Quiero repensar algunas pinceladas de un gran médico y psiquiatra, Viktor E. Frankl, que nos dejó un gran legado. Ahora nos pueden ayudar en estos momentos difíciles que vivimos en muchos países. Recomiendo alguno de sus libros, en especial, «Cuando el mundo gira enamorado” y “El hombre en busca de sentido”.
Viktor E. Frankl es una figura muy relevante en nuestros días. Tuvo una experiencia de sufrimiento indecible en los campos de concentración nazis pero, no solo supo salir de ella, sino que además, mantuvo la dignidad de ser persona y ayudó a muchos otros a tener sentido y esperanza en esa situación, muchas veces aterradora. Y nos legó su gran obra: la logoterapia.
Más tarde, pensando en lo que vivió, escribiría: “Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre tiene capacidad de elección. Los ejemplos son abundantes, algunos heroicos, los cuales prueban que puede vencerse la apatía, eliminarse la irritabilidad. El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física.”
Con todo ello funda la logoterapia, una antropología que subraya la grandeza de la persona, y de la familia. Cada persona está abierta, por naturaleza, a una relación enriquecedora con los demás. Cada uno tiene una misión personal que aporta sentido a su vida. Y tiene mucho que ver con los demás; ¡algo por lo que merece la pena vivir! Y ser conscientes de esa razón nos da ánimo y esperanza.
La logoterapia está centrada en el sentido de la vida. Pone de relieve la superioridad del ser humano, e indica que la plenitud personal está relacionada con las demás personas, en la relación con ellas, y en su capacidad de amar.Es lo que aporta de veras sentido a la vida.
Por eso, la familia es fundamental, y permite ese despliegue de potencialidades y capacidades, de cualidades personales, pensando en los otros.
Si la persona es capaz de encontrar un sentido a la vida, y a la adversidad o el sufrimiento, puede convertir sus dolores y dificultades en retos: en una forma de superación. Así, hacerse «responsable» de su propia existencia, en el sentido de que cada uno respondemos con nuestras actuaciones a lo que de verdad nos importa.
Sacar a la luz lo mejor de cada uno, sus talentos y fortalezas. La persona puede conjugar el «tú»antes que el «yo», e incluso comportarse de forma heroica, cuando tiene las motivaciones adecuadas.
Frankl nos recuerda que, si no tenemos el poder para cambiar una situación, siempre podemos elegir nuestra actitud frente a esa situación. Es la capacidad de decisión personal, de trazar el propio camino
Siempre hay algo en nuestro interior que podemos hacer ante ese reto, ese dolor, esa dificultad. Darle sentido para que no nos destruya, o nos convierta en “consecuencia-de-esas-circunstancias”.
La persona necesita de los demás: es un ser social, tiene un cerebro empático. La principal continuadora de Frankl, Elisabeth Lukas, señala: la familia no es un agrupación sin más de personas de diferentes edades, emparentadas entre sí, que conviven juntas, sino «una estructura social muy peculiar y específicamente humana», insustituible, base de la sociedad.
Y, el resultado de bienestar o malestar de ellos depende básicamente de la actitud de cada uno ante la vida, y de sus comportamientos derivados de ella.
Con una actitud buena se saca provecho de cualquier situación, mientras que con una mala actitud cualquier cosa puede ser desesperante…
La actitud determina que el vaso esté mediolleno, o mediovacio… Por eso, incluso más decisiva que la realidad, es la actitud. Y ese optimismo, de tender a lo mejor, tan propio de una persona.
Ante una situación, problema, dificultad…, se abren dos caminos. Tenemos la libertad de elegir qué hacer, y cómo afrontarla. Podemos reaccionar sin más a esas circunstancias o, tomar el control y pensar qué y cómo queremos actuar y comportarnos. Es la libertad interior propia de las personas, de su dignidad tan elevada, a pesar de las condiciones en que nos toque vivir. Incluso en un campo de concentración…, incluso rodeados de sufrimiento. El desafío de hacer algo grande con nuestra vida.
