En este mes de Noviembre, (mes en el que transcurre la historia de la que voy a hablar a continuación), inauguro esta sección en Woman Essentia con muchísima ilusión, recomendando «El Náufrago Feliz«, una joya escrita originalmente en catalán por Ramón Folch i Camarasa, allá por 1959, (y ya casi olvidada), rescatada por Ediciones Invisibles en junio de este mismo año.
“Asegura que soy un fracasado. Que soy un náufrago de la vida. Puede que eso último sea cierto. En cualquier caso, el barco en el que viajaba en otros tiempos no era el mío ni me resultaba cómodo. Ahora que he llegado a una playa desierta […] me parece oportuno enviar este mensaje dentro de una botella y arrojarlo al mar por si alguien quiere recogerlo. Un mensaje de náufrago feliz, escrito únicamente para tranquilizar a quienes podrían caer en el error de compadecerlo.”
El protagonista, que antaño ha sido escritor de éxito y del que no sabemos el nombre por intención expresa del autor, debe tomarse un período de reposo a causa de un accidente que le afecta a la muñeca. Aprovecha esta pausa obligada para recordar cómo conoció por casualidad, (estamos en el Barcelona de los años 50), a María, el amor de su vida, cuando él estaba en la cumbre de su carrera y era considerado el niño prodigio de la literatura catalana, tenía el ego por las nubes (y un cierto aire de complacencia) y estaba en consecuencia, bastante perdido cual náufrago en medio de la tormenta.
Y es que el autor omite el nombre de nuestro protagonista porque el foco lo quiere poner en ella: María. Le entendemos porque María nos enamora a todos con su vitalidad, sus ganas de cambiar el mundo, de buscar la belleza y lo bueno de los demás (incluidos los vecinos), de que todo sea maravilloso para cuando nazca su hijo, poder mostrarle lo más bonito, lo más maravilloso que tiene la vida.
Sin embargo, una vez la conoce y se casa, abandona la escritura. Por ella, para ella. Porque el amor es servicio, ENTREGA. A los demás les cuesta creerlo. Es un amor que quiere lo mejor para el otro, que se pelea por conseguirlo. Es anularte tú, para vivir por el otro. Especialmente emotiva es una escena de la novela en la que nos habla de una lucha “encarniza y cruel” entre los dos protagonistas; él quiere que ella se compre un abrigo mejor, y ella que él cambie sus gastados zapatos.
“Es muchas veces que el matrimonio estropea a la gente. Sobre todo, a los artistas.”, le dicen. Pero él lo deja todo. Deja de escribir. ¿Por qué?
¿Qué es lo que hace que un escritor de éxito, en el apogeo de su carrera, lo deje todo, y cuando no está ella, no sólo no se arrepienta, sino que permanezca firme y feliz con aquella decisión?
En una sociedad tan utilitarista como la nuestra, el amor puro, generoso y desinteresado no parece un motivo creíble para alcanzar la felicidad. En muchas ocasiones sólo cuentan el éxito, la fama, el dinero o el reconocimiento. Pero sí, hay felicidad más allá y por encima de todo esto.
Es el amor, por tanto, el que lleva a nuestro escritor a encontrarse con su verdadero yo. A redescubrirse, mirándose en los ojos del otro.
“Y fue María la que me llevó de la mano hasta donde se escondía mi verdadero yo, el del carácter tranquilo y reposado, el amigo del ocio beato, la criatura de auténticas aspiraciones universales y el corazón capaz de amar al prójimo y a todo sin prejuicios.”
Nuestro protagonista admite que, hasta entonces, se limitaba a fingir que vivía, lo justo para encontrase bien consigo mismo cuando no estaba rodeado de gente, simulando una vida perfecta en la cima del éxito. Y en el camino, se iba volviendo cada vez más insoportable conmigo mismo, lleno de ego, de adulación, de soberbia. El ejemplo, en este caso, son los escritores (hay que reconocerle el esfuerzo de autocrítica al Sr. Folch). Pero, seamos sinceros, somos cualquiera de nosotros.
“Todo el secreto de mi cambio, de mi metamorfosis tan beneficiosa para mí como para nuestra literatura, consistió en que, de repente, al contacto de la Verdad y la alegría, dejé de fingir que era, para “ser” a secas. Y por si eso fuera poco, aprendí a ser feliz.”
Folch nos cuenta una historia de amor entrañable, donde maneja con maestría la ironía y hace gala de un gran sentido del humor. El de un hombre enamorado que pretende, con gracia, manejar el matrimonio, para luego dejarse hacer por su mujer. Porque sí, porque está enamorado y sabe que ella quiere lo mejor para él. Nada de machismos, de feminismos, simplemente amor, amor del bueno.
Un amor que no se rompe con la muerte. La esperanza en el reencuentro y la fe le sostienen a nuestro enamorado, le acompañan. Le dan sosiego y paz.
“El día que te fuiste, María, con ÉL, ese día me enseñaste definitivamente a vivir.”
No dejéis de leerlo. “El naufrago feliz” es una pequeña joya que ya se ha convertido en un clásico de nuestra literatura.
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