España, enero del año 2023 después de Cristo. Se anuncia el estreno en Telecinco de una nueva serie: Escándalo: relato de una obsesión.
Cuando dije el título en mi entorno me propusieron dos opciones: o era la típica historia de película de fin de semana de después de comer con paisajes bonitos, o algo relacionado con Raphael.
Pues lamentablemente ni una ni otra. Porque los planos son tan cerrados que no hay paisaje bonito ni palaciego que se precie; y el grande de Raphael no aparece ni se le espera. No. La historia va de una mujer de 42 años recién separada y con una hija adolescente muy adolescente. Esta mujer adulta, maltratada psicológicamente desde niña, decide mantener una relación sexual y consentida con un chaval de 15 años, para su desahogo y compañía.
Claro, las alarmas contra la pedofilia y su blanqueamiento saltan en cuanto Mediaset publica un tuit con la promo y una breve sinopsis de la serie:
Sexualmente explícito. Él vestido con un polo de uniforme de colegio y ella como una señora de 42 años (sí. Hay que admitir de una vez por todas que ellos y ellas una vez cumplidos los 25-30 años son señores y señoras. Y no pasa absolutamente nada. A mucha honra).
Después de ver este provocador tráiler y sin que se hubiera aún estrenado la serie, las redes sociales no paraban de echar fuego. No era para menos. Esta serie llega poco tiempo después de las últimas declaraciones de la Ministra de Igual-dá en la que por dos veces animaba a que padres y educadores dejen libertad a los menores y “niñes” para que tengan relaciones sexuales con quien plazcan.
Sin embargo, una vez estrenada Escándalo se corre la voz de que Mediaset calla la boca de críticas dando la vuelta a la tortilla con una “serie de terror sobre el maltrato psicológico”. Y estamos de acuerdo en que es una serie terrorífica. Pero al realizar un análisis con calma, no. Mediaset no le da la vuelta a nada. Es más, desde el inicio se observa una falta de respeto continua: hacia la persona y su dignidad, en las relaciones íntimas, en el mismo matrimonio y de hijos a padres.
Muchos defienden que se trata de ficción. Estamos de acuerdo que como eso debe ser tomado, pero también es necesario darle importancia a contenidos audiovisuales que se emiten en canales en abierto y que se promocionan en redes sociales que usan menores. Porque decir que los menores no usan internet ni son consumidores de medios sociales como TikTok o Instagram no solo es faltar a la verdad sino admitir de lleno que uno vive en los mundos de Yupi.
Es necesario darle importancia a contenidos audiovisuales que se emiten en canales en abierto y que se promocionan en redes sociales que usan menores.
A esta serie, como a otras muchas a las que los menores tienen acceso, habría que analizarlas detenidamente sobre el impacto que produce en la población juvenil. Si modifica o no las formas en las que se dirigen a sus padres, profesores o cualquier figura de autoridad. Habría que analizar si un adolescente cuando ve a un semejante, estudiantes de colegio privado o instituto, se cuestionarían si con 15 años tienen o no esa actividad sexual. Y en caso de no tenerla, Dios gracias, si piensan son un bicho raro que no se refleja en la ficción que consumen.
En la serie vemos a un chaval de 15 años que tiene una conducta sexual atípica que demuestra un evidente problema y encima lo pintan de rebelde. Tirarte lo primero que sacas del agua es enfermizo, no rebelde. Pero la señora tampoco está muy allá. Porque intentar suicidarte, que te saquen del agua y te salven la vida, y tener relaciones con quien te ha rescatado sin apenas mirarle a la cara es muy heavy para un miércoles por la noche en prime time.
Llevamos años viendo y permitiendo que se acorte la infancia, pero el problema del mundo no es el ruido de los malos sino el silencio de los buenos. Y aquí debemos hablar alto y claro de una vez por todas.
Por mucho que un adolescente consienta mantener relaciones sexuales con un adulto, eso está mal. Ese deseo de un adulto sobre un menor se llama pedofilia. Y no lo digo yo: lo dice la RAE: “f. Atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes”.
No se habla de pederastas sino de pedofilia, hay que saber diferenciar. Y esta serie no solo normaliza la pedofilia, sino que la justifica. Porque pobrecita ella, mujer de 42 años y protagonista de esta serie: está sola y nadie la quiere. Sin embargo, hasta 3 veces le dice su compañera de yoga que la llame, que está para lo que necesite. Pero la protagonista la ignora y llama al chaval de 15 años, y se edita la secuencia de la llamada con escenas ilusorias y explícitas de sexo. Pues no queremos más lecciones de libertinaje que asemeja al ser humano con los animales. Tenemos alma, voluntad y capacidad de discernimiento. La ficción dibuja patrones de conducta que muchos jóvenes emulan sin casi darse cuenta.
La ficción dibuja patrones de conducta que muchos jóvenes emulan sin casi darse cuenta.
Nadie habla de la interpretación, la producción o la técnica. Pero sí extraña que este tipo de contenido tan escandaloso se exhiba como crítica social al maltrato. En su primer capítulo lo que de verdad consigue es la perdida de autoridad hacia los mayores, la falta de respeto en entornos familiares y lo más llamativo de todo: normaliza la sexualización de la sociedad desde muy temprana edad justificando además la pedofilia y la adicción al sexo.
Para intranquilidad de las familias, tenemos en gobiernos, medios de comunicación e instituciones educativas a personas que defienden y apoyan este tipo de contenido audiovisual. Esto sí que es un escándalo, y ay de los que escandalizare a estos mis pequeños.
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