Como cada año viene siendo habitual, el verano llega acompañado de estrenos de películas en los cines y éste, está siendo especial como consecuencia de lo que se ha venido a llamar el fenómeno “Barbenheimer” al coincidir dos películas muy esperadas como Barbie y Openheimer, cuyas campañas promocionales han devuelto el interés y entusiasmo de los espectadores por volver a llenar los cines, propiciándose espontáneamente este movimiento inusual, en el que fanáticos y cinéfilos, entre comentarios, comparaciones y memes en redes, debatían sobre el estreno al que acudir, y que finalmente llevó a miles de personas en el mundo entero, a ver ambas cintas el mismo día del estreno, en una suerte de maratón cinematográfico, reventando todas las taquillas.
De ambos títulos, sin duda, el más esperado y que mayor ruido mediático ha despertado ha sido Barbie. La película, dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por la bellísima Margot Robbie que da vida a la icónica muñeca rubia, ostenta ya todo un listado de records, llegando a recaudar, sólo en su primer fin de semana de estreno, 337 millones de dólares a nivel mundial.
El poder del marketing
Al estreno de la exitosa película, en la que Barbie da un salto a la pantalla en forma de personaje real por primera vez, le ha precedido la que podríamos calificar como la mejor campaña promocional ideada en toda la historia del cine más reciente. Una brutal y cuidadísima operación de marketing desplegada a lo largo y ancho del mundo entero, que Mattel y Warner Bros orquestaron con mucha antelación, y en donde no se ha escatimado en inversión, estrategia comercial y excelencia creativa, y que ha logrado un efecto fiebre “Barbiemanía” que ya se ha hecho notar no sólo por la ristra de fans que arrastra, sino que ha supuesto también un acelerón bursátil para la marca después de años de decadencia. No en vano, Barbie seguía siendo una figura icónica, la joya de la corona de la casa Mattel, reconocida por millones de personas en todo el mundo, y una de las principales opciones que las niñas escogen como juguete desde hace más de seis décadas, toda una hazaña sin precedentes en la industria juguetera, y cuya imagen ahora se ha logrado refrescar y reforzar. La estrategia comercial pretende extender la marca y reconectar con las niñas adultas que crecieron jugando con Barbie, y que sean ellas quienes introduzcan a las siguientes generaciones en el universo Barbie.
Y desde luego, el resultado es impresionante, todo un furor en rosa que, muy oportunamente, nos ha teletransportado, a muchas de nosotras, a nuestra más tierna infancia, reviviendo con añoranza, momentos mágicos y únicos, cuando nuestro imaginario mundo infantil se disparaba hasta el infinito mientras nos proyectábamos en la icónica muñeca. A través de la tv, la prensa y sobre todo en redes, hasta los más despistados hemos podido reconocer y experimentar el triunfo del efecto Barbie. En la industria del cine el éxito de una película no sólo se basa en el contenido del film, sino también en la eficacia de su campaña de marketing que, en este caso, ha jugado un papel fundamental, generando una enorme expectación y atrayendo a un público muy amplio gracias, en buena parte, a las alianzas establecidas con diferentes marcas de productos, desde ropa hasta electrodomésticos, así como variadas y geniales propuestas temáticas (hoteles, cafeterías, ascensores en centros comerciales que emulan la caja de Barbie, etc.) que han propiciado toda una “experiencia” inmersiva para deleite de las fans y que han contribuido a fortalecer la conexión emocional con Barbie, y mantener viva su presencia.
En la industria del cine el éxito de una película no sólo se basa en el contenido del film, sino también en la eficacia de su campaña de marketing que, en este caso, ha jugado un papel fundamental.
Si uno busca Barbie en Google, sorpresivamente, la pantalla de nuestro dispositivo móvil se tiñe de una suerte de fuegos de estrellas en el característico rosa chicle que todos asociamos directamente. En Malibú, en la costa sur californiana, toda una mansión en rosa “Pantone 219 C”, el color oficial de la marca, se ofrece en alquiler, a través de la plataforma Airbnb, como “La casa de ensueño de Barbie”. En Dubai, en donde la película aún está por estrenar, sus ciudadanos se han visto sorprendidos por la visión de una Barbie tamaño gigante junto al famoso edificio Burj Khalifa, que replica a la muñeca original del año 1959, ataviada de su traje de baño a rayas blanco y negro, y que mágicamente da un paso al frente pareciendo salir de la enorme caja rosa en la que viene embalada. Todo ello en realidad, gracias al efecto de una genial proyección en 3D y en movimiento.
