia horrible en el colegio pues fue abusada sexualmente, lo que hizo que cambiara a otra escuela elitista, recién creada tras la Revolución Mexicana, donde sólo admitían a 35 chicas y pudo estudiar con un sistema innovador. Allí destacó académicamente interesándose por la medicina y la cultura mexicana y se hizo activista política.
Pinto autorretratos porque estoy mucho tiempo sola, soy a quien mejor conozco.
Una estrella estrelladísima
Cuando Frida tenía 15 años, descubre a Diego Rivera, ya artista famoso, pintando un inmenso mural, “La Creación del Mundo” (1922) en el teatro de su escuela. Al verle en pleno proceso creativo, Frida experimentó un arrebato de fascinación que exploraría durante toda su vida. Mientras tanto, vestía como un chico, ayudaba a su padre en el estudio de fotografía, recibía clases de dibujo y salía con un grupo de estudiantes revolucionarios.
Fue en esa época cuando por desgracia, volviendo de la escuela en autobús, tuvo un grave accidente. Sufrió múltiples fracturas por todo el cuerpo, su pelvis fue aplastada y una barra de metal atravesó su útero. Pasó un mes en el hospital inmóvil, prisionera en un corsé de escayola y después en su casa, muchos meses más en cama. Las secuelas le duraron toda su vida: llegaría a someterse a 32 operaciones quirúrgicas y no pudo tener hijos.
Durante su larga recuperación, comenzó a experimentar con retratos autobiográficos. Le construyeron un caballete especial con un espejo colocado sobre su cabeza para que pudiera ver su propio rostro.
Pasó miles de horas enfrentando problemas existenciales planteados por su trauma, incluyendo depresión, un sentimiento de disociación de su identidad, una creciente interioridad y una cercanía general a la muerte. Dibujaba inspirada por el realismo de los retratos fotográficos de su padre y trató de recrear con la misma intensidad psicológica, sus propios retratos, de sus hermanas y sus amigos de la escuela. Incluso llegó a pensar en hacerse ilustradora médica ya que creía que así uniría sus aficiones por la medicina y el arte.
Hay quien nace con estrella, otros nacen estrellados… yo soy de las estrelladísimas. Frida
En 1927 se unió al Partido Comunista Mexicano introduciéndose en círculos artísticos y políticos. Se hizo íntima amiga y amante de la italiana Tina Modotti, fotógrafa, actriz, periodista, modelo y revolucionaria. Fue en una de sus fiestas, Frida fue presentada a Diego Rivera, uno de los artistas más famosos de México. Frida le preguntó audazmente, mostrándole uno de sus retratos, si su trabajo era digno de seguir una carrera como artista. Él quedó impresionado por la honestidad y originalidad de su pintura y le reafirmó sus talentos. Rivera ya había estado casado dos veces y era conocido por su insaciable afición por las mujeres. Sin embargo, tuvieron una breve relación y se casaron inmediatamente a pesar de la oposición de su madre, de quienes decían eran “el elefante y la paloma” pues era un hombre altísimo, enorme, obeso y de rostro desagradable. Su padre, sin embargo, le apoyó incondicionalmente, como siempre. La pareja se mudó a Cuernavaca, donde Frida empezó a dedicarse a la pintura en cuerpo y alma.
Pronto su obra evolucionó hacia un sentido más profundo de su identidad mexicana. Esta faceta surgió de su interés por el movimiento indigenista y por la preservación de su “mexicanidad” en oposición al ascenso del fascismo en Europa. Para distanciarse de sus raíces germánicas, cambio su nombre de Frieda a Frida y fue más allá: tomó la decisión de usar el traje tradicional de Tehuana, vestido de antiguas épocas de matriarcado indígena. En esa época tuvo tres embarazos fallidos, trauma que trató de liberar representándolo en su pintura, dura y hermosa. Es la proyección de la experiencia femenina particular por medio del simbolismo y la autobiografía.
