Pero entre los cascotes y la destrucción, una propuesta llena de esperanza se ha alzado. Parecería utópica o ingenua, pero es muy real: la de arzobispo metropolitano de Alepo, Monseñor Jean-Clement Jeanbart y su proyecto “Construir para quedarse”.
La capital del valle es Zahle. El arzobispado greco-melquita es un hervidero constante de gente. Hay un trabajo frenético. Esa Iglesia local (en comunión con Roma) no da abasto para atender a la avalancha de refugiados sirios.
Cada día se preguntan: “¿Cuándo acabará este drama?”. Hay voluntarios de la diócesis que se encargan de sus papeles, otros elaboran listas de familias y, una por una, van clasificando sus necesidades. Empezaron hace cinco años atendiendo a 18 y ahora están ayudando a más de 1.000.
Esta archidiócesis está siendo el primer destino de muchos refugiados sirios. De hecho, se encuentra a menos de dos horas en coche de Homs. El goteo de familias de Homs, Idleb o Alepo es constante. Llegan aterrorizadas, sin alojamiento ni bienes de primera necesidad. Hay niños que tardan meses en hablar con normalidad debido al trauma por lo que han vivido. Las secuelas de una guerra tardan en sanarse.
Monseñor John Darwish canaliza toda la ayuda local. Cada seis meses presenta proyectos a Ayuda a la Iglesia Necesitada para poder ofrecer un paquete de comida a cada familia, alquileres de pisos, calefacción, asistencia médica primaria, colegios para los niños refugiados… Además, por indicación suya, todas las familias reciben ayuda psicológica y asistencia pastoral. Es consciente de que el sufrimiento no es solo del cuerpo, sino también del alma. Las necesidades son imperiosas y por eso, desde que comenzó la guerra y hasta este año, AIN le ha apoyado con más de un millón de euros. En 2015, la ayuda es de 476.000 euros más.
La ayuda humanitaria de emergencia es prioritaria con las familias más vulnerables, como la del pequeño Antonie, un niño de siete años con síndrome de Down. Su padre no tiene un trabajo estable. Vive en una humilde casa gracias a la ayuda de la Iglesia. Necesita atención médica especial y cada seis meses un chequeo del corazón. “Sin la ayuda de la iglesia no sé que habría sido de nosotros”, asegura su madre Ibtsiam. Las hermanas de Antonie, Guadalupe, Stpehanie y Elijah acuden regularmente a los talleres organizados por la parroquia. Voluntarios de la iglesia visitan regularmente a cada familia todas las semanas para detectar carencias e infundirles esperanza. El ruido de las bombas de Siria y el dolor causado tardará en desaparecer pero, de momento, alguien ya les ha abrazado.
Hay ciudades sirias como Alepo o Hasake irreconocibles, llenas de ruinas por los efectos de los misiles. Hay cortes continuos de agua y electricidad por los bombardeos y el acceso a la comida no es fácil. Ambas ciudades están en la diana de esta guerra olvidada por todos. Y cuando hablamos de guerra no hay adjetivos para describir el sufrimiento humano.
Pero entre los cascotes y la destrucción, una propuesta llena de esperanza se ha alzado. Parecería utópica o ingenua, pero es muy real: la de arzobispo metropolitano de Alepo, Monseñor Jean-Clement Jeanbart y su proyecto “Construir para quedarse”.
Otro caso más, entre las millones de situaciones es el de Abboud Banna, tiene 74 años y, a raíz de un atentado con bomba, su casa quedó gravemente dañada. Ahora vive en una sola habitación con su esposa enferma de alzhéimer, su única hija y su nieta, a la espera de tiempos mejores. Una lesión en la mano le impide realizar cualquier tipo de trabajo.
Mientras tanto, la Iglesia local le infunde esperanzas. Gracias a este proyecto del obispo, ya se ha empezado a reparar el hogar de la familia Banna, y Abboud recibe regularmente una modesta cantidad de dinero.
“Siempre confié en que Dios no me abandonaría y que aliviaría mi dolor, mi fatiga y mi ansiedad”, asegura. Reza para que la seguridad mejore en Alepo y ansía el día en que pueda “regresar a casa y encontrar un trabajo”. Aun con todas las dificultades, no quiere irse.
Garantizar a todas las familias cristianas un futuro en su propio país , incluso ante una perspectiva adversa a largo plazo. Este es el compromiso por el que trabaja arduamente la Iglesia en Alepo. Es difícil, pero no imposible. Se trata de evitar que los fieles abandonen su ciudad natal porque no encuentren una mano tendida. La familia Banna sigue en Alepo entre el ruido de misiles. No ha abandonado su país gracias a la generosidad de la Iglesia. Cuando parece todo perdido, siguen en pie.
Ayuda a la Iglesia Necesitada ha concedido al programa “Construir para quedarse” una subvención de 254.00 euros.