Yo misma, paseando por un centro comercial de mi localidad, tuve el gozo de toparme fortuitamente con el vestidor de Barbie hecho realidad, recreado en tamaño natural, enteramente teñido en rosa, gracias a la magia que sólo Zara sabe desplegar como nadie. ¡Impresionante! De sus percheros perfectamente alineados, colgaba una cuidada y magnífica selección de prendas de vestir inspiradas en los conjuntos que lucen los personajes de la película y que, a buen seguro, están destinadas a ser prendas icónicas y de colección, que de hecho se agotaron en pocas horas, aunque alguna pueda encontrarse en reventa a precios de locura.
Barbie y su creadora
Pero el verdadero secreto del éxito arrollador de Barbie y que la ha mantenido viva a lo largo de 64 años, está realmente en su origen, y la casa Mattel ha querido entender lo que la hizo grande: Barbie, no es un mero juguete, es una idea, fruto de la observación de una madre, Ruth Hardler (fundadora de la casa Mattel junto con su marido, a mediados de los años 40) que, fascinada por el modo en que su hija Barbara (de ahí el nombre de la muñeca) y sus amigas jugaban con recortables de figuras femeninas adultas, y sobre las que proyectaban su visión de sí mismas en el futuro, le inspiró a crear una muñeca de aspecto adulto con la que todas las niñas pudieran hacer lo mismo que hacían ellas con sus recortables. Una muñeca que despertara su imaginación y las estimulara a ser lo que quisieran ser, imaginando todo un mundo de posibilidades y ocupaciones. Ruth Hardler triunfó porque entendió el potencial que los juguetes tienen para que los niños disparen su imaginación sin limitaciones, y esa fue la ruptura que protagonizó Barbie: hasta entonces, sólo se habían hecho muñecas bebé con las que las niñas únicamente podían jugar a ser mamás. Con Barbie podían jugar a ser mamás, y además, a ser también médico, astronauta, bombero, piloto, esquiadora…
Ruth Hardler triunfó porque entendió el potencial que los juguetes tienen para que los niños disparen su imaginación sin limitaciones, y esa fue la ruptura que protagonizó Barbie.
Y con esta idea, la casa Mattel ha hecho un notable esfuerzo en los últimos años por hacer que Barbie siga siendo relevante y superar el mal comportamiento en cifras que la marca venía sufriendo desde hace una década. La muñeca se estaba quedando anticuada y había que recuperar el espacio que las pantallas y juegos virtuales le habían arrebatado. Fue por tanto actualizada y adaptada al mundo real, rico en diversidad, para que las niñas tuvieran la posibilidad de encontrarse a sí mismas dentro del universo Barbie, y que también los adultos vieran en la muñeca un sentido positivo para desear regalarlas o incluso coleccionarlas (hay una muy buena serie de Barbies de diseño y calidad excepcionales destinadas al coleccionismo). Hoy en día, no sólo podemos encontrar Barbies con más de 200 profesiones diferentes o representativas de mujeres importantes e inspiradoras (por ej. Frida Khalo, la piloto Amelia Earhart, la doctora e investigadora Jane Goodal, etc.) sino también, Barbies en tallas distintas, con nueve tonos de piel diferentes, veinticuatro tipos de peinado, varios colores de pelo y también con otras capacidades, como Barbie en silla de ruedas, Barbie con una prótesis como pierna o Barbie síndrome Down (en cuyos estudiados y detallados diseños, se ha contado con la colaboración de personas con discapacidad, profesionales de la Universidad de California, e incluso, con una niña de 12 años, Jordan Reeves, que tiene una prótesis en uno de sus brazos y había solicitado en repetidas ocasiones la fabricación de una muñeca como ella). Así se ha logrado crear la muñeca más inclusiva y diversa, y hacerla reinar de nuevo como elección sin rival para millones de niñas en el mundo entero.
En el vértice de toda esta pirámide de magníficas medidas y acciones de estrategia comercial, llamadas a ser auténticas cátedras del poder del marketing y que vuelven a entronar a Barbie tal y como ya hiciera su creadora hace ni más ni menos que 65 años, está el tan esperado estreno de su película. Un sueño acariciado por Mattel desde hace más de una década y pospuesto una y otra vez por el riesgo que un resbalón comercial, finalmente se ha hecho realidad, al encontrar para ello a todo un elenco estelar de profesionales de reconocido prestigio, tanto en la dirección (Greta Gerwig) como en la protagonización y producción (Margot Robbie) y Ryan Gosling como Ken, amén de toda una serie de personajes más que conocidos en el mundo de la interpretación, cameos con famosos, etc. siendo dignas de mencionar también las canciones originales incluidas, de un cartel excepcional de artistas famosos (Dua Lipa, Nicki Minaj, Lizzo, Karol G, Charlie XCX…) y que son auténticos bombazos en las listas de éxitos musicales a nivel mundial.
