Es el thriller periodístico del año. Y está protagonizado por una mujer: Katharine Graham, editora de una de las grandes cabeceras americanas: el Washington Post.
Hace unos meses se cumplió el centenario de esta sorprendente mujer y más de uno leyó o releyó su absorbente y chispeante autobiografía Una historia personal, que ganó el Pulitzer en el año 1998. Graham cuenta en esas páginas como le tocó coger las riendas del gigantesco y prestigioso medio en un mundo absolutamente masculino.
Sin afanes revanchistas, porque de hecho ella confiesa que se adhirió tarde a la causa feminista, Graham aporta una lúcida reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad. Es interesante leerla explicar cómo, durante muchos años, pensó que las dificultades que tenía para hacerse escuchar y para que respetaran su espacio y sus decisiones no se debían a su falta de talento o capacidad sino a un cierto esquema social que relegaba a las mujeres a ser meras comparsas. Es hilarante el momento, recogido en Los archivos del Pentágono, en que ella se da cuenta de “lo absurdo que era seguir la costumbre de que los hombres y las mujeres se separasen después de cenar: los hombres, a fumar y a hablar de política y las mujeres a empolvarse la nariz y hablar de la casa y de los niños”.
Es gratificante cuando cuenta cómo, con la ayuda de Ben Bradlee, director del Post, consiguió introducir pequeños cambios en el lenguaje para evitar el tono condescendiente que se utilizaba para hablar de las mujeres. Y es decisivo cómo refleja la película la doble lucha que tuvo que mantener Katharine Graham, interpretada con su habitual solvencia por Meyl Streep. Por una parte, luchó, como el resto de los periodistas, contra un Gobierno decidido a recortar la libertad de expresión. Pero también tuvo que luchar contra su propio equipo, para que nadie –con la excusa de que era mujer- decidiera por ella.
Este electrizante conflicto a dos bandas es, en definitiva, el meollo de la última película de Spielberg.
Salvar la primera enmienda
En 1971, un año antes del Watergate, el New York Times publicó una serie de documentos filtrados que recogían información clasificada sobre la Guerra de Vietnam. Katharine Graham y Ben Bradlee, líderes del Post, decidieron apoyar al New York Times en una audaz operación dirigida a evitar que Richard Nixon restringiera la libertad de prensa.
Steven Spielberg ha rodado en tiempo record un thriller periodístico que entronca con lo mejor del género y que remite, aunque la referencia resulte obvia, también por la cercanía de los hechos y por sus protagonistas, con Todos los hombres del presidente.
El veterano cineasta ha demostrado oficio a la hora de abordar películas de fuerte base histórica. Aquí cuenta con un interesante caso periodístico que se podría haber quedado antiguo… y que, sin embargo, con el primer y cuarto poder echándose pulsos en los Estados Unidos y en pleno debate de la posverdad, tiene rabiosa actualidad.
Entre los méritos de la película se percibe el trabajo del coguionista de Spotlight, Josh Singer, y el gran trabajo de dos grandes actores que salvan algunos momentos menos inspirados de la cinta. Tom Hanks está soberbio y Meryl Streep vuelve a merecer otro Oscar.
Lo cierto es que los dos no pueden quejarse de falta de personaje. Bradlee siempre fue uno de los grandes. Y de Graham ya hemos hablado ampliamente. Por cierto, háganme caso y, después de ver la película, corran a leer su biografía. Disfrutarán mucho. Y aprenderán más.
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