Hay que reconocer que las mujeres no siempre resultan bien tratadas en el cine. El séptimo arte está lleno de estereotipos y tópicos y, si hay un territorio donde han campado y siguen campando a sus anchas las mujeres objeto ese es el de la pantalla grande.
Por eso es una suerte poder escribir en el marco de la semana de la mujer sobre un buen puñado de películas recientes en las que encontramos personajes femeninos mucho más ricos. Protagonistas o secundarias en las que reconocemos rasgos de nuestras madres, abuelas, hermanas o amigas. Siempre he dicho que en mi espectro vital conozco pocas mujeres que sigan el patrón de los personajes de Sexo en Nueva York (alguna conozco, todo hay que decirlo), sin embargo, si reconozco estos rasgos en las protagonistas de muchas de las películas que han aspirado este año a los Oscar. Y como muestra, unos botones. Aviso, hay spoiler.
Rose: la mujer fuerte
Viola Davis ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria por su magnífica caracterización de Rose Maxon, la abnegada mujer de un hombre que, como ella reconoce, “lo llena todo”. Troy Maxon es, aparentemente, el pilar de una familia afroamericana que, en los Estados Unidos de los años 50, trata de salir adelante a pesar de los prejuicios raciales y una situación económica poco boyante. Sin embargo, cuando la crisis matrimonial estalle –como consecuencia de la torpe aventura de Troy con una joven a la que ha dejado embarazada- Rose demostrará que, si en la familia hay un cimiento sólido, es ella. El estallido final de Rose, después de muchos años de silencio, y su poner sobre la mesa sus frustraciones, sus deseos y, al mismo tiempo, su realismo y su aceptación de los límites es uno de los momentos más intensos de una película que, ya de por sí, es un clímax casi continuo. Frente a la volatilidad, y en el fondo infantilismo, de su marido, Viola Davis construye un personaje fuerte, forjado en la dificultad, maduro y muy consciente de que sus renuncias no son gratuitas. Tienen un motivo: el cariño a los suyos. ¿Les suena, verdad?
Mia: El amor o la fama
También Emma Stone alcanzó el Oscar, esta vez el de mejor actriz protagonista, por un personaje que, en su aparente liviandad, es de una gran riqueza. Mia es tozuda, perseverante, divertida y cariñosa. Mia sueña con la fama y sueña con el amor. Son los dos parámetros que sostienen su vida. Y sueña, en realidad, con el hombre que pueda compartir con ella un proyecto de futuro. Emma Stone ha declarado en más de una entrevista que no cree que haya que renunciar a la felicidad personal por alcanzar la fama y que la fama y el amor no tienen por qué excluirse. Sin embargo, La La Land demuestra que es imposible que una pareja compagine sus sueños si no son capaces de ceder. Y que cualquier decisión conlleva dejar cosas por el camino. No se puede tener todo y, al final, la vida está hecha de decisiones asumidas con responsabilidad. En el fondo, nada que no viva cualquier mujer en su día a día…
Jackie: Construyendo un mito
Lo reconozco, Natalie Portman era mi favorita para ganar el Oscar. Me maravilla la recreación que hace de Jackie Kennedy. Ese encarnarse en un personaje tan complejo y con tantas caras. La mujer-muñeca que enseña su casa en un documental de la CBS siguiendo los dictados de su jefa de prensa y la mujer-pantera capaz de defender con uñas y dientes la imagen de su marido. La mujer-guerrillera que no quiso quitarse su Chanel rosa empapado en sangre para que el mundo fuera consciente de que habían asesinado al presidente y la mujer-analista capaz de orquestar una compleja operación de marketing político que pasaba por conceder una entrevista a la revista Life una semana después del magnicidio y relatar un mito –el de Camelot- que quedaría para siempre en el imaginario colectivo. No conozco a ninguna primera dama, pero sí a mujeres capaces de desplegar una inteligencia práctica al servicio de las causas en las que creen. La mayoría de las veces las armas de mujer son mucho más sofisticadas que unos simples tacones…
Figuras ocultas: cuando brillar no es lo importante
Otra película que ahonda en esta misma idea. Basada en la historia real de tres científicas que tuvieron que pelear contra el seximo y el racismo, Figuras ocultas demuestra la tenacidad que puede desplegar una mujer convencida de su valía. La lucha no fue fácil y muchas se quedaron por el camino. Otras llegaron y nos han cedido el testigo.
Lo más sorprendente de estas mujeres es la discreción con la que se tomaron sus éxitos. Eran brillantes, les gustaba su trabajo y querían colaborar con el gobierno de los Estados Unidos… No querían brillar, y además eran conscientes de que, un excesivo brillo en una sociedad que todavía no estaba preparada para aceptar la igualdad de la mujer, podría ser un obstáculo para su objetivo: trabajar y trabajar bien. No sé cuántas mujeres conocéis en este mismo bando… Yo, bastantes…
Elle, El viajante y la dignidad frente a la violencia
Por último, me gustaría fijarme en dos películas muy diferentes. Una magnífica, El viajante (Oscar a la mejor película extranjera) y otra, desde mi punto de vista, absolutamente sobrevalorada. Las protagonistas de Elle y El viajante han sufrido una violenta agresión. Las dos están marcadas, en el cuerpo y en su psique. Cualquier ataque sexual marca de por vida y por ese motivo no deja de ser frívola y dañina la banalización que el cine actual hace de la violación, pero eso es otro tema… Lo interesante es comprobar como dos personajes afrontan este trauma. Me resulta inverosímil la actitud de Michelle, la protagonista de Elle, después de la violación. Se entiende el dolor, el sufrimiento, incluso su decisión de no denunciar –aunque sea una decisión equivocada- pero se entiende menos el morboso juego de venganza al que se entrega y que le hace buscar al agresor…para forzarle a repetir el ataque. La postura de Rana parte de sentimientos muy parecidos y de decisiones similares (tampoco ella quiere denunciar, craso error, de nuevo) pero la evolución del personaje es muy diferente y cuando ve que, en este caso su marido, entra en la espiral de la venganza comprende que tomarse la justicia por su mano tampoco va a recomponer lo que la agresión ha roto, que no es solo su vida sino la relación con su marido. La decisión de perdonar es absolutamente heroica y no resulta fácil de entender, pero sí revela una dignidad y una superioridad moral elogiable. La dignidad que, ni uno, ni mil ataques violentos puede arrebatar a una mujer.