Tal volumen de acciones comerciales y promocionales triunfantes, así como el escogido equipo para la realización del proyecto cinematográfico, auguraban para crítica y millones de fans incondicionales y niñas del mundo entero, el film del verano, en forma de comedia familiar inteligente, fresca y divertida, a la altura del efecto y expectativa generados. Nada más lejos de la realidad y, en contra de los cientos de críticas en sentido positivo incomprensiblemente recibidas (recordando a Quevedo… ”poderoso caballero es Don dinero“) …
La película
El primer jarro de agua fría estallaba directo al corazón del público a quien en toda lógica debería haber sido dirigida la película, las niñas, en quienes además, la creadora de Barbie, se inspiró al idearla con el mejor de sus propósitos: dar alas a su imaginación y a sus sueños. Una película clasificada para mayores de 13 años que les quedaba vetada al ser calificada como supuestamente “comedia intelectual” y dirigida a un público adulto. Una traición en toda regla por doble partida. Primera situación que dispuso a muchos padres en alerta y que les hizo visionar el film solos, antes de claudicar ante los deseos de sus hijas para verlo también. Otros obviaron la clasificación, pero el resultado a la postre ha sido el mismo, un enfado rotundo por parte del público adulto y una decepción inmensa para el infantil, cuya atención ya es de por sí difícil de mantener y al que ha hastiado, aburrido y defraudado, al punto de pedir salir de las salas a pocos minutos del comienzo del largometraje.
La película resulta visualmente muy atractiva por el protagonismo de un universo Barbie lleno de música, baile, color vibrante, purpurina y glamour en rosa que despliega desde que Barbie aparece en escena y, desde luego, por el gran activo de la trama (¿trama? no hay trama) que representa Barbie encarnada en Margot Roobie, quien es sin duda la recreación perfecta del estereotipo de Barbie de medidas casi inalcanzables, bellísima, estilizada, de ojos azules y larga cabellera rubia.
Ciertamente hay puntos de humor, Barbie conserva en la película muchas de las peculiaridades y limitaciones físicas de su versión en juguete y su entorno, saturado de rosa, no acaba de tener una escala adecuada, por lo que vemos a una Barbie que al entrar en la ducha casi no cabe, no cabe en ella ni sale agua del grifo, o que bebe y come de vasos y platos que en realidad están vacíos o que para salir de su “casa de ensueño” cae desde la planta superior hacia el exterior, etc. presentando un conjunto de escenificaciones que tienen cierta gracia.
Pero como idea y argumentación suspende, por un lado debido a la elección de la protagonista dada la contradicción que es en sí misma por el claro propósito de la película al servicio de la causa feminista.
Pero como idea y argumentación suspende, por un lado debido a la elección de la protagonista dada la contradicción que es en sí misma por el claro propósito de la película al servicio de la causa feminista y la corriente de pensamiento único que nos persigue, cual panfleto absurdo y surrealista, lleno de contradicciones en sus diálogos y escenificación de situaciones, que llegan incluso a ser aberrantes por lo perverso de su objetivo.
La película se inicia ya en un tono apocalíptico, con un diálogo en forma de relato, “en el inicio de los tiempos…”, mientras, en una escena descaradamente intencionada (parodia de la secuencia “El amanecer del hombre” de 2001: una odisea en el espacio), con el colorido propio de un film antiguo y una imagen del amanecer, aparecen niñas pequeñas vestidas, como lo que son, niñas, con falditas con vuelo y sus lazos, colorido a tono con el escenario exterior desértico en que se encuentran (curioso efecto buscado a través del color) y, cual esclavas de sus juegos, en un acto repetitivo y eterno, emulan ser perfectas mamás cuidando de su muñecos bebés mientras se afanan en las tareas propias del hogar. Hasta que, en un momento, se hace la luz, y todas dirigen sus miradas hacia el cielo desde donde, como una luminosa aparición salvífica, se hace presente Margot Robbie, en forma de Barbie original del año 1959, sobre altísimos tacones y vestida con un traje de baño a franjas en negro y blanco, para liberarlas y cambiar sus rutinarias vidas sin color como mamás, con el simple gesto de retirar sus gafas de sol y reglarles un guiño de ojo. A partir de entonces se inicia entre las pequeñas, una especie de ritual liberador de odio, en el que las niñas cogiendo a sus bebés de los pies, los golpean con fuerza hasta despedazarlos. Una escena que al espectador resulta grotesca y tétrica, no olvidemos que un niño se proyecta sobre su juguete, lo humaniza y lo hace suyo conectándose emocionalmente con él. Y todo, con el propósito de lanzar un claro mensaje al subconsciente de quien observa: el desprecio a la natural inocencia de todo niño, del instinto maternal de la mujer, y la espontánea ternura y deseo de cuidado y protección que a todos, adultos y niños, independientemente de nuestro sexo, nos despierta la visión de un bebé. Estas son las primeras escenas, amenizadas con una voz que relata y que anuncia que Barbie llegó al mundo real, para liberar a todas las niñas “resolviendo todos los problemas del feminismo e igualdad de derechos” y otorgando a éstas, el poder de ser como quisieran ser.
