En un mundo en el que parece que ya nada asombra, se impone la necesidad de recuperar la admiración por la belleza, por ello la restauración de la Anunciación de Fray Angélico fue una gran sorpresa para todos.
El fraile Juan de Fiésole, como eligió llamarse, fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de octubre de 1982, convirtiéndose en el beato Fray Angélico, como es conocido normalmente, siendo declarado patrón de las artes nobles y, muy especialmente, de los pintores.
La nueva luz que ilumina esta pintura desde su restauración, la luz que sale de las manos de Dios para iluminar a su protagonista corresponde a…”el Señor está contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres…” En cuanto al ángel, su maravillosas alas y su ropaje reflejan el valor de ser el mensajero de Dios.
Ahora sí puede decirse que Fra Angélico fue capaz de representar la importancia de ese momento, con toda su luz y color.
Esta obra, expuesta desde hace años en el Museo del Prado, se ha convirtió en la protagonista de una de las actividades del museo del Prado cuando celebró su segundo centenario junto a su restauración.
La obra fue pintada hacia 1425 con témpera al huevo sobre una tabla de chopo, para el convento de Santo Domingo de Fiésole, quienes la vendieron en 1611 para cubrir los gastos de un nuevo campanario, llegando de esta forma a España como regalo para el Duque de Lerma, cuyo destino fue las Descalzas Reales de Madrid, pasando al Museo Del Prado en el siglo XIX.
La pintura representa el primer altar florentino de estilo renacentista en el que se utiliza la perspectiva para organizar el espacio, donde además, se descubre cómo las arquerías de estilo gótico pasan a transformarse bajo formas más rectangulares.
Pero eso no es lo mejor de esta nueva obra, nueva, porque el brillante color recuperado, así como la aparente nueva luz que envuelve la escena, han descubierto la verdadera intención y arte de su autor, descubierto detrás del humo de las velas, la suciedad de la contaminación y el óleo de algún artista aventurado a corregir o “arreglar” el problema que tuvo el cuadro.
Nos imaginamos a un joven Guido di Piero, de apenas treinta años, con una gran sensibilidad artística y un corazón enamorado de Dios, intentando transmitir la belleza de la Anunciación, del valor del Sí de una sencilla chica que hizo posible el inicio de la era cristiana.
Esta limpieza, sin embargo, ha consolidado la Anunciación como una de las obras más espectaculares del autor, quien nos muestra así su gran dominio del color, como ahora puede apreciarse, así como su gran conocimiento de las transformaciones que estaban sucediéndose en el arte Toscano de esa época.
La restauración se pudo realizar gracias a la generosa colaboración de Friends of Florence y American Friends of the Prado Museum, con el Museo Del Prado, bajo la dirección de Almudena Sánchez en el Taller de Restauración del Museo, así como de otras obras ajenas al Prado que también forman parte de la exposición: “Fra Angélico y el origen del Renacimiento florentino”.
Este proceso ha sido todo un reto, no solo por la suciedad que tenía la obra, sino porque se encontró un repintado en la misma que hacía muy difícil su limpieza sin dañar a la misma, ya que dicho repintado había sido realizado con óleo, una técnica muy diferente y que transformaba incluso la obra original.
Esta obra maestra tiene una gran riqueza de detalles que se pueden descubrir en el trabajo minucioso y detallista de este maestro del Renacimiento. Muchos de estos detalles estaban ocultos bajo la capa de retinte, humo de las velas que acompañaban la obra o la contaminación. Detalles que incluso sólo se pueden ver con una lupa o con las imágenes de altísima resolución que se han tomado, como las pestañas y un rizo del pelo de la virgen, o la barba de Adán o las letras minúsculas del libro apoyado sobre el manto de la Virgen.
Si antes de esta restauración de esta Anunciación, una de la primeras del artista, se veía como una pintura plana, sin perspectiva y con un limitado conocimiento de la anatomía, ahora ha quedado demostrado que Fra Angélico fue un genio.
Cuando se limpiaron los empastes que cubrían una grieta que partía el ángel en dos, apareció primero una partícula de oro que marcaba el punto de arranque del ala desde sus base, dando lugar al descubrimiento del oro que mostraba la curvatura original del ala, donde después de un complejo proceso, todas las plumas de las alas recuperaron sus tonalidades originales, siendo concebidas todas diferentes por el autor, que incluyó incluso alguna pluma de pavo real, reconocibles por sus tonalidades azul y verde.
Ahora toda la obra ha recuperado su luz, la luz que sale de las manos de Dios para iluminar la estancia y a sus protagonistas. Recuperada la luz y el color, destaca sin duda el lapislázuli del manto de la Virgen que refleja ahora si, su fluidez, así con el gran uso del resto de los colores…y como no, la belleza del momento de la Anunciación y el afán evangelizador de su autor.
Fuente: Museo del Prado
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