“Unplanned tiene la fuerza del testimonio de una vida”. Esta definición del Alvelda King, sobrina de Martin Luther King resume bien el principal valor de una película que se estrena con el apellido de “provida”. Y sin duda lo es… pero, antes de ser una película provida, es una película basada en hechos reales. Y aquí está gran parte de su fuerza. No estamos ante un sermón religioso, aunque se hable de fe, ni ante una película de tesis, aunque sostenga una serie de argumentos. Es una historia real contada en primera persona.
Concretamente es la historia de Abby Johnson, una joven americana de raíces cristianas que, después de someterse a dos abortos, dirigió una clínica abortista de la poderosa organización Planned Parenthood. Johnson decidió abandonar su trabajo después de asistir a una interrupción del embarazo por succión. A partir de ese momento, esta joven americana decidió dedicar una gran parte de su vida a mostrar lo que ella experimentó en primera persona. Escribió un libro para recoger sus memorias. Y el libro se ha llevado a la gran pantalla.
Estamos ante una película muy cruda porque no se ahorran algunas imágenes que describen de manera explícita los diferentes métodos para detener el embarazo. Y estamos ante una película a la que se puede acusar de tomar partido, al construir algunos personajes antagonistas, resueltos con un par de brochazos que restan verosimilitud. Pero ni la crudeza ni un cierto maniqueísmo, restan fuerza a una historia que respira drama y compromiso con la verdad de quien lo ha vivido. La cinta muestra el recorrido de una mujer que empieza a colaborar con Planned Parenthood por convicción, y precisamente para evitar abortos, que continúa trabajando, a pesar de la actitud contraria de su familia, y que cambia radicalmente a raíz de una experiencia que, en realidad, hace estallar algo que llevaba larvándose en su interior desde hacía mucho tiempo. Abby Johnson descubre que las buenas intenciones –desde las suyas hasta las del padre que lleva a abortar a su hija adolescente- no son suficientes cuando hay en juego otras vidas humanas. Y esto sirve para el aborto y para muchas otras realidades.
Hoy cuestionar el aborto es un tema tabú. Todo el mundo considera que el aborto es un drama… pero son pocos los que se remangan para ofrecer a la mujer ayudas reales para evitar ese drama. Este tinte de tema-tabú es el que ha dificultado la producción y el que ha reducido el casting, porque son pocas las actrices que se atreven con un film como este y, de hecho, la película está interpretada por Ashley Bratcher una actriz americana, muy comprometida también en la causa provida y que fue, a su vez, una superviviente del aborto (su madre renunció en el último momento).
Sería una pena que este tinte tabú y el apellido provida ahuyenten al verdadero público objetivo de esta película, que no son las asociaciones a favor de la vida, sino todos aquellos que, en conciencia, como la joven Abby, defienden a la mujer y su derecho al aborto. La película es para ellos. Y es para nosotros, para todos los que vivimos en una sociedad que ha normalizado muchas cosas y que está haciendo muy poco para evitar el drama del aborto.
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