Con este comienzo y términos en los que se expresa, podemos imaginar el resto del largometraje, que no es más que la recreación de un “Barbielandia” matriarcal en tecnicolor, donde Barbie se multiplica en forma de cientos de féminas, todas llamadas Barbie, “igualadas” por tanto, si bien en diferentes tallas y colores, pero todas perfectas, eternamente felices y en tacones, cada una con su particular “Casa de Ensueño de Barbie” y que se dividen entre las perfectas y las que son calificadas de “raras y fuera de mercado”, por supuesto, entre ellas está Barbie embarazada, que aparece en más de una escena y repetidamente se hace inciso despectivo hacia su condición de embarazada y por ello, de descatalogada. Todas juntas se divierten, bailan y se invitan a fiestas y actividades en donde Ken, todos los Ken, no son más que un complemento sin utilidad de las Barbies, simples, tontos y torpes pegajosos, que ellas no necesitan para nada en sus perfectas vidas en color de rosa. Otro mensaje claro, nuevamente, en contra de lo naturalmente femenino, la maternidad, el rechazo hacia la natural relación de amor mutuo entre pareja de hombre y mujer, y en contra de la masculinidad, ridiculizándola en cada una de las escenas en que aparece Ken y demás amigos (también “igualados” en sus características y todos llamados Ken).
Los diálogos están cargados de un lenguaje de ideología de género, veladas alusiones al transhumanismo (condición de seres asexuados que escogen según sus deseos ser cualquier cosa: hombre, mujer, binario, no binario, gato, flor…) y lleno de odio hacia el supuesto patriarcado opresor de niñas y niños en el que vivimos.
En el transcurso de la película, se incluyen también en el guión conversaciones, que más corresponderían a una película erótica de cine adulto ( momento en que Barbie Rara hace una alusión ordinaria, como quien no quiere la cosa, con respecto a los atributos masculinos de Ken), claramente una bazofia introducida sin más en los diálogos, tratando de normalizarlos en un sucio empeño por hipersexualizar el mundo infantil; pensemos que la película está clasificada para mayores de 13 años (que para cualquier padre y madre sigue siendo una niña) pero a la que pueden acudir también niños aún más pequeños, acompañados de sus padres. Los diálogos están cargados de un lenguaje de ideología de género, veladas alusiones al transhumanismo (condición de seres asexuados que escogen según sus deseos ser cualquier cosa: hombre, mujer, binario, no binario, gato, flor…) y lleno de odio hacia el supuesto patriarcado opresor de niñas y niños en el que vivimos.
Toda una amalgama absurda de ideas y preceptos inconexos y llenos de contradicciones, ideario de esta cuarta “ola” de feminismo radical (que a su vez hace crítica del ideario de las anteriores “olas” de feminismo) y corrientes, al servicio del relativismo que imperan en la actualidad y que están plenamente integrados en la mentalidad y modo de ver la vida de las nuevas generaciones, a las que, por otro lado, pertenecen la directora y guionista, así como su productora y protagonista, y cuya influencia se hace patente a lo largo de toda la cinta.
No han sabido entender ni respetar el propósito de Ruth Hardler al crear esta muñeca hace ya más de medio siglo y, que por algo, la ha mantenido viva como protagonista de los juegos de millones de niñas.
Tristemente una película hecha por mujeres y, para niñas y mujeres, que ha resultado ser, paradójicamente, un film en el que éstas vuelven a ser utilizadas y manipuladas, al servicio de una ideología maniquea y maliciosa que las degrada de su verdadera y más profunda esencia.
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