«Algún día, nos llevarás tú», era la contestación favorita de papá cuando le preguntaba qué se siente al conducir. No recuerdo cuándo fue la última vez que le hice esa pregunta. Tampoco el momento en el que la duda se convirtió en experiencia, pero el hecho es que hace ya cuatro años que conduzco, y la premonición de mi padre es ahora parte de la normalidad familiar.
Puedo escuchar a aquella niña preguntona al cuestionarse cómo será el paso de la niñez a la edad adulta. Le contesto que, sencillamente, “será”. Es decir, que no habrá una explosión de luz en su dieciocho cumpleaños, ni una repentina sensación de libertad –aunque, quizás, los viernes y los sábados sus padres le permitan volver a casa más tarde–. El mundo no se tornará de golpe en gris y aburrido, y no por dejar de ser niña le empezarán a gustar las coles de bruselas. Simplemente “será”, tal como es el movimiento del Sol, que no lo advertimos hasta después de haber ocurrido.
No hace falta decir que de niña solía fantasear con ese “gran paso” a la madurez. Cumplir la mayoría de edad suponía la libertad: viajaría cuando quisiera, me compraría mis caprichos, podría ir sola a todos los sitios, conduciría –eso sí que me impresionaba– y mil maravillas más.
Le explico a esa cría que su concepto de libertad tiene algunas taras, y que olvida, además, que solo es libre aquel que actúa con responsabilidad. Pero no le culpo: algunos adultos también lo olvidan y firman la licencia de la mayoría de edad sin leer la letra pequeña. Se acogen a las cláusulas que confieren derechos, obviando las que contienen obligaciones, y llaman a las cosas por el nombre que más les conviene en cada momento, incluyendo en el título de libertad cualquier majadería.
Ser adulto mola. Soy joven, y como tal me reservo el derecho a hablar en estos términos. Pero si una editorial no me contratara porque redacto con argot juvenil, también estaría en su derecho y habría de respetarlo, porque lo mismo que libre soy responsable de mis decisiones, también al escribir porque asumo las consecuencias que acarrean mis palabras.
Mucho dicho en pocas letras. Lea usted entre líneas.
María Pardo
Ganadora de la XIV edición de Excelencia Literaria
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