Es la libertad interior propia de las personas, de su dignidad tan elevada, a pesar de las condiciones en que nos toque vivir. Incluso en un campo de concentración…, incluso rodeados de sufrimiento. El desafío de hacer algo grande con nuestra vida.
Subrayo otro pequeño fragmento de “El hombre en busca de sentido”:
“Esos ejemplos ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino. A todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.”
A lo largo de su vida, nos transmite un mensaje de vital importancia. Cada uno debe decirse: “Deseo actuar libremente, como el ser responsable que es el ser humano”. “Entonces las personas obtienen la imagen, la impresión, de un ser humano”. Ahí está la clave de la maravillosa libertad interior de la persona, que se nos ha regalado.
Cada persona
Centrándonos en la persona, para comprenderla un poco mejor, posee como tres planos: el biológico, el psíquico, y el espiritual. Y esa dimensión espiritual es la más alta, importante y específica del hombre. Propia de él. La que le aporta sentido. La «hoguera» que da su luz y su calor en todas las circunstancias.
Lo más humano de la persona es su sistema de valores, su anhelo de sentido. Su capacidad de amar, su «ser-para-los-demás», gracias a esa libertad que poseemos y custodiamos.
El obrar humano tiene dos características: el autodistanciamiento y la autotrascendencia. Cada uno puede distanciarse de su comportamiento, y reflexionar sobre él, sobre sus valores, motivaciones… etc. Ver si es correcto o no. La autotrascendencia está relacionada con esa posibilidad de repercutir en el bien de los demás. Algo propio del amor, como ya señalara Aristóteles: buscar el bien del otro. Todo acto personal influye en los demás. Para bien, o para mal. Y el bien es de por sí expansivo, como recuerdan grandes filósofos y humanistas.
Por la grandeza y dignidad de la persona, solo crece en proporción a lo que se descentra de sí misma, y pone el foco de atención en los demás. Cuando ama de veras. Así se va entrenando en querer a los que tiene cerca, en cada circunstancia que le toca vivir. Por otro lado, se siente y es más feliz, enfocándose en el otro, en los otros. Muy en especial en la propia pareja, y en familia.
Como señala el profesor Tomás Melendo, se concreta en «la ley de la reciprocidad»: la persona solo crece cuando ayuda a los otros a crecer. Y a su vez, se perjudica cuando daña. A veces sin ser muy consciente.
Por tanto, entre lo que somos, y lo que podemos llegar a ser, con el despliegue de todos nuestros talentos y capacidades, con esa libertad de decidir, discurre nuestra vida. Y el amor es un ingrediente fundamental, y el mejor artífice de la misma.
En la logoterapia, ver lo bueno y lo sano de una persona, y de sus relaciones, es el punto de partida para dicha terapia, y aporta optimismo y esperanza. Asimismo escuchando al componente espiritual de la persona, y contando con una buena actitud.
Además, señalar que, la familia, y esa dimensión espiritual, son de por sí terapéuticas. La base de la maravillosa logoterapia del doctor Frankl.
Para acabar, otra vivencia suya, y una clave: ¿cómo superó él mismo ese sufrimiento…?
Nos cuenta: “Mi mente se aferraba a la imagen de mi esposa, la imaginaba con una asombrosa precisión. Me respondía, me sonreía, y me miraba con su mirada cálida y franca. Real o no real, su mirada lucía más que el sol del amanecer”
Y más adelante:
“Por primera vez comprendí la sólida verdad dispersa en las canciones de tantos poetas o proclamada en la sabiduría de los pensadores y filósofos: el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre”. “Entonces percibí en toda su hondura el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y las creencias humanas intentan comunicar: que la salvación del hombre solo es posible en el amor, y a través del amor.” “Intuí cómo un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad… si contempla el rostro de su ser querido.”
Con su experiencia tan dura, pero llena de entereza y dignidad, de libertad interior, de amor por los demás, nos da la clave de las claves: ¡el amor!
Parafraseando a Platón: «Ante todo es necesario cuidar el alma, si se quiere que la cabeza y el resto del