En tiempos de redes sociales y postureos varios, hay que reconocer que cubrir el Festival de San Sebastián es una fuente muy jugosa de fotos, famosos, paisajes, pintxos, hastags y anécdotas.
Este año han desfilado por la alfombra roja un buen número de estrellas, de esas que aglutinan a las multitudes en el María Cristina. Pudimos ver a Ryan Gosling, a Chris Patterson a Bradley Cooper o a Chris Hemsworth firmando autógrafos y haciéndose selfies. Los premios Donostia fueron variados e incontestables: una auténtica dama de la interpretación, Judi Dench, un cómico incombustible, Danny de Vito, y uno de esos grandes directores que hacen que asistir a un Festival de cine merezca la pena, el japonés Hirokazu Kore-eda.
Este año, además, el clima acompañó con un sol espectacular. Por otra parte, el Festival contó, como siempre, con dos grandes incentivos: la gastronomía vasca y un público, vasco también, que apoya a muerte su Festival y convierte la ciudad en una gran sala de cine.
Con todo esto, hablar de un Festival de Cine no es hablar ni de famosos, ni de pintxos, ni del tiempo, ni del público: es hablar de películas. Y hay que reconocer que el Festival puede presumir de otra buena edición. Con algunos borrones –nadie es perfecto, tampoco el Jurado de San Sebastián- se puede decir que la Sección Oficial a concurso ha sido notable y que en otras secciones paralelas hemos disfrutado de películas sobresalientes. Esto es lo mejor que hemos visto este año en las pantallas de Donosti
El reino, un thriller político eléctrico…y ético
Era una de las películas más esperadas. El joven cineasta Rodrigo Sorogoyen ha rodado un thriller sobre la corrupción política española tan absorbente como necesario. Con un montaje magnífico que no da un respiro, una banda sonora adecuada como pocas –el que vea la película entenderá- y la sobresaliente interpretación de Antonio de la Torre, Sorogoyen da en el clavo no solo en la denuncia de la corrupción sino en la posible solución. Que no son las leyes o los castigos… es eso tan clásico, medieval dirán algunos, que llaman conciencia.
Viaje al cuarto de una madre, minimalista y cercana
Otra joven cineasta española que ha brillado. Celia Rico presentaba en San Sebastián su ópera prima. Una pequeña película que cuenta el proceso de duelo de dos mujeres: una madre y una hija que han perdido al hombre de sus vidas. Casi todo discurre entre cuatro paredes y sostenido por dos enormes actrices: la veterana Lola Dueñas y la ascendente Anna Castillo. Externamente apenas ocurre nada pero hay tanta verdad en esta película que no parece cine. Deliciosa.
El primer hombre, criticada pero valiosa
La última película de Damien Chazelle (La la Land, Whiplash) venía muy vapuleada del Festival de Venecia donde los críticos se mostraron inmisericordes. Se entiende, porque Chazelle venía de muy alto y se esperaba mucho de él. Es cierto que El primer hombre nunca consigue la elegancia de La la Land ni la contundencia de Whiplash pero este biopic del astronauta Neil Armstrong tiene más puntos a favor que en contra. La cinta bebe del cine de Spielberg para contar la faceta personal y familiar del héroe, aprende de Cuaron y Gravity para manejar el sonido de manera proverbial y reinterpreta las viejas películas del espacio para actualizar la visión de la carrera espacial. En definitiva, una película más que digna que enseña una parte muy importante de la Historia de la Humanidad.
Yuli, cine y danza
Más de cine español. Esta vez, una veterana –Iciar Bollaín- cuenta la historia del bailarín cubano Carlos Acosta. Una infancia rodeada de pobreza, la complicada relación con su padre y la lucha con un talento más fuerte que el propio bailarín… Un guion bien escrito –y premiado en el Festival- y una puesta en escena muy cuidada, con numerosas coreografías que apoyan la narración de la historia. Una película con sangre en las venas.
Entre dos aguas, una aplaudida Concha de Oro
El cineasta vasco Isaki Lacuesta ha vuelto a ganar el Festival de San Sebastián (ya lo hizo con Los pasos dobles) con la emotiva historia de dos hermanos gitanos que han seguido en la vida caminos opuestos. A caballo entre el documental y la ficción, la película tiene momentos de verdadero cine aunque su ritmo y su metraje pueden disuadir al gran público.
Roma, enorme Cuarón
Y termino con lo mejor que he visto en San Sebastián. Habrá tiempo de escribir con calma sobre una película que, probablemente, entre por méritos propios en la Historia del Cine. La ganadora del León de Oro en el pasado Festival de Venecia supura cine por cada fotograma.
El mexicano Alfonso Cuarón recuerda su infancia en la Colonia Roma, un barrio de clase media de la Ciudad de México, y todo lo que cuenta es de una sencillez y una profundidad que duele. Desde los cuidados títulos de crédito hasta su impactante prefinal, la película va desgranando una galería de situaciones, personajes y sentimientos perfectamente escritos, fotografiados e interpretados. Y, de fondo, y entre tanto buen cine, un bello canto a la maternidad. No solo de las madres, sino de las abuelas y, sobre todo de aquellas mujeres que mientras ayudaban en las casas han educado y siguen educando a generaciones enteras de niños. La película se estrenará en Netflix. Una pena porque no se disfrutará en la pantalla grande y una alegría porque la película podrá llegar más lejos.
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