“Que todas las guerras sean de globos de agua”. Me encanta decir esta frase, incluso repetirla varias veces al día. Pensar en lo que significa me anima a hacer de nuestro mundo, un mundo mejor.
Muchas mañanas, mientras leo con el móvil las noticias en el metro, me planteo en qué tipo de mundo vivimos. Y hago un esfuerzo mental para encontrar las cosas positivas que tiene, y me las apunto. Porque si no puede parecer que es un mundo gris, egoísta, corrupto… Entonces me acuerdo de dos niñas que suelen jugar en el parque enfrente de mi casa, y sé que con ellas el mundo es mucho mejor. Pienso en la nueva chica que está en la caja del supermercado en el que mi abuelo compra el pan, que siempre le piropea con lo sano y guapo que le ve. Pienso en el chico que me cruzo cuando paseo a mi perro, a última hora de la tarde, y que me pregunta la lección el día antes de mis exámenes. Me acuerdo de dos señoras jubiladas que salen a correr en chándal fosforito, a las que veo desde mi cocina. Y en el jefe de mi hermano mayor, que los viernes le informa de algún restaurante para que invite a cenar a mi cuñada. Y también en la profesora de latín de mi hermana pequeña, que ha conseguido que algunas alumnas quieran ser humanistas.
Pienso en tanta gente apasionada, entregada, convencida, feliz, a las que le gusta vivir, que disfruta de los momentos, de todos ellos. Aunque son personas excepcionales, a la vez son ciudadanos corrientes que hacen que el mundo sea mejor. Porque de verdad es mejor de lo que parece.
Al pensar en todas estas personas, me doy cuenta de que puedo ser parte de ellas. A partir de entonces le empiezo a sonreír al guardia que está por las mañanas en la boca del metro, a la señora de la limpieza de mi facultad, al compañero con el que me doy de bruces en un pasillo… Y sujeto la puerta del ascensor para que pueda pasar mi vecino, que tiene ochenta años, y una mujer embarazada y el niño con su pelota. Me sale de forma natural saludar al portero del edifico donde vive mi mejor amiga, y preguntarle por su familia. También recojo con mi amiga la merienda, para que su madre se encuentre la cocina limpia cuando llegue de trabajar. Y pido “que todas las guerras sean de globos de agua”, guerras de sonrisas para conquistar la Tierra a base de ellas.
Autora: Isabel Ros
Ganadora de la XII edición
www.excelencialiteraria.com
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