Los elementos esenciales del liderazgo son la visión, inspiración, y la pasión, que además bien pueden ser los motores del éxito empresarial, pero si enfocamos el liderazgo desde el punto obvio de la vocación de servicio (por y para los demás), sí que hay elementos relacionados con “el yo” (como el propio autoliderazgo) para dirigirlos a los demás.
Elementos V.I.P del liderazgo
Estos tres elementos «V.I.P», de visión, inspiración y pasión, son cultivados por las mejores organizaciones y líderes en pro del bienestar de todos en las empresas. A los anteriores se unen además el propósito y los valores.
El propósito da la orientación y dirección, los valores dictan la forma de actuar (son el manual de instrucciones sobre cómo proceder) y la visión es el destino al que queremos llegar.
El propósito sería “el por qué”, los valores “el cómo” y la visión “el qué”.
La visión compartida… es más
Las empresas que superan expectativas lo hacen porque primero las superan internamente. ¿Como funcionaría nuestra empresa si todos estuvieran 100 % alineados a una visión, es decir, una visión compartida?
Una visión compartida tiene la capacidad de:
- Modificar las relaciones interpersonales,
- Despertar y contagiar la implicación y el compromiso del grupo,
- Estimular el deseo de un grupo conectado y
- Generar la satisfacción de participar en la construcción de una tarea importante, donde sus visiones personales son tenidas en cuenta y se mantienen alineadas con la visión global del equipo o la organización.
La visión «como meta»
Para escoger una dirección, el líder debe haber desarrollado primero una imagen mental del futuro posible y deseable de la organización.
Esta imagen, que hemos llamado visión, puede ser tan vaga como un sueño o tan precisa como una meta, o como las instrucciones para cumplir una misión.
El punto crítico es que una visión articula una percepción de un futuro realista, creíble y atractivo para la organización, una condición que es mejor de lo que ahora existe. Con la visión, el líder proporciona un puente entre el pasado y el futuro de la misma.
La visión debe estar clara como el agua. Si no se visualiza la meta antes, nunca llegará a ella, nunca la alcanzará, nunca ocurrirá.
Una definición breve sería: una visión es una meta que atrae.
Por todo lo anterior, la verdadera esencia del liderazgo es la visión. Tiene que ser una visión de la que en cada ocasión se pueda hablar clara y robustamente. Los líderes efectivos tienen una visión de lo que deben realizar.
La visión, fuente de energía
La visión llega a ser la energía que hay detrás de cada esfuerzo y la fuerza que les empuja a través de todos los problemas y obstáculos que se irán encontrando “en la construcción del puente”.
Cuando la organización tiene un sentido claro de su propósito, de su dirección y del estado futuro deseado, y cuando esta imagen es compartida ampliamente, las personas son capaces de encontrar sus propios roles en la organización y en una sociedad más amplia de la cual son parte.
Cuando las personas sienten que pueden establecer una diferencia y que pueden mejorar la sociedad en la cual viven por medio de su participación en una organización, entonces es mucho más probable que pongan energía y entusiasmo en sus tareas (y en sus muchas horas de trabajo) y, que los resultados de éstas se fortalezcan mutuamente.
En estas condiciones, las energías humanas de la organización se orientan hacia un fin común, y se ha satisfecho una pre condición importante para el éxito, por ello la unidad es esencial para que el sueño se realice, donde “el todo” es mucho más importante “que el uno a uno”. El tiempo vuela, y los estados de ánimo positivos se ponen por las nubes, y donde el compromiso hace que todas las partes saquen su mejor potencial.
La visión en tiempos digitales
En la actualidad, en un entorno V.U.C.A que nos acompaña desde hace ya varios años y en estos “tiempos digitales”, las empresas están obligadas a dirigir todos sus esfuerzos a cumplir con los objetivos propuestos y a que sus unidades de negocio desarrollen al máximo todo su potencial, si quieren mantenerse en el mercado y lograr una rentabilidad sostenida en el tiempo.
Esto implica el diseño de estrategias innovadoras y diferentes que unan todas las direcciones de la rueda operativa de la empresa, y que a su vez se muevan hacia el logro de su visión.
Distinción entre liderar y administrar
Antes de continuar, se hace necesaria una distinción entre liderar y administrar.
En palabras de Peter Drucker y Warren Bennis, «Administrar es hacer las cosas bien; liderar es hacer las cosas correctas».
La administración busca la eficiencia en el ascenso por la escalera del éxito; el liderazgo determina si la escalera está o no apoyada en el lugar correcto.
Esta distinción entre líderes y administradores siempre ha existido, pero en el contexto contemporáneo ha adquirido mayor importancia. Esto se debe a que nada es tan importante para la organización moderna como su capacidad de enfrentar la volatilidad, complejidad, la ambigüedad, y la incertidumbre (el entorno V.U.C.A.), resumiendo, el cambio.
En esta era de cambio rápido se hace necesario que la organización esté más orientada hacia el futuro, más preocupada por la elección de una dirección apropiada.
Esto hace que el liderazgo sea mucho más necesario actualmente en comparación con épocas más estables, cuando la relación entre las organizaciones y el ambiente se comprendía mejor. Cuando incluso los administradores han sido muy eficientes “en la escalera del éxito”.
En palabras de Warren Bennis: “lo que descubrí fue que todos (los líderes) tenían una visión fuerte, plausible y convincente acerca del rumbo que pensaban imprimir a sus empresas. Los mejores líderes son gente de ideas y forjadores de conceptos”.
La visión no solo consiste en visualizarnos a nosotros mismos y a los demás sino también “en cómo” percibimos el mundo que nos rodea.
El efecto Pigmalión
La idea de que podemos cambiar la realidad “solamente” con el pensamiento se conoce como Efecto Pigmalión. Se refiere a la potencial influencia que la creencia que tiene una persona acerca de otra ejerce en el rendimiento de esta última, por ejemplo: una persona consigue lo que se proponía previamente a causa de la creencia de que puede conseguirlo.
El efecto Pigmalión proviene de la obra “Las metamorfosis” de Ovidio. Pigmalión, Rey de Chipre, buscó durante muchísimo tiempo a una mujer con la cual casarse. Pero con una condición: debía ser la mujer perfecta.
Frustrado en su búsqueda, decidió no casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar la ausencia. Una de éstas, Galatea, era tan bella que Pigmalión se enamoró de la estatua. Mediante la intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que Galatea cobraba vida. Al despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita, quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo «mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal». Y así fue como Galatea se convirtió en humana.
«Cuando esperamos un determinado comportamiento en los demás, probablemente actuaremos de manera tal que favorecemos la posibilidad de que dicho comportamiento de produzca» (Robert Rosenthal, psicólogo).
Un efecto Pigmalión y el poder de una visión positiva son el binomio perfecto para llevar a una organización a la visión del futuro que desea.
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