La mecha de la bomba
En la década de 1930, Frida y Diego vivieron en San Francisco, Detroit y Nueva York, mientras el pintor creaba varios murales de grandes dimensiones. Frida también creó algunas obras clave como “Frida y Diego” y “Autorretrato entre Mexico y Estados Unidos” expresando la rivalidad entre las dos tierras, entre naturaleza e industria. El destino de Frida y el de México moderno, están intrínsecamente conectados en un proceso de revolución y renacimiento. A ella, una artista revolucionaria, le tocó nacer en medio del caos político que vivía su país inmerso en un proceso de sangriento renacer, como ella misma tras su accidente y abortos involuntarios.
Tanto si estaban en New York, París o en su querido Coyoacán, Frida siempre vistió con el elaborado y colorido traje típico Tehuano de las indias. Así como la realidad política de su país iba siendo remodelada y redefinida, igualmente lo hacía con ella su esposo, el cotizado muralista. Si México era para Frida su verdadero padre, Diego, 20 años mayor que ella, representaba su hijo grande. Le llamaba “mi pequeño bebé”. Su relación fue una unión poco convencional y problemática, muy apasionada y sobrevivió numerosas infidelidades por ambas partes, separaciones e incluso, un divorcio con reconciliación, llegando a celebrar un segundo matrimonio. El amor de la pareja se sometió a duras pruebas pero, como se demuestra en las raíces de la pintura «El abrazo de amor«, el amor de Frida por Diego fue tenaz. La incorregible actitud mujeriega de Diego ( llegó hasta el colmo de seducir a su hermana menor), contribuía a aumentar su dolor. «Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida”, dijo Frida, «uno donde un autobús me tumbó al suelo… el otro accidente es Diego».
El matrimonio no tuvo hijos debido a los abortos consecutivos no deseados, que ella plasmó en pinturas. Reflejan la esencia femenina y su capacidad de afrontar sufrimiento, dolor y pena. La maternidad frustrada fue fuente de muchas de sus angustias, tanto como las infidelidades de Diego. Para Frida Diego era todo: «Mi niño, mi amor, mi universo...”
Diego, artista del realismo social, se deshizo en lágrimas de orgullo cuando Picasso expresó su admiración al ver un autorretrato de Frida. En una entusiasta carta de recomendación para una exposición escribió: «Yo la recomiendo, no como esposo sino, como un entusiasta admirador de su trabajo, ácido y tierno, duro como el hierro y delicado y fino como el ala de una mariposa, adorable como una hermosa sonrisa, profundo y cruel como lo más implacable de la vida…”
Pies para que los quiero si tengo alas para volar. Frida
Como pintores, la pareja era extraordinariamente productiva. Cada uno consideraba al otro el mejor artista de México. Ella se refería a él como el «arquitecto de la vida». Asumían con un profundo orgullo la creación del otro, a pesar de haber sido drásticamente diferentes en estilo y forma. Montado en un andamio y a la intemperie, Diego pasaba horas trabajando en un mural día tras día. Amaba obsesivamente pintar, tanto como Frida lo amaba a él, creando inmensos murales públicos con temas políticos. Frida, en cambio, estaba la mayor parte de su tiempo inmovilizada con un corsé y acostada en la cama o encerrada en un hospital, sometiéndose a una cirugía o recuperándose de otra. Alternaba intensos periodos entre la languidez y la creación de su universo pictórico personal.
Casi la tercera parte de su obra, 55 pinturas, son autorretratos. En algunos, su rostro, con el hieratismo de una máscara, refleja una mirada fija e impasible. En otros en cambio, una gráfica y detallada representación de sus órganos internos nos revelan el estado de su mente atormentada. Con una sola imagen, es capaz de revelarnos y revelarse a sí misma, lo más indigno de una traición o el dolor de un aborto accidental.
La pintura de Frida, a veces fantástica, a veces sangrienta, fascinó a los surrealistas que la incluyeron en alguna de sus exposiciones en Paris y New York. Incluso llegó a tener un breve romance con André Breton, poeta y escritor, padre del Surrealismo y autor del famoso “Manifiesto” en Paris (1924). Frida comentó: «Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad».
