Segundos antes de elevar el helicóptero, el piloto avisó por radio. Telma, la asistente personal de Talita Carrenques, recogió el mensaje. Era una mujer joven, probada en lealtad y discreción por la millonaria en múltiples ocasiones. Llevaban juntas 15 años.
Telma era la única persona en el mundo que lo sabía todo, absolutamente todo, de Talita.
Extrema cautela
La Sra. Carrenques no usaba móvil, únicamente un ‘busca’ con cifrado de mensajes, pocas personas podían comunicarse así con ella. Casi imposible de rastrear pues no funcionaba vía satélite, sino por ondas de radiofrecuencia. Sonó el aparato cuando Talita salía de visitar a unas monjas amigas. Pasó mucho tiempo a solas con la Hna. Brígida, su confidente y consejera espiritual. Aquella no fue una visita habitual, Talita le entregó su testamento y una carta manuscrita para el Rey.
— Recuerda, en caso de que algo me ocurriera, la carta ha de llegarle al Rey personalmente, ya sabes a quién contactar. Con el testamento es suficiente con Telma, ella procederá. Gracias Brígida, reza mucho por mí y por España — Leyó el mensaje y se puso a pasear por el jardín, aún había tiempo para recibir a sus invitados especiales.
A Talita le permitían pasear por la huerta del convento, no solo por ser su principal benefactora, sino porque sabían que tenían que cuidarla y protegerla. Ella necesitaba mucho el silencio.
Un secreto en Saransk
Durante el paseo le vino a la mente aquel día de junio, cuando conoció al Sr. Vidalvez, más tarde supo que su nombre en clave era Lacach, un apuesto español, de rasgos árabes y portugueses. La dejó impresionada. Vidalvez se hacía pasar por diplomático durante el Mundial de Fútbol. En realidad era un agente infiltrado del CNI con sede en Azerbaiyán, cuya tarjeta de presentación era la de Delegado de Seguridad del Gobierno de España para las empresas españolas en Europa del Este, sobre todo en los países ya independizados de la antigua URSS.
La comitiva española del COE y de la RFEF se alojaban en el mismo hotel en Saransk. Talita iba por libre, pero era la Presidenta del Real Madrid y solicitó formar parte del Comité español durante el Mundial. Nadie se opuso.
Una mañana, Vidalvez se acercó a Talita, se presentó muy cortés y con disimulo, al darle la mano le dejó una nota. Lo mismo que ella hiciera con Paco Dávila semanas después.
"Confíe en mí, tengo algo importante y urgente para usted. En el descanso del partido de España - Rusia, diga que está indispuesta y que vuelve al hotel. Acuda sola a la calle Ulitsa Sovetskaya 55А, entre en el Cinema Star, sala 5 a las 18:30".
Sin saber porqué ella acudió.
— A estas alturas ya no estoy para ligar — Se decía mientras reía sola.
Al entrar al cine vio a Vidalvez, éste le hizo una señal negativa. Ella captó de inmediato y no se acercó a él, entró en la Sala 5.
Al apagarse las luces, alguien se sentó a su lado, era él. Ni la miró, ni le habló, ni nada, pasó toda la película en silencio. Talita se desesperaba, ¡qué coño hacía ella allí! En un cine ruso, viendo una película rusa en ruso. Se cabreó y le dio un codazo a su vecino.
Él la calmó con la mano, "tranquila",-le susurró-,"al salir, suba a un autobús, mire en su bolso. Lea y destruya, no vaya al hotel, está vigilada. Usted sabrá qué hacer".
La película acabó y Vidalvez se levantó y se fue sin dirigirle una palabra. Nada más y nada menos que Talita Carrenques, tirada en un cine ruso, anonadada, inmóvil, sin dar crédito a lo que vivía.
Se subió al primer autobús que vio sin saber a dónde iba. Se sentó en el último asiento, miró alrededor y cuando se sintió segura abrió el bolso y encontró un papel arrugado.
A Talita le recorrió un sudor frío por todo el cuerpo, literalmente se le agarrotaron todos los músculos. Con la mirada perdida, sumergida en sus enormes gafas negras, simulaba mirar por la ventana. De repente vio un hotel y decidió bajarse. Pasó la noche insomne… hasta el amanecer.
Activando el plan: los tres invitados
Mientras Talita recordaba aquel incidente, en sus propias palabras,-«por llamarlo de algún modo»-. Carlos, el piloto, con extrema amabilidad y entre risas, indicó a sus pasajeros: Paco, Carles y Saulo que en la cabina podían cambiarse de ropa.
Les habían preparado varios ‘kits’ deportivos, llamativos, bastante horteras, de colores reflectantes: amarillo, naranja y rosado. Gorras, gafas de sol, algunas barbas, pelucas de coleta e incluso cadenas de oro. El colmo fue cuando les advirtió que echaran a suertes quiénes se pondrían las pegatinas de tatuajes… ¡De Beckham! y unos guantes de látex transparente, ¡con los tatuajes de las manos de Ramos!
El ambiente, tenso al inicio, dio paso a una juerga memorable entre los políticos y el piloto. Se lo pasaron en grande, sin preguntar, comprendieron. Debían aterrizar absolutamente camuflados. Todavía quedaba una hora de vuelo hasta San Simón.
Un salvavidas y palomas mensajeras
Talita pasó un rato rezando en «una ermita», las monjas solían colocar por jardines y huertas pequeñas esculturas de santos, que ellas mismas esculpían, o de La Virgen, para rezar en medio de la naturaleza. A Talita, de forma particular, le gustaba la ermita de los pastorcillos de Fátima. Allí pasaba largos ratos, rezando y pensando.
Recordó a Doménico,-su salvavidas-. Ella sabía que era la única persona a la que podía acudir para pedir consejo y ayuda. Y gracias a él logró encauzar lo ocurrido en Saransk.
Doménico Giannivalli, era nada más y nada menos que el Jefe de la Gendarmería Vaticana, un halcón de la seguridad, deseado por todos los servicios secretos del mundo. Doménico y Salvador, el marido fallecido de Talita, fueron amigos durante muchísimos años, unidos por una afición común, la caza y las palomas mensajeras. ¿Quién podía imaginar que en el Siglo XXI aún hubiera palomas mensajeras en activo?
De repente, Talita se puso lívida en sus recuerdos. Todavía no asimilaba bien el entuerto en que se había metido. Se le revolvía el estómago al recordar el día siguiente de su extraña quedada con Vidalvez. Apretujaba el Rosario y se lo ataba y desataba de sus manos una y otra vez. Su ritmo cardíaco se aceleró… meses atrás, cuando regresó a su hotel en Sarensk, desayunó ojeando la prensa internacional.
En la portada de «El País» se leía una noticia impactante: «Tensión diplomática entre los gobiernos de España y Rusia. Hallan el cadáver del diplomático Carlos Vidalvez, en Saransk en extrañas circunstancias. «.
Temblando Talita contactó con Doménico y quedaron en Roma para esa misma tarde.
El busca iluminó un mensaje: «Aterrizan en media hora». Aquel extraño día de noviembre, esta mujer que sentía el peso del mundo sobre sus espaldas, se puso en marcha, era la hora de la verdad.
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