Hace ocho años Paco Arango sorprendió con Maktub, una deliciosa comedia centrada en uno de esos temas que hacen todo menos gracia: el cáncer infantil. Arango sabía de qué hablaba pues llevaba años dirigiendo Aladina, una ONG que ayuda precisamente a niños y adolescentes enfermos de cáncer. Al margen de las buenas intenciones de la película, Arango demostraba un don para mezclar comedia y drama, un buen oído para detectar el realismo en los diálogos y manejo en la dirección de actores.
En su segunda película, Lo que de verdad importa, volvía a hablar del cáncer juvenil, en una historia mucho más internacional. En Los Rodríguez y el más allá, Arango abandona el tema del cáncer pero sigue mostrando algunas claves de su filmografía: estamos ante una película familiar, muy atenta a subrayar una serie de valores positivos, rodada en clave de humor y dirigida a conseguir fondos para Aladina. Porque el cine de Arango o se entiende en esa clave solidaria o no se entiende. Y en ese sentido, hay que alabarle a Arango su decisión de nadar contra corriente y ofrecer diversión positiva, familiar y solidaria sin complejos y sin temor a que los críticos –desgraciadamente muy acostumbrados a dejarnos deslumbrar por el cinismo- tachemos su cine de edulcorado.
Pero vayamos a la película. El argumento esta vez es bastante más loco que los anteriores. Una familia (Los Rodríguez) unida pero muy original descubre que el abuelo, en realidad, vivió durante algún tiempo en una realidad paralela, en otro mundo. Y la conexión entre esos dos mundos puede poner en peligro la vida en el planeta Tierra.
Desde el punto de vista cinematográfico, la película encantará a los chavales porque ¿quién no ha soñado con meterse en un armario (aquí una nevera) y aparecer en Narnia? ¿o viajar en el tiempo, conocer el futuro o recrearse en el pasado? La película de Arango tira de referencias fantásticas para crear un cine escapista que, lo dicho, deslumbrará a los más jóvenes. Otra cosa es que la acumulación de gags, puntos de giro y aventuras alocadas termine por agotar a un espectador más adulto que notará pronto las costuras de una película que tiene muy claro a donde va, desde el punto de vista intencional, pero que narrativamente derrapa en algunas ocasiones.
¿Quién no ha soñado con meterse en un armario (aquí una nevera) y aparecer en Narnia?
Ese ocasional derrape queda compensado con algunos gags hilarantes (casi todo lo que tiene que ver con los super poderes de la familia), el desparpajo de los actores más jóvenes y la solidez de algunos valores seguros (tronchantes Rossy de Palma y Macarena Gómez), una producción sobresaliente y buena música.
A eso hay que sumarle que Arango, como siempre, va a lo suyo. A elogiar la unidad de la familia, el trabajo en equipo, la solidaridad, la comprensión ante los fallos de los demás y el reírse de la vida venga como venga. El resultado quizás no sea una gran película pero es un magnífico y estimulante entretenimiento.
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