¿Verdad que referirse a una persona como cabal, hoy se usa poco? Coloquialmente se expresa como «persona de una pieza». Seguro que usted conoce o guarda memoria de personas cabales. Si a bote pronto no descubre ninguna en su entorno, dése una oportunidad, repase y ya verá como aparece alguna. Si no es el caso, créame que lo lamento.
Son personas que no empañan su juicio y comportamiento por ideologías, preferencias o pertenencia a algún gremio o grupo social. Porque lo cabal guarda relación directa con lo justo
En mi tierra se dan giros y expresiones lingüísticas peculiares, la cuenta en Twitter ‹Al habla bolo›, lo muestra de forma brillante y divertida. Se exponen vocablos típicos que solo los de la tierra toledana comprendemos a fondo.
El «boledano» no sólo son las palabras, sino el tono, deje o… retranca con que se pronuncian. Muchas de estas palabras se usan en los pueblos, y los de la capital los registran con cierta sorna, depende del contexto. Otras palabras, en cambio, denotan una riqueza cultural ancestral.
Retomo la cuestión de fondo: una sencilla radiografía de la persona cabal. En el famoso lenguaje antes citado de Toledo, encontramos la palabra ‘cabalito‘, que si bien señala a la persona cabal, más bien se orienta a un «mira qué apañao» o «cómo le ha quedado eso de bien», ante algo o alguien fetén, enfatizamos con un ¡Cabalito!
Una persona cabal no es alguien impoluto ni incapaz de cometer pecados, ni que no caiga en tentaciones, sería… otro ser no humano, quizá angelical. Cabal se es per sé.
Suelen ser personas que no empañan su juicio y comportamiento por ideologías, preferencias o pertenencia a algún gremio o grupo social. Porque lo cabal guarda relación directa con lo justo.
Lo opuesto a cabal –siguiendo el hilo del lenguaje típicamente toledano–, se diría así: «Éste no tié fuste». Si usted desea averiguar cómo es una persona sin fuste, lo tiene fácil: observe a la mayoría de nuestros políticos. Los hay hasta capaces de pactar con independentistas, y al día siguiente pronunciar la palabra España en un discurso 65 veces.
Alguien sin fuste es la antítesis de esa belleza que supone conocer a personas íntegras y cabales. Llevado al terreno político y prestando oído a dos toledanas imaginarias sentadas en un banco vendría a ser algo así: «Aquellos eran hombres de Estado… Juani, que hoy ni chicha ni limoná, tos transíos«.
La persona, hombre y mujer cabal, no tiene porqué ser cortés en el trato, aunque se da por hecho que se conducen con buenas maneras, saber estar, etc. Muchas personas sin apenas educación poseen ese sexto sentido, capacidad de observación y esmero autodidacta para saber exáctamente cómo comportarse, cuando hablar, cuando callar y cómo estar. Pero eso obedece más a la prudencia que al ser cabal, aunque se relacionen.
Ser cabal o íntegro, implica a la razón, la voluntad, la determinación y también al corazón
Las personas cabales pueden o no, ser simpáticas, no es condicionante, tampoco necesariamente serias. La simpatía o seriedad va más con el temperamento, no tanto con el carácter forjado. Uno sabe cuándo se está delante o no de una persona íntegra y, se convence de que son merecedoras de toda confianza, porque la lealtad, como la prudencia, también afloran en la persona cabal.
Típicamente humano
Antes decía que lo cabal guarda relación directa con lo justo, pero previamente consigo mismo, nadie nace ordenado y coherente en todo, se labra y forja lentamente, a fuego lento y moldeando con tenazas de hierro. Es tarea de toda la vida. Ideales, referentes, principios, ética… alimentan a estas personas.
Ser cabal o íntegro, implica a la razón, a la voluntad, al corazón y a la determinación. Son personas que reconocen ese «algo» común a cada ser humano y a la vez, distingue lo propio de lo ajeno sin problema: Somos seres sociales no aislados; esto es mío, eso es tuyo, aquello es nuestro.
Por encima de todo no engaña, nunca lo hará, ni siquiera de forma inconsciente. Porque y aquí hallamos otras dos virtudes, son personas libres de espíritu y nobles, sin doblez
Inconscientemente relacionamos la integridad o el ser cabal con los dineros ajenos. Sí, es una vertiente, pero la persona de una pieza lo es en todo y para todo. Si duda o ignora algo se callará, estudiará y buscará respuestas. Si afirma algo es porque ya razonó y descubrió la verdad de la cuestión, o de otra persona o de una situación.
Por encima de todo no engaña, nunca lo hará, ni siquiera de forma inconsciente. Porque y aquí hallamos otras dos virtudes, son personas libres de espíritu y nobles, sin doblez.
Un ejemplo de un gran amigo de lo ajeno fue Francisco Sandoval y Rojas, más conocido como el Duque de Lerma, señalado por los historiadores como ¡Uno de los seres más corruptos jamás nacidos de la gloriosa España! En paladín toledano, el caradura del Duque de Lerma: «Sacó leche de la alcuza», es decir, robó. Si el aristócrata fue el corrupto por antonomasia, el Rey Felipe III resultó un «Abundio», según la expresión toledana: «es más tonto que Abundio». El colmo de mi desdicha es constatar que en mi ciudad hay una calle dedicada al mayor corrupto de siglos pasados, el Duque de Lerma.
Los dineros públicos son sagrados
Las personas cabales saben que los dineros públicos son sagrados, y actúan en consecuencia. Porque esas personas cabales han interiorizado y grabado a fuego aquella máxima evangélica «El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho» (Lc 16,10).
Pero además las personas cabales suelen ser valientes, sobre todo cuando de dar la cara por otro se trata, no hay reparos, ni seguimiento de consignas, reconocen los hechos y punto.
Porque el íntegro reconoce la verdad del otro, por eso es capaz de alabar públicamente algo bueno que haya dicho o hecho un contrincante, competidor o adversario.
Rasgo determinante
En esta… radiografía de la persona cabal no puede faltar un rasgo determinante, me refiero a la humildad.
Las personas íntegras, cabales, auténticas, coherentes, libres por dentro y por fuera, de firmes convicciones, principios inquebrantables, largos en la amistad y sabios para saber de quién desconfiar, cuando son vilipendiados, ninguneados, repudiados, insultados, rechazados y tergiversados, callarán. Callan porque sus obras gritan. La humildad verdadera es el silencio de los buenos.
Quizá la España de hoy, la de antesdeayer y la de hace siglos, esté plagada de personas cabales, nobles y honestas, el problema es que como siempre, el mal hace más ruido que el bien y el extraño gen que padecemos los españoles provoca desmemoria de lo bueno y justo.
Ah, se me olvidaba. Esta reflexión sobre las personas cabales me ha venido a raíz de ver el documental: «El legado de Franco», se lo recomiendo.
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