¿Hay que morderse la lengua y tragar? Conozcamos cómo funcionan estos nuevos fundamentalismos para evitar que nos manipulen.
«Morderse la lengua» (Espasa) de Darío Villanueva, exdirector de la RAE, es un documentado alegato contra la corrección política y la posverdad, “los síntomas de nuestro tiempo”. Denuncia el empoderamiento de los ciudadanos ignorantes y la mentira como el motor de algunos acontecimientos de los últimos tiempos como el Brexit, el ‘procés’ o la presidencia de Trump.
En las primeras páginas de Morderse la lengua recuerda el suicidio hace trece años de Antonio Calvo, profesor en Princeton, tras la insoportable “tortura emocional” provocada por la campaña de desprestigio a raíz de un comentario a un alumno suyo al que instó a trabajar más y no siguiera “demasiado tiempo tocándose los cojones”. El profesor fue fulminantemente despedido por “conducta incorrecta” (un supuesto intento de acoso sexual) cuando todo se trataba de una mala interpretación idiomática.
En nuestra globalizada «sociedad de la información» se ha instalado la desinformación de la mano de dos fenómenos sintomáticos de nuestro tiempo: la corrección política y la posverdad ya mencionadas, manifestaciones contemporáneas de la quiebra de la racionalidad y la estupidez. Ambas impregnan y pervierten el discurso de políticos, medios de comunicación y redes sociales, afectando las relaciones personales y profesionales e incluso la creación, la investigación y las expresiones artísticas. Villanueva analiza todo esto y más en en este libro.
Fragmento:
La «suspensión» de la falsa tolerancia daría paso, si la gravedad de la situación de la sociedad así lo reclamase, a la «radical supresión del derecho de libre expresión y libre reunión», porque «es menester ayudar a los reducidos e impotentes grupos que luchan contra la falsa conciencia: su conservación es más importante que el mantenimiento de derechos y libertades de que se abusa y que permiten que surja aquella violencia legal que oprime a tales minorías». Como ya quedó apuntado, sin que Marcuse utilice todavía, hasta donde yo alcanzo con mi lectura de sus obras, la expresión corrección política, que comenzará a circular poco tiempo después, en su pensamiento militante, enfocado intensamente hacia las comunidades educativas de su país de adopción, está el más claro fundamento de esa forma de tolerancia represiva que llegará a arraigar hasta hoy fuera de los recintos universitarios, justificando lo que Ricardo Dudda resume en una frase impactante: «Los censores son hoy los buenos».
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