Híbridos animales-humanos, seres gigantes, espacios mágicos de transformación, paisajes inventados y criaturas enigmáticas pueblan las pinturas y los escritos esotéricos de Leonora Carrington.
Acabo de ver su gran exposición en la Fundación Mapfre (Madrid). Leonora creó un panteón de temas que transmiten su interés por lo mágico y sus viajes personales por los rincones más íntimos de su psique. El universo que inventa no está ligado a una religión o cultura específica.
Leonora Carrington es una artista y escritora surrealista conocida por sus inquietantes cuadros autobiográficos y mágicos que incorporan imágenes de metamorfosis, alquimia y extraños seres.
Leonora Carrington (Inglaterra, 1917 – México, 2011) nació en el seno de la aristocracia inglesa, se crió en un gran castillo de Lancashire con sus propias cuadras de caballos. Su madre y su niñera, ambas católicas irlandesas, la introdujeron en la mitología celta y el folclore irlandés, cuyas imágenes aparecerían después en sus pinturas. Tuvo una esmerada educación elitista muy intelectual. Pero ella rechazaba las expectativas sociales de una joven inglesa de clase alta nacida en la abundancia. Leonora se resistía a las reglas del internado católico y le aburrían soberanamente la serie interminable de bailes de debutantes. En cambio, se sentía fascinada por dibujar, pintar y leer las fábulas irlandesas y a escritores de cuentos ingleses como Lewis Carroll, Jonathan Swift y Beatrix Potter.
Desde muy temprana edad se rebeló contra su familia y su educación, y fue expulsada de dos colegios católicos antes de ser enviada a un internado en Florencia con 14 años. Allí comenzó a estudiar pintura y pudo tener acceso a algunos de los mejores museos de arte del mundo. Aunque de mala gana, sus padres la dejaron mudarse a Londres para continuar sus estudios de arte en la academia de Amédée Ozenfant. Con 19 años visitaría la primera Exposición Internacional Surrealista en Londres, exposición que marcó su vida ya que, leyendo el catálogo de la misma, quedó profundamente impresionada por la obra de Max Ernst, sintiendo una afinidad muy especial por sus pinturas oníricas.
Al año siguiente (1937) conoció a Max en una cena y fue un auténtico flechazo. Se enamoraron locamente y desde entonces estuvieron juntos. El pintor abandonó a su segunda mujer por la joven británica. Leonora, con 20 años, se mudó a Paris para vivir con Max, de 46. El distanciamiento de su familia fue tajante. El padre de la joven se escandalizó hasta acabar repudiándola. Max Ernst era un fascinante artista de gran prestigio, pintor, escultor, grabador, escritor y psicólogo, era alemán, nacionalizado francés. Es considerado una figura líder tanto del Surrealismo como del movimiento Dadá.
De la mano de Ernst, Carrington conoció el círculo parisino de artistas surrealistas, donde le pusieron de nombre “La novia del viento”. Sin embargo, Carrington permaneció en la periferia del grupo. La actitud del Surrealismo hacia las mujeres era ambivalente. André Breton, el fundador del movimiento y empresario clave, estaba fascinado por la idea freudiana de que la psique femenina era desenfrenada, mística y erótica. Algunas mujeres artistas asociadas con el movimiento, como Carrington, fueron enmarcadas como “femme enfant” (mujer niña) pues servían de musa a los artistas masculinos. Un buen ejemplo es Gala con Dali. Pero Leonora se indignaba ante esta actitud.
“No tuve tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser artista”.
En París, Carrington conoció al círculo surrealista más amplio: André Breton, Salvador Dalí, Pablo Picasso, Yves Tanguy, Léonor Fini y muchos otros. Allí creó sus primeras obras surrealistas, incluido su conocido Autorretrato. Se muestra con una melena salvaje en una habitación con un caballo balancín flotando detrás de ella, una hiena a sus pies y un caballo blanco al galope fuera de la ventana. Las imágenes del caballo y la hiena revelan su amor por los animales.
La pareja estableció su hogar en St. Martin d’Ardèche, un pueblecito en el sur de Francia. Apartados del mundo, vivieron un periodo de amor, arte y paz. Solían recibir por temporadas a su círculo surrealista de amigos artistas.
Tanto Leonora como Max, fueron infatigables experimentadores de lo invisible. Buscaban expresar el mundo extradimensional y esotérico de los sueños y la imaginación.
En 1938 Carrington participó en dos importantes exposiciones: “Internationale du Surrealism” en París y “Surrealism” en Amsterdam. En el sur de Francia, Leonora no solo pintó, sino que también escribió prolíficamente. Es autora de cuentos surrealistas como “La casa del miedo” (1938), ilustrada por Ernst y los libros “La debutante” (1940) y “La dama oval”. En su casa de campo, Leonora y Max recibieron a una larga lista de personalidades del mundo del arte, como Leonor Fini, Lee Miller, Roland Penrose y Peggy Guggenheim.
La pareja vivió allí hasta 1940, cuando Max fue internado como extranjero enemigo en un campo de prisioneros francés. Consiguió escapar pero luego los nazis volvieron a internarle en otro campo. Totalmente angustiada y casi muerta de hambre, Leonora sufrió un colapso mental. Unos amigos la rescataron y la llevaron a España, y fue entonces cuando apareció su familia y la internaron, contra su voluntad, en una institución mental de Santander. Escribió sobre los duros tratamientos que soportó durante seis meses en su libro “Abajo” (“Down”). Estaba en Lisboa cuando su padre pretendía trasladarla a otro manicomio en Sudáfrica, Leonora logró escapar, saltando por una ventana. Viajó a Madrid y acudió a la Empajada de Mexico, pidiendo asilo. Allí, su amigo, el poeta y embajador Renato Luc, le ayudo con su plan de huida, casándose con ella para poder conseguir los documentos e inmunidad diplomática. Este matrimonio de conveniencia le garantizó un pasaje a Nueva York donde se quedó a vivir en Manhattan durante un año. Allí continuó escribiendo y pintando, reuniéndose con otros surrealistas exiliados. De Nueva York se mudó a México (1942), el país que aprendió a amar y donde se divorció de Leduc, convirtiéndose en ciudadana mexicana. Se estableció en la Ciudad de México, donde vivió el resto de su vida.
Nunca volvió con Max Ernst quien se casó cuatro veces, una de ellas con la millonaria mecenas americana, Peggy Guggenheim, creadora del primer Museo Guggenheim en Nueva York.
Este nuevo escenario, con una cultura totalmente distinta, alimentó la pasión de Leonora por lo desconocido. Con infinita curiosidad, su nueva vida le permitió descubrir la cocina, la sanación natural y mitologías indígenas que eran nuevas para ella. La pintora entendía la cocina no solo como un lugar de rutinas domésticas, sino como un reino mágico, donde las mujeres podían realizar actos de transformación alquímica.
Carrington conectó con un grupo vibrante y creativo de artistas europeos que se habían exiliado a México huyendo de la guerra y de los nazis. Forjó una intima amistad y estrecha relación artística con la española Remedios Varo. Ambas mujeres eran pintoras surrealistas y se habían conocido en París antes de la guerra.
En 1946 Leonora se casó con el fotógrafo húngaro Emerico Weisz con quien tuvo dos hijos.
En Mexico encontró nuevos temas de inspiración y floreció artísticamente. Imágenes domésticas, maternidad y ritos ancestrales teñidos de magia comenzaron a aparecer en sus cuadros. Pintaba composiciones fantásticas que retrataban procesos de metamorfosis siempre inspirados en sus sueños.
Carrington mantuvo siempre vínculos con el mundo del arte en los Estados Unidos, y en 1947, Pierre Matisse (hijo del pintor Matisse) le organizó una gran exposición individual de su obra en la galería que regentaba en Nueva York.
Muy reconocida en su país de adopción, Mexico, Leonora recibió un encargo del gobierno para crear un gran mural para el Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México. Lo tituló “El Mundo Mágico de los Mayas” (1963).
Su apertura a conocer nuevas técnicas le llevó a experimentar durante la década de 1990 con un nuevo medio, creando enormes esculturas en bronce. Algunas de ellas fueron expuestas por las calles de la Ciudad de México (2008).
Leonora, cuya infancia estuvo impregnada de cuentos de hadas y fábulas fantásticas, nunca perdió esa mentalidad juvenil. Con noventa años, seguía recitando largos pasajes de las rimas de Lewis Carroll con brillo en los ojos.
Además de la pintura y la escultura, la literatura fue otra de sus grandes pasiones. La artista publicó su novela más conocida, “The Hearing Trumpet”, una historia surrealista. Trata sobre una anciana que se entera del plan de su familia de internarla en una casa de retiro, para luego descubrir que era un lugar extrañamente mágico.
Carrington pasó a la historia en 2005 cuando su pintura “Malabarista” (pintada en 1954) se vendió en una subasta por 713.000 dólares. Este fue entonces el precio más alto pagado por una obra de un artista surrealista vivo. A lo largo del siglo XX y bien entrado el XXI sus pinturas han protagonizado numerosas exposiciones en México, Estados Unidos e Inglaterra. Cuando murió con 94 años, se publicó que Carrington fue la última de todos los surrealistas en morir.
El surrealismo se considera abiertamente sexista a menudo. Aunque fue un movimiento dominado por hombres, varias mujeres de gran talento se abrieron camino, aunque solo brevemente, en el círculo cerrado de André Breton. Muchas de estas mujeres tenían relaciones cercanas, generalmente íntimas, con los artistas masculinos, pero también florecieron artísticamente y exhibieron en exposiciones surrealistas.
Los miembros esenciales del grupo incluyen, además de Carrington: Dorothea Tanning, Leonor Fini, Meret Oppenheim, Eileen Agar y la poeta Kay Sage. El papel de estas mujeres en el movimiento fue explorado en profundidad en un innovador libro “Mujeres artistas y el movimiento surrealista” (1985) escrito por la historiadora de arte Whitney Chadwick.
Leonora investigó y experimentó durante toda su vida. Siempre estaba buscando, siempre saliendo de su zona de confort, indagando formas de revelar el misterio de la vida. Pasó por periodos de intenso interés por temas tan diversos como la mitología celta, maya y azteca, las cartas del tarot, la cábala, el budismo, el mundo de las plantas y los insectos.
En el transcurso de su larga carrera, que duró ocho décadas, la pintora y escritora, continuó explorando el misterio del mundo que la rodeaba. Al final de su vida, afirmó:
“Lo único que sé es que no sé”.
El broche de oro a su trayectoria ha sido la Bienal de Venecia en 2022. Esta mega exposición, con artistas de todo el mundo, tuvo como lema «La leche de los sueños», título de un libro, diario de sueños, de Leonora Carrington. El mensaje de la Bienal fue convertir Venecia en una fábrica de imaginación de mundos imposibles. Realmente estamos en una época donde necesitamos, hoy mas que nunca, soñar el mundo que viene.
Leonora Carrington, fue una soñadora nata, abandonó la aristocracia para crear arte, huyó de un centro psiquiátrico y de la guerra, y nunca dejó de investigar, plasmando el mundo esotérico de sus sueños.
Fundación Mapfre, Madrid
11 febrero – 7 mayo 2023
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