Los murales han decorado paredes a lo largo de la historia, estancias interiores, iglesias u otras construcciones públicas. Actualmente se siguen utilizando y decoran ciudades y edificios.
Los murales exteriores son una oportunidad no sólo para el artista, cuya obra puede admirar o incluso criticar mucha más gente de forma cercana, sino que contribuyen a decorar el entorno y le dan a la ciudad un motivo para romper la monotonía, es una oportunidad más de hacer el arte asequible a todos, además de embellecer las áreas comunes.
Estos murales contribuyen a cambiar el día a día de los ciudadanos, sus barrios, sus zonas de paso cotidianas, y casi su rutina.
Una de las ciudades que más han cambiado su entorno es Estepona.
La ciudad que he descubierto estos días, parece otra, el centro ha sido renovado con un encanto tradicional, calles pintadas de macetas con flores y miles de colores, sobre el blanco impoluto de sus casitas de pescadores, pintorescas plazas que lucen su encanto, sobre todo en estos días del sol. Mientras tanto, varios murales decoran las barriadas, unos 33 actualmente. Parecen cuadros gigantes colgando de las grandes paredes, algunos de ocho plantas, unos realistas como la niña con la regadera, o el pescador y otros abstractos.
Uno de los últimos murales es un homenaje a los niños refugiados. El arte se ha utilizado también ha utilizado como una forma o medio de reivindicación, no sólo ha sido la forma de expresar los cambios sociales, sino que ha servido de denuncia. El objetivo de este mural en particular ha sido el de recordar a todos una situación que parece sólo un problema de otros por estar lejana físicamente, y cuyas mayores víctimas, como siempre, son los niños. De ahí surgió “In Memorian”.
Los niños siempre han sido las víctimas de los conflictos que crean los adultos, surge así la intención de denunciar la pasividad con la que se está tratando este tema, los niños que están muriendo en la huida, los miles de niños desaparecidos, la situación en la que viven muchos de ellos durmiendo en las cunetas de las carreteras, en el campo, independientemente de la época del año que sea, sin comida, y pese a haber llegado a “su tierra prometida…”
¡Que situaciones tan terribles y ajenas a nuestra seguridad occidental son las que debe vivir una familia para querer sacar a sus propios hijos de su hogar, de sus países, aún sabiendo que estos pueden morir en el intento!
Que fuerza y coraje muestras tantas de estas personas… y que lejos lo vemos. De ahí el título del mural como homenaje a estos niños, y en memoria de ellos.
Si eres pintor pero esta es la primera experiencia como muralista, el vértigo que sufres al subir a la grúa por primera vez, fruto de la altura y el movimiento de la misma, hace que sea una aventura emocionante. Pintar sin los pies en el suelo es un reto, una mezcla entre esquiar y afrontar las olas en un barco, si bien, ese suelo movible termina siendo tan firme como uno de cemento.
Tomarte el bocadillo con las nubes de fondo es bastante curioso, ya que no necesitas subir a un pico para compartir en entorno y aislarte de la ciudad.
Aunque todo está calculado para no perder la perspectiva, las medidas, los tamaños…
cuando sale la inspiración artística, empiezas a mezclar colores como en una paleta gigante, que ahora son latas y botes, ya no hay vértigo, ni ojos que te miran, como si sólo estuvieras tu, en este caso también tu compañera de aventura…y un lienzo gigante.
Empiezas a trazar líneas que poco a poco van tomando forma y color, sombras que se van definiendo, tratando de perfilarse bajo tus brochas, manos y dedos, como queriendo tomar vida. Bajas y vuelves a subir a 10 metros, esos 10 metros que luego son 14 y donde parece imposible que puedan resultar formas que estén en equilibrio, y de repente todo está hecho, y subir y bajar es un paseo emocionante para perfilar detalles y repasar formas…
Una de las cosas más agradables, a la vez que arriesgadas, de trabajar en la calle, es compartirlo con la gente, los vecinos, las personas que trabajan cerca y pasan todos los días, e incluso desayunan a diario debajo de la grúa, de tus pies, observando como trabajas, y en este caso, como disfrutas pintando. Por un lado, esos días te conviertes en un elemento más del mobiliario urbanístico, y si no estas algún día o te vas antes, te preguntarán más tarde por ello por que algo falta. Pero por otro lado, estas observado por muchos ojos, que no sólo miran también opinan, corrigen, y que a veces simplemente demandan conversación, en la quizás única salida diaria de su casa.
Hemos disfrutado mucho pintando estos días, a pesar del calor y los madrugones para intentar evitarlo. Ha sido una aventura que sobretodo recuerdas cuando te vuelves a enfrentar a un lienzo de tamaño normal en el que ya todo te parece pequeño y sin duda, menos arriesgado.
¡Gracias Estepona por dejarnos poner nuestra humilde huella!
“Toda esa gente que veo atravesando ciudades desconocidas, todos esos rostros, esas manos, esas espaldas, esos cuerpos que morirán antes o después que yo, todas esas vidas extrañas, las aprieto contra mí un segundo y todos, sí, todos, hombres, mujeres, niños, me impresionan por su valor de vivir, simplemente por vivir, todos me parecen mejores que yo, y ese pensamiento quizás sea extraño, quizás enfermo- en tal caso espero que esa enfermedad sea incurable, por tanta dicha como me proporciona.” Bobin (Autorretrato con radiador)