Al igual que Ulises, el protagonista de «La Odisea» de Homero, nos esforzamos por mantenernos a flote a pesar de cualquier adversidad.
La superación de barreras limitantes nos obsesiona desde pequeños, por eso es muy habitual ver a los niños intentando una y otra vez, de forma repetitiva y constante la superación de obstáculos y los saltos, incluso después de innumerables caídas y golpes dolorosos.
Nunca ha existido un momento en la historia plagado de mayor sabiduría, pasada, presente y futura y sin embargo, el miedo a fracasar es una constante que acompaña en todo momento al ser humano.
Cuando el fracaso te alcanza, se genera una onda expansiva que lo invade todo y genera una sinergia negativa que parece no tener fin. El fracaso es, en sí mismo toda una tragedia griega; víctimas, destrucción y caos que lo invaden todo a su alrededor produciendo lo que se denomina el efecto contagio.
Aunque en situaciones complejas nos lo pueda parecer, el fracaso no es ninguna plaga o enfermedad crónica.
Dentro de la alquimia del fracaso, el error no es otra cosa que un ingrediente esencial dentro de la mezcla mágica de la vida, la evolución y el conocimiento.
Por ese motivo debemos memorizar en nuestro mapa mental que cualquier obstáculo, supone una evolución y la mejor garantía del progreso de las personas.
Apocatástasis, o lo que es lo mismo, nuestra propia capacidad de superar cada fracaso volviendo a nuestro anterior punto de partida, olvidándonos del sufrimiento y centrando nuestro foco en nuestro siguiente paso en positivo, supone el punto de inflexión para que podamos autogobernar nuestros impulsos animales hasta alcanzar el nirvana del éxito, el culmen del optimismo estoico y del cambio del paradigma de la reinvención en nuestras vidas.
Porque lo necesario para triunfar o repetir los hábitos que nos conducen al éxito, no tiene nada que ver con buenas estrellas, con décimos de lotería premiados o una amplia gama de recursos económicos a nuestra disposición.
La fórmula para poder instalarnos el software del éxito en nuestras neuronas consiste fundamentalmente en reconocer nuestra fragilidad, mejorar nuestra empatía, nuestra capacidad de observación y nuestra compasión con los demás.
La clave para dar con la tecla del éxito, olvidando cualquier posible fracaso, consiste en mantener una actitud de esfuerzo constante y una perseverancia capaz de empujarnos hacia adelante en las situaciones de estrés. Es el hábito emocional enfocado a la irreductible voluntad de superar las adversidades como modelo de crecimiento personal y de progreso evolutivo lo que garantiza el éxito.
Por otra parte no podemos ver el éxito como un hogar estable, sino como una estación ferroviaria de tránsito, ese lugar en el que descansar, reponer fuerzas y aprender, mientras seguimos en nuestro viaje vital hacia un futuro siempre incierto, pero emocionante a partes iguales.
Cuando obtuve mi primer gran fracaso, como recompensa a todo mi esfuerzo por crear una empresa, por supuesto que lancé mil juramentos al cielo y las correspondientes maldiciones pensando en la injusticia de resultados tan exiguos a mis enormes esfuerzos por triunfar.
Pero el aprendizaje quiso que después de todo aquel ruido emocional y las correspondientes pataletas verbales, alcanzara ese estado de paz interior en el que leer verdaderamente las situaciones que estaba viviendo y que me sirvieron de ejemplo del ave fénix para escribir mi primer libro “El pequeño saltamontes; emprender es un salto al vacío”.
Después de mi fracaso al pasar de comer en el hotel Ritz a tener que solicitar ayuda en un comedor social después de una absoluta ruina económica, comprendí que debía valorar cada nuevo fracaso como la celebración y la oportunidad de estar vivo y poder seguir ensayando en mis errores.
Hace un tiempo, un estudio de la Universidad de Standford, demostró que la alabanza sistemática, no solamente no construía niños que se convirtieran en adultos con una alta capacidad de resistencia y/o tolerancia al fracaso, sino que los niños adorados se convertían en seres frágiles ante la más mínima adversidad. Las personas necesitan alcanzar cotas de éxito y superarse, pero también necesitan fracasar, puesto que es en el axioma ensayo – error – aprendizaje, el entorno en el que radica la capacidad del ser humano para evolucionar internamente y cambiar el mundo en positivo externamente.
Las personas necesitan alcanzar cotas de éxito y superarse, pero también necesitan fracasar, puesto que es en el axioma ensayo – error – aprendizaje, el entorno en el que radica la capacidad del ser humano para evolucionar internamente y cambiar el mundo en positivo externamente.
El estigma que se les asigna a las personas que no consiguen los resultados deseados, no es homogéneo a nivel global. Así vemos que en España, las personas que fracasan suelen ser valoradas de forma negativa, que en muchos países de Europa se considera el fracaso como experiencia vital o conocimiento y en la cultura americana, las personas que fracasan y que intentan de nuevo emprender o progresar, son aceptadas como individuos con virtudes positivas adicionales (resiliencia, empatía, capacidad de liderazgo, perseverancia) por méritos propios.
Es en el Efecto Pigmalión esa regla no escrita que define que cualquier expectativa que depositemos en los demás acabará irremediablemente cumpliéndose, sea positiva o negativa en donde reside el verdadero problema del fracaso. Puesto que solamente el fracaso será una experiencia negativa en la medida en que nosotros lo convirtamos en un hábito que se repita en el tiempo o en el umbral de los éxitos del futuro. Porque el fracaso, es eso mismo, una puerta, una enorme puerta de acceso a la sabiduría, la inteligencia emocional, la capacidad de superar los retos por venir y el ingrediente que nos ayude a reinventar nuestras vidas con la pasión de aquel que hace algo porque se ve capaz, simplemente porque puede.
No existe una fórmula mágica para el éxito, salvo la de una sudoración laboriosa, el ingenio de la innovación constante y el reconocimiento veraz de nuestras propias limitaciones, aquellas que cambian con nosotros durante nuestra vida y nos convierten en unos seres maravillosamente imperfectos. El grupo de las personas fracasadamente exitosas, que en consonancia y armonía con la naturaleza de su entorno y la complejidad de los retos que abordamos nos permiten avanzar en forma de sociedad hacia un futuro, que aunque en ocasiones lo veamos con los ojos de un pesimista, nunca ha dejado de mejorar.
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