No es lo mismo decir te quiero que te amo. El verbo querer denota necesidad o capricho: quiero leche, quiero un plátano, quiero irme de vacaciones… El amor es otra cosa.
El amor tiene infinidad de formas e intensidades, pero definitivamente es la antítesis a la satisfacción de una necesidad o capricho. Cuando amas, deseas el bien de una persona, su felicidad. El amor, en este sentido, es pura generosidad: darse al otro, darse por completo.
Cuando una persona ama, la satisfacción de su yo queda en segundo plano. Sus intereses y deseos se focalizan en el otro: su madre, su padre, sus hermanos o su amando o amada. Por eso, utilizamos de manera errónea el decir te quiero. Te amo sería lo correcto, a pesar de su fama cursi o anticuada. Nada más lejos de la realidad: el amor nada tiene que ver con el exceso sentimental ni hay formas de amar modernas o antiguas. Si se ama, se ama con todas las consecuencias, sin condiciones. El amor de una hija hacia su madre y viceversa, no pasa nunca de moda porque nada tiene que ver con las modas, que no deberían dictaminar la jerga, la forma o las expresiones y efusiones del amor.
El amor ofrece libertad para que podamos mostrarlo sin temor, de acuerdo a nuestra personalidad. Amar implica acompañar, comprender y perdonar, acciones también ajenas a las modas. Ni las novelas, ni las series, ni internet, ni las letras de las canciones del momento pueden hacer que esto sea de otra manera.
No quiero que mi madre o mi padre sean míos. Siento amor por ellos y por eso les digo que los amo. Al igual que a mis amigos y hermanos, Evidentemente de forma e intensidad distinta, pero sin vergüenza de mostrar el amor que les tengo. Si buscamos sentirnos amados y amar, sería ilógico avergonzarnos de aquello que toda la humanidad persigue. Aunque el verbo amar tenga una vinculación con la pasión, va mucho más allá: abarca al prójimo, a todos, sin límite.
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