Seréis como dioses es una obra atinada y vigente, en el sentido más interpelador de la palabra: una obra que nos sobrecoge y conmueve, que nos desasosiega e ilumina, que nos acongoja y redime.
Thibon, su autor, nos propone una tesis extrema: «imaginemos un mundo futuro en el que los hombres sean plenamente inmortales, gracias a los avances científicos” (Del Prefacio de Juan Manuel de Prada)
Gustave Thibon (1903-2001) fue un filósofo francés más que peculiar. Tuvo una formación autodidacta, fue un lector incansable, impactado por la Primera Guerra Mundial y sus viajes como militar, se convirtió al catolicismo por la influencia de autores como Léon Bloy y Jacques Maritain. Fue Maritain quien le invitó a escribir en la Revue Thomiste.
Durante la ocupación nazi escondió a la filósofa y mística Simone Weil (una judía enamorada de Jesús )y siempre en el umbral de la Iglesia sin llegar a traspasarlo formalmente. No fue solo un pensador, sino que escribía bien ya que cuatro veces fue nominado al Nobel de Literatura
El libro plantea temas filosóficos además de ser «una reflexión sobre la naturaleza humana y su necesidad (hoy tan reprimida) de divinidad, sobre el sentido último de la vida«, De Prada añade que además es «una obra penetrada de principio a fin porel aliento de la poesía, que nos roza y estremece, que se adentra en nuestras células y en nuestra alma».
En esta historia todos viven para siempre, incluso los fallecidos en accidente retornan. La protagonista, Amanda, cansada de lo predecible intuye algo más. «Basta que miremos en nuestro interior para que comprendamos que nuestra vocación no es una vulgar prolongación infinita de nuestra vida terrena, sino la vida eterna, el disfrute de las cosas divinas, el encuentro con la plenitud que colma nuestros anhelos más profundos», escribe De Prada.
Amanda intuye que «sólo se puede amar plenamente cuando abrimos nuestro amor a «abismos prohibidos» por la ciencia; es decir, cuando nos despojamos de las seguridades que la ciencia nos brinda, para entregarnos al misterio de «un amor que lo contiene todo, que lo sumerge todo: la vida, el pensamiento, la alegría, el dolor». Y concluye: «Hace falta que el amor sea infinito para que pueda ser eterno»«.
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