André Bretón definió el trabajo de Frida Kahlo como «la mecha de una bomba». Sin embargo, ella siempre evadió todo tipo de etiquetas. Diego la definía como realista. Su biógrafa, Hayden Herrera, escribió que, “incluso en sus más complejas y enigmáticas pinturas, Frida está con los pies muy sobre la tierra al representar imágenes reales de la forma más literal y directa”. Emulando el arte típico mexicano, sus pinturas evocan hechos y fantasías que se entremezclan como si fueran inseparables e igualmente reales. Su estilo es lo que se llamó más tarde Realismo Mágico.
Fridomanía o “Las penas que nadan”
En 1953 se organizó la única exposición individual en su país durante la vida de la artista. Un crítico escribió: “Es imposible separar la vida y la obra…sus pinturas son su biografía”. La salud de Frida estaba muy deteriorada y los médicos le prohibieron acudir a la Galería de Arte Contemporáneo. Como buena revolucionaria, no les escuchó y llegó en ambulancia, asistiendo a su exposición en una cama del hospital con ruedas. La cama fue colocada en el centro de la galería. Frida contó chistes, cantó y bebió durante toda la tarde. Los fotógrafos y los periodistas se quedaron impresionados, y la exhibición fue un rotundo éxito.
Ese mismo año tuvieron que amputarle la pierna debido a una infección de gangrena. Esto le sumió en una gran depresión e incluso llegó a intentar suicidarse con opiáceos en un par de ocasiones. Como catarsis, escribía poemas en sus diarios sobre el dolor y el sufrimiento. Murió en su Casa Azul en 1954 y sus restos fueron velados en el Palacio de Bellas Artes de Mexico y sus cenizas esparcidas por su casa natal, que sería convertida en el Museo Frida Kahlo en 1958. Allí se exhibe el último cuadro que pintó con sandías en tonos rojos muy vivos. Junto a su firma se puede leer «Viva la vida. Coyoacán, 1954, México». Las últimas palabras en su diario fueron: «Espero alegre la salida y espero no volver jamás».
Quise ahogar mis penas en licor pero las condenadas aprendieron a nadar. Frida
Aunque gozó de la admiración de destacados intelectuales y pintores de su época como Kandinsky, Picasso, Breton o Duchamp, su obra sólo alcanzó fama y reconocimiento internacional después de su muerte. Más allá de su trascendencia artística, el fenómeno de la “Fridomanía” y comercialización de su imagen ha sido imparable en el mundo desde que en 1990. Por ejemplo Madonna empezó a coleccionar sus cuadros. En 1991 se estrenó la opera “Frida” en Filadelfia. En 2002 la actriz Salma Hayek protagonizó su vida en una película de Hollywood “Frida” basada en el libro de su biografía y premiada con dos Oscars y un Globo de Oro. En 2017, la empresa Frida Kahlo Corporation puso a la venta la “Vajilla Frida” e incluso registró como copyright las cejas de la pintora. Su influencia sigue vigente hoy mas que nunca, ahora como pintora e icono del feminismo.
Febrero 2018 marca la vuelta de Frida Kahlo a Europa, con una exposición de sus pinturas en el Museo de la Cultura de Milán (MUDEC), “Frida más allá del mito” (hasta el 3 de junio). Otra exposición, su colección personal de fotografías, se presenta en el Glenbow Museum de Canadá hasta el 21 de Mayo.
El legado de Frida, pionera del Realismo Mágico, no puede ser subestimado. Sin exagerar, su arte ha influenciado a muchísimos artistas, inspirando no solo a amantes del arte., sino que su obra también ayuda a personas que sufren secuelas físicas o psíquicas, como resultado de un accidente, un aborto espontáneo o un matrimonio en crisis. Frida articuló con sus pinceles sus complejas experiencias. Consiguió transformar sus dolores en arte, sus traumas en formas y colores. Posiblemente y sin pretenderlo, los hizo más manejables, dando esperanza a otros para asimilar el dolor, poder resistir, recuperarse y recomenzar una y otra vez.
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