Durante el bachillerato decidí estudiar periodismo, con el sueño de hacerme un hueco en el apasionante mundo de la prensa deportiva. Sin embargo, tras un año de estudios universitarios, si bien mantengo esa ilusión, mis objetivos se han ampliado.
Una de las asignaturas que cursé el curso pasado me ofreció un compendio de las distintas teorías de la comunicación. Entre todas, una despertó mi interés: la de la “espiral del silencio”. No quiero entrar en detalles técnicos, pero básicamente esta teoría -que data de hace unos cuarenta años- cree en el silencio de los ciudadanos por miedo a sentirse aislados, en un entorno social que convierte en dogmas las opiniones de la minoría que ostenta el liderazgo.
Cuatro décadas después de su formulación, la teoría se mantiene sin haberse quedado obsoleta. Y para muestra, un botón: las imágenes de lo que se está viviendo en Cataluña desde hace meses. ¿Acaso no es llamativo que la masa ondee miles de esteladas y apenas unas cuantas banderas españolas? Cataluña es una Comunidad Autónoma donde los votos de las últimas elecciones constatan que más de la mitad de los ciudadanos no son nacionalistas ni independentistas.
Así que no es un mito: en Cataluña hay miedo. Y no quiero entrar en debates políticos, sino ejemplificar como el miedo al aislamiento tiene una relación directamente proporcional con el silencio. Y del aislamiento a la violencia, pues el otro día mi hermano iba paseando por Madrid, vestido con un polo de una marca de ropa que alguien ha decidido vincular caprichosamente con ideas políticas. Se le acercó un joven y le espetó: <<¿De qué palo vas?… No te pego porque hay gente>>.
La Universidad tampoco se salva. Mi grata experiencia académica se ha visto empañada al hacerme testigo de cómo un compañero era calificado de “machista” por poner en duda las acciones de una asociación feminista radical: Incluso he recibido notas con comentarios negativos sobre mí por que más de una vez, en alguna exposición oral, me he maniestado de forma neutral frente a Podemos.
Este miedo y su posterior silencio lo crean grupos minoritarios, que conducen a que tengamos temor de mostrar nuestros pensamientos, anulándonos la libertad a ejercer el derecho a nuestra libertad de expresión. Por eso he decidido que no solo quiero ser periodista para narrar partidos de fútbol. Antes pretendo ofrecer mi voz a las mayorías (o minorías) silenciosas, para que entre todos acabemos, de una vez por todas, con la espiral del silencio.
Francisco Javier Merino Garach
Ganador de la X Edición
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