Como decía Aristóteles, «El hombre tiene una tendencia natural a saber,» …..y la mujer también.
Aunque para León Tolstoi “la primavera es tiempo de propósitos” cualquier momento es bueno para comenzar a hacer cosas nuevas o retomar algunas olvidadas. Los cambios estacionales pueden verse como oportunidades para preparar nuevos proyectos. La primavera como anticipo del verano y días más largos, mientras que el otoño, como anticipo del invierno nos trae días de vuelta a la rutina, que pueden aprovecharse para instaurar otras nuevas, y nuevos propósitos también. El inicio de un nuevo periodo ante el cual podemos reconducir nuestras metas y ponernos objetivos, aunque en numerosas ocasiones sean los mismo de siempre, que todavía no hemos conseguido alcanzar, pero al que no queremos, ni debemos renunciar.
Miguel de Unamuno nos retaba…”Sólo el que sabe es libre, y más libre es el que más sabe”. Y ¿no aspiramos todos a ser libres?
Lo principal es no acomodarse, ni quedarse asentado en cierta mediocridad, creer que ya lo tenemos todo aprendido, que lo sabemos todo. También podríamos ponernos límites pensando que somos incapaces de cumplir nuestras expectativas, o bien dejarnos llevar por la desmotivación procedente de la falta de resultados inmediatos. Pero hay otros factores que también influyen en la consecución de nuestros propósitos, para Daniel Goleman (Inteligencia emocional) está demostrado que el optimismo es el gran motivador para la consecución de metas.
Si creo que puedo mejorar, que no quiero quedarme en una versión raquítica de mí mismo, pondré todos los medios a mi alcance para conseguirlo, y por lo menos aumentarán mis posibilidades de éxito. El optimismo y la confianza se dan aquí la mano, y la capacidad que las personas puedan tener para entusiasmarse con un proyecto es, en muchas situaciones, la que posibilita su cumplimiento, siempre que ese entusiasmo y el empeño puesto en ello, sean consecuentes. Fueron 8 las derrotas electorales que sufrió Abraham Lincoln antes de convertirse el presiente 16º de EEUU y abolir la esclavitud en su país (Nunca renuncies a tus sueños, Augusto Cury).
Pero ¿cómo puedo mejorar? En primer lugar, no conformarse con la mediocridad y estar dispuestos a cambiar. El cardenal Newman nos diría hace unos años, “en un mundo superior podría ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”.
«Usted no puede construir un mundo mejor sin mejorar a las personas, cada uno debe trabajar para su propia mejora».
Todos deberíamos aspirar a mejorar, ¿por qué conformarnos? El conformismo nos paraliza y cierra nuevos horizontes. “Ser lo que somos y llegar a ser lo que somos capaces de ser es el único fin de la vida” afirmaba el escritor de aventuras, R.L.Stevenson,
Si el hombre tienen una tendencia natural a saber, como decía Aristóteles, quizás un nuevo curso sea una nueva oportunidad para no quedarnos estancados y dejarnos llevar por esta tendencia natural: saber más y mejorar. Pero este crecimiento no puede ser sólo de conocimientos, no avanzaremos si no crecemos también a nivel personal en el mismo sentido. Esto plantea para qué saber y para qué crecer, una interrogante sobre la finalidad de ese conocimiento al que aspiro. El saber más simplemente puede repercutir en una visión egoísta del mismo conocimiento, mientras que si crecemos en valores, lo que aprendemos repercutirá en los demás, en nuestro entorno y en la sociedad porque compartimos nuestra mejora con otros. Para Sócrates “sólo es útil el conocimiento que nos hace mejores”, y somos mejores, sin duda, en relación con los demás.
Esto plantea para qué saber y para qué crecer, una interrogante sobre la finalidad de ese conocimiento al que aspiro. El saber más simplemente puede repercutir en una visión egoísta del mismo conocimiento, mientras que si crecemos en valores, lo que aprendemos repercutirá en los demás
Para una de las mujeres que consiguieron el Premio Nobel esta cuestión no presentaba ninguna duda, Marie Curí argumentaba ”usted no puede esperar construir un mundo mejor sin mejorar a las personas, cada uno debe trabajar para su propia mejora” decía. Así volvemos a encontrar otra palabra clave : trabajar.
La sociedad actual, sin embargo, parece ofrecer un mundo en el que tenemos derecho a todo, simplemente por que sí. Sin esfuerzo nos merecemos todo, o casi todo. La igualdad de oportunidades no significa igualdad en los resultados o logros ya que cada uno asimila los conceptos de una forma diferente, los aplica mejor, saca mayor aprovechamiento a su trabajo o dedica más esfuerzo y tiempo. En definitiva, utilizamos las oportunidades de forma diferente.
Para mejorar hace falta trabajar, y esto implica un esfuerzo. No hay otra opción, atajos, ni caminos más cortos. No aprendemos en sueños, ni por inspiración, no se pinta un cuadro, ni se escribe un libro sin horas, días o años de dedicación. No se aprende inglés si no se estudia, y no se consigue una carrera sin esfuerzo. Para mejorar hay que trabajar, para saber hay que estudiar, leer, curiosear. Pero es la fuerza de voluntad la que juega un papel fundamental en esta mejora ya que es imprescindible para poder llevar una decisión a la práctica. Son los pasos diarios los que cuentan, y estos son los que crean el hábito para instaurar nuevas rutinas que nos lleven a aprender y crecer.
“No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables, pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido, el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno…debe aprender a comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad.” Albert Einstein.
Foto: Cuadro de Paula Vicenti