Málaga es una ciudad llena de alegría. Sus colores y su luz son inconfundibles. Llegar a Málaga es entrar de lleno en un verano perenne, más aún para alguien del norte como yo que he crecido en los inviernos de León (mi añorada tierra, por otra parte) con un gorro de lana calado hasta las cejas y mirando al cielo para ver si “escampa”.
Las calles del centro se cruzan en esquinas cuajadas de buganvillas y desembocan de pronto en pequeños jardines de plantas tropicales o en plazas jalonadas de jacarandas cuyo suelo, como en un paisaje de realismo mágico, parece haber sido alfombrado de flores.
Las horas libres que me quedan entre pase y pase, me dejo llevar por la intuición, caminando sin rumbo y con los ojos muy abiertos para dejarme sorprender. La ciudad se va abriendo entonces como un abanico de sorpresas y aunque he estado en Málaga anteriormente, la sensación es la de pisar una ciudad desconocida y que nunca se acaba. Quizá así es como se debería transitar la vida, pienso, y es una reflexión que me llevo de los días cinéfilos.
Las terrazas rebosan de gente brindando y se respira un ambiente de libertad recuperada, de ilusión por encontrarse.
La Calle Larios está salpicada de fotografías de actores en blanco y negro realizadas por Ana Belén Fernández. Un hermoso pasillo de rostros conocidos y de miradas cómplices que anticipan lo que en la ciudad está aconteciendo, la fiesta del cine en español.
Alrededor del Teatro Cervantes y en la plaza de María Guerrero, el cine lo llena todo. Las vallas publicitarias anuncian las secciones del Festival y algunas de las películas a concurso. En el camino desde el Teatro hasta los Cines Albéniz los carteles diseñados por Ramiro Guevara para promocionar el Festival, ondean a cada paso, como soles multicolores ribeteando las callecitas.
Los camareros están atentos, deseosos de colaborar con el impulso que supone la vuelta del Festival de Cine. Algunos bares nos invitan a tomar una copa o un postre. La ciudad está volcada con su Festival.
La prensa se divide, los gráficos acuden en masa a fotografiar las alfombras rojas que se celebran en el Muelle Uno, salvo cuando llueve, que el photocall se traslada al precioso Hotel Miramar, sede que también acogerá las cenas de gala.
Llueve poco, pero de forma torrencial, tormentas cálidas de unos minutos que no amainan el anticipado verano malagueño y que se agradecen de cuando en cuando. Llueve fuera y desde el Café Palermo que es como una pequeña biblioteca antigua, propiedad de unos argentinos que preparan alfajores como nadie en Málaga, tomamos notas y comentamos las últimas películas. Algunos transcriben a toda prisa críticas y entrevistas, otros aprovechan para llamar a casa.
Hay quien prefiere cubrir las ruedas de prensa, las entrevistas y los pases, básicamente porque hay público para todo y el amor al cine va mucho más allá de la alfombra roja, es amor a lo artesanal, a los contadores de historias y a los buscadores de voces que precisan ser escuchadas, es amor la forma de vida ya al goce creativo que es el cine.
La terraza del hotel Vincci, desde la que se disfruta una vista espléndida del puerto, bulle de periodistas entrevistando a cineastas con el mar de fondo o con la catedral de la Encarnación, que emerge tras los tejados como una ensoñación.
Durante diez días hemos visto películas de diversas nacionalidades, nos hemos reído y hemos llorado. Hemos descubierto nuevos talentos y agradecido a los de siempre el seguir en la brecha, haciendo buen cine. Málaga acoge siempre las películas que encaran la vida con humor, con gracia. Yo lo agradezco y es un tema que se ha hablado en los cafés y en las ruedas de prensa. Esa mitificación del drama como esencia del buen cine debería ponerse a revisión. La risa es ahora más necesaria y más difícil, si cabe. De hecho, se han presentado películas como Operación Camarón de Carlos Theron, Historias Lamentables de Javier Fesser o Amalgama de Carlos Cuarón, que han hecho alarde de humor inteligente y que os recomiendo sin lugar a dudas.
Podemos decir que la película de Agustí Villaronga “El vientre del mar” fruto de la adaptación de un texto de Alessandro Baricco, ha sido la gran vencedora de esta 24 edición del Festival, con seis biznagas (más que ninguna otra en la historia del mismo), pero debo destacar que las mujeres han tenido un lugar preeminente y merecido. Baste decir que tres de los premios más importantes han recaído en mujeres y ha habido una sección dedicada en exclusiva al cine que reivindica los derechos de las mujeres.
