La historia de España está profundamente marcada por episodios de heroísmo y devoción que han moldeado su identidad y forjado sus tradiciones. Uno de los más emblemáticos es el milagro de Empel, un suceso del siglo XVI que desde entonces ha unido al pueblo español en torno a la Inmaculada Concepción, proclamada patrona de los Tercios Españoles y, más tarde, de la Infantería Española. Cada año, este episodio es rememorado tanto por las Fuerzas Armadas como por civiles, reafirmando los lazos históricos que hermanan a España con los Países Bajos.
Corría el 7 de diciembre de 1585, en plena Guerra de los Ochenta Años. El Tercio Viejo de Zamora, bajo el mando del maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla, se encontraba atrapado en la isla de Bommel, en el río Mosa. Las tropas holandesas, conscientes de la desesperada posición de los españoles, abrieron los diques circundantes, inundando el terreno y condenando a los soldados a una trampa mortal. Hambre, frío y la amenaza constante del enemigo se cernían como sombras sobre los infantes.
En medio de esta desesperación, la leyenda narra que un soldado español desenterró una tabla con la imagen de la Inmaculada Concepción mientras excavaba una trinchera. Este hallazgo fue recibido como un signo celestial. Los hombres, conmovidos, improvisaron un altar y confiaron su destino a la Virgen. Aquella misma noche, un frío glacial congeló las aguas del río Mosa, transformando lo que parecía una condena en una oportunidad. Los soldados cruzaron el hielo con valentía, sorprendiendo a la flota enemiga y logrando una victoria tan extraordinaria que el propio almirante holandés capturado exclamó: «Tal parece que Dios es español».
Tras este inesperado triunfo, Francisco Arias de Bobadilla proclamó a la Inmaculada Concepción como patrona de los Tercios Españoles, un título que desde entonces ha inspirado a generaciones de soldados españoles, convirtiéndose en un símbolo de fe, unidad y valor.
En tiempos recientes, el interés por este episodio histórico se ha revitalizado gracias a las investigaciones del general Andrés Más Chao y el general José María Sánchez de Toca. Desde 2004, militares españoles destinados en la Representación Permanente de España ante la OTAN en Bruselas han trabajado para localizar los lugares donde sucedieron estos hechos. Este esfuerzo culminó con la organización de peregrinaciones oficiales al enclave de Empel, lideradas por la Academia de Infantería. Hoy, el evento reúne a unidades de infantería de toda España, que recorren el histórico Camino Español hasta la capilla de Empel, consolidando una hermandad con la comunidad holandesa que, año tras año, recibe a los visitantes españoles con los brazos abiertos.
La conmemoración anual del milagro de Empel está impregnada de solemnidad y emoción. La jornada comienza a orillas del río Mosa, donde se revive el relato de 1585, transportando a los asistentes al crudo invierno de aquella época. La comitiva avanza luego hacia la ermita, donde tiene lugar una ofrenda floral y una oración en honor a la Inmaculada Concepción. El «Salve Regina» y el Himno de Infantería llenan el ambiente antes de que los asistentes firmen el libro de visitas de la capilla, dejando constancia de su homenaje.
Posteriormente, la iglesia de San Landelino acoge la celebración de la Santa Misa, un acto cargado de espiritualidad. Durante la eucaristía, la Infantería Española entrega un obsequio a la parroquia local y otorga la Cruz Fidelitas a la Asociación Milagro de Empel, un reconocimiento por su dedicación a mantener viva esta historia que une a ambos pueblos.
La jornada concluye con un almuerzo de confraternización donde civiles y militares comparten anécdotas y vivencias. En este ambiente de camaradería, las guitarras no tardan en aparecer, y pronto todos entonan canciones tradicionales como “Clavelitos” o villancicos que transportan a los presentes a sus raíces, evocando el calor del hogar en medio del frío europeo.
El milagro de Empel no es solo una gesta histórica, sino un recordatorio de los valores que han definido a la Infantería Española: valentía, honor y fe. Como destacó un oficial en su discurso: «Las tradiciones son la espina dorsal de las Fuerzas Armadas». Este tipo de ceremonias no solo refuerzan el espíritu de los militares desplegados por el mundo, sino que también inspiran a las nuevas generaciones a valorar y preservar el legado histórico de España.
Más de cuatro siglos después, los ecos de aquella gesta resuenan en las tierras holandesas, recordando que incluso en las circunstancias más adversas, la esperanza puede ser la llave hacia la victoria.
Como me dijo una holandesa en una pequeña cafetería junto a la ermita: «Me emociona de corazón veros aquí a tantos españoles año tras año. En una época de guerras y división, es un honor ser parte de la historia de vuestro país, y me enorgullece ser amiga de los españoles».
Esa palabra, honor, quedó grabada en mi mente y en mi corazón. Ser español es un honor y un orgullo, un sentimiento que trasciende fronteras y une corazones. Para quienes vivimos lejos de nuestra tierra, llevar a España por bandera no es solo un símbolo, sino un acto de amor eterno a nuestras raíces.
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