“Por primera vez entendí el significado de ser humano y el significado de amar”. “Solo alguien que ha sido amado puede amar. Solo alguien que ha sido perdonado puede perdonar. Eso es lo que comprendí”. “Nuestros tiempos felices”.
Durante los pasados días del 20 al 26 de Octubre hemos asistido perplejos al encuentro de las familias de Corea del Norte y del Sur que no se veían, y además ni siquiera tenían constancia de si seguían viviendo, desde que les separó la frontera impuesta a raíz de la guerra de Corea (1950-53).
Desde la primera reunión de familias en 1985, han participado 18.880 parientes de ambos lados, en 19 ediciones durante la pasada década, si bien han sido 129.264 las personas, sólo de Corea del Sur, que solicitaron acudir a estas reuniones durante los 30 últimos años, lo que representa una pequeña proporción de reencontrados.
Parece increíble que siga sosteniéndose esta situación en pleno siglo XXI, y aunque se nos llena la boca de libertad, continúan los casos de ausencia real de la misma.
Dijo Borges: «Vedar la ética es arbitrariamente empobrecer la literatura. La puritánica doctrina del arte por el arte nos privaría…» y sigue una lista de casi todos los escritores del mundo.
La escritora surcoreana Ji-Young Gong de gran trayectoria en su tierra, publicó en el año 2012 su único libro en legua castellana, “Nuestros tiempos felices”. Fue premio especial de Anmistía Internacional en 2006 debido a las consecuencias que tuvo su publicación en Corea del Sur respecto a la pena de muerte, dándose una moratoria de facto en dicho país sobre la misma y no volviéndose a dictaminar ninguna pena de este tipo por ningún juez desde el año 2009.
Para escribirlo pasó nueve años visitando a presos condenados a muerte en las cárceles de su país, lo que la enemistó con las autoridades y aunque su intención no era escribir un alegato contra la pena de muerta, la realidad descrita hizo que se convirtiera en ello. Es una escritora libre, que habla claramente, si bien influye de forma contundente la emotividad de la historia y el tono en que se desarrolla, ya que es un alegato al verdadero amor.
…”Padre, es tan simple, lo único que tenía que hacer era amar”
“Me gusta hacer llorar a los lectores, porque las lágrimas cambian la mente de las personas” dijo en una entrevista a EFE en 2012.
La clara finalidad literaria de sus libros la ha convertido en una escritora comprometida, lo que hace que “sienta el peso de la responsabilidad sobre mis hombros”, en palabras de la propia escritora. Según ella misma, la literatura coreana no era muy conocida porque, además de “no haber grandes traductores del coreano, los escritores que había anteriormente se centraban en temas domésticos, como la dictadura militar, la llegada de la democracia…temas que por desgracia, no interesaban al resto del mundo.”
Los personajes de sus libros son siempre los no privilegiados, los trabajadores, los que sufren discriminación, las mujeres jóvenes con estudios que luchan con familia o sin ella, siendo el tema de la mujer uno de sus preferidos, apoyando la igualdad real de sexos, lo que la convierte en una escritora feminista, en el buen sentido.
En “Nuestros tiempos felices” (La Esfera de los libros) narra de forma ágil, amena y cálida, la historia de una joven, Iuyeong, que pertenece a la alta sociedad coreana, indiferente al mundo, no encuentra sentido a la vida y se encierra en el alcohol y la desesperanza, tras varios intentos fallidos de suicidio. Pero es su tía monja, la hermana Mónica, con quien siempre había tenido contacto y la profesaba gran cariño, la que la embarca en labores altruistas con el objeto de que vuelva a disfrutar de la vida. Juntas inician una serie de visitas a un joven condenado a muerte, Iunsu, que espera con ansia el día de su ejecución, sin esperanza de redención.
“ Un interno que esperaba la muerte en una cárcel, se había convertido en el amigo epistolar de unos niños solitarios que vivían en una lejana ladea en medio de las montañas”.
A pesar de tener orígenes y vidas muy distintas, comparten una historia común de abusos psíquicos y físicos, que hace que surja una conexión entre ellos, que poco a poco les devuelve el deseo de vivir.
“Había aprendido de Iunsu, que amar significaba sufrir con alegría por los demás y que, a veces, significaba también tener el valor suficiente para cambiar”.
El tiempo que les queda para recordar tiempos felices es cada vez menor, y a lo largo de estos días aprenderán a decir adiós y que la libertad se encuentra, muchas veces, escondida en el fondo de nuestros corazones.
“Y debía de haber pensado cómo aquellos ríos nacían siendo diminutos arroyos, cada uno con un nombre diferente, que fluían hasta llegar a un mar que tenía un solo nombre”.
A pesar de ser un drama, el libro va transmitiendo la misma paz a la que llegan sus protagonistas, encontrando sentido al sabido final. Ojalá las lágrimas derramadas por la emoción de estos encuentros familiares hagan cambiar la mente del régimen norcoreano y se ablande un poco también.
Fuentes:EFE, El Mundo, “Nuestros tiempos felices”