Me refiero a las directoras Carol Rodríguez Colás (Chavalas), Ainhoa Rodríguez (Destello Bravío) y Claudia Pinto (Las Consecuencias).
Estas tres mujeres han recogido la Biznaga de Plata Premio del público, la Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado y la Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado de la Crítica, respectivamente, con tres largometrajes que os recomiendo y que definitivamente sí, merecen ir a cine. Las tres tienen un sello personal y en concreto Destello Bravío y Chavalas nos abren a universos muy concretos, el de una zona rural despoblada y el de un barrio de la periferia. Ambas han escrito sobre lo que conocen y basándose en testimonios y experiencias reales.
He recogido en síntesis los mensajes más emotivos de estas tres directoras, palabras que nos han trasladado algunos de los premiados durante las entrevistas y las ruedas de prensa.
Junto con una breve sinopsis de las películas, os los ofrezco y espero que os lleguen y os inviten a volver a las salas de cine y a todo lo que nos reúne en la experiencia humana que tanto hemos añorado este año de confinamiento.
Perlas de autor:
Carol Rodríguez Colás
Biznaga de Plata Premio del Público por “Chavalas”
“Muchas veces el cine a la clase obrera o la estigmatiza o la caricaturiza. Hay películas muy bonitas que hablan de barrios, pero no sé si se ha hecho una película de barrio, dirigida y escrita por personas de barrio. Las películas de cine social son necesarias”.
Carol Rodríguez ha presentado su ópera prima ‘Chavalas’, un largometraje lleno de sabor y de momentos brillantes, escrito junto a su hermana y que retrata un reencuentro entre amigas a través de un viaje emocional y generacional a las raíces, ese lugar que siempre te espera.
El guion está basado en experiencias suyas y de su hermana, así como las localizaciones, que son de su propio barrio y refleja el valor de la amistad entre mujeres. A través de esta historia, la directora ha querido trasladar los sentimientos de una generación que se siente engañada, a la que se le prometió un proyecto de vida, unas metas y unos sueños que definitivamente no han logrado.
Ainhoa Rodríguez
Biznaga de Plata Premio especial del jurado por “Destello Bravío”
“Si la película da alguna torta no es al mundo rural sino a quienes tienen que tomar las decisiones para que los jóvenes no salgan del mismo y para que tengan lo fundamental para seguir adelante. Para lograr un cuidado de las tradiciones y de la cultura y frenar esta cosa loca de la globalización in extremis”.
La directora extremeña Ainhoa Rodríguez ha presentado en Sección Oficial su ópera prima ‘Destello Bravío’ un proyecto que ella misma comenzó a autoproducirse y que culminó con el apoyo de Lluis Miñarro en la producción final.
La película es un retrato revolucionario y empoderado de mujeres rurales, tradicionales, marcadas por el conservadurismo y el hermetismo de un pueblo pequeño – Tierra de Barros-
Sus protagonistas son cuatro mujeres amas de casa, que no son actrices profesionales y que han movido a todo un pueblo a ver y aclamar la película –Guadalupe Gutiérrez, Carmen Valverde, Isabel María Mendoza y Joaquina Valentina-.
Este pequeño pueblo rural pertenece a la España vaciada. Sus habitantes viven entre el aburrimiento y la soledad, donde no ocurre nada que les mueva. Sueñan con alcanzar la felicidad y sentirse vivas.
Claudia Pinto
Biznaga de Plata Premio Especial del Jurado de la Crítica por “Las Consecuencias”
“Es una película que se queda dentro del espectador. Trata sobre el amor imperfecto, sobre seres imperfectos que intentan quererse y, aunque no lo hacen bien, lo hacen lo mejor que pueden».
“La historia nace del miedo”.
Protagonizada por Juana Acosta, Alfredo Castro, Carme Elías y la también premiada en Málaga María Romanillos.
Las consecuencias es un drama psicológico con matices de thriller que alude a las emociones y los secretos que se ocultan y que, sin embargo, tienen repercusiones.
Juana Acosta es una mujer en duelo por la muerte de su marido en accidente de submarinismo que intenta rehacer su vida junto a su hija adolescente una pequeña isla volcánica y en compañía de un padre que ha estado muchos años lejos de ellas y ausente. La relación entre abuelo y nieta levanta sospechas en la protagonista que les observa sin ser vista.
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