Aquellas tardes, al principio tediosas, con el tiempo se fueron convirtiendo en el mejor momento del día. Ese calor insoportable del verano, la calma del cielo, sin chicha ni limoná. Y Lilí y Antonio, tranquilos, pacíficos, serenos, atentos a cualquier ruidito, aunque simularan dormir su siesta.
Esa… atención al ruidito, no era otra cosa que la señal visible de alerta permanente en la que viven ellos, los mayores de los mayores, los más ancianos. Cada uno en su lugar, Lilí en su cama. Antonio en su sillón de la tarde.
Antonio tenía sus costumbres. Para ver la tele, el sofá grande; para leer el periódico, el sillón debajo de la ventana; para dormitar la siesta, el sillón grande donde estirar sus ajadas piernas.
Lilí en cambio, parece que flota en su cama. La radio pegada al oído.
Carlos sabe cuál es la emisora que mejor música pone a esa hora, pareciera que los de la radio intuyeran la escucha de Lilí, cuán Reina de Saba, escuchando plácidamente ritmos suaves de Jazz, luego llegaría la «Hora con Bach».
Para asegurar el descanso de Lilí, sigilosamente como cada tarde, Carlos en un momento dado apaga la radio. Lili, se gira levemente aunque se haga la dormida, ¡Ay! Aquella «atención al ruidito».
El ruidito para ellos es seguridad, vida, compañía, no saberse solos. La certeza de que alguien vela por ellos, la plena comunicación de la mirada amorosa, sin palabras.
Los ruiditos de suaves pisadas, de bajar una persiana, del clic tras cerrar una puerta, el ligero y suave run run del aire acondicionado… Ruiditos apenas perceptibles en medio del solemne silencio de las tardes de siesta de Lili y Antonio. Ni tele, ni vecinos, ni atronadores camiones de la basura de la madrugada, ni teléfono, nada perturba el mágico momento de la siesta.
Paz, silencio, semi oscuridad, buena temperatura, en definitiva, protección.
El mejor momento del día para el acompañante de Lilí y Antonio, los mayores de los mayores disfrutando a pesar de su soledad, el transcurrir de la vida. Sabiéndose cuidados, acompañados, fielmente vigilados.
Cuánta paz en aquel hogar a la hora de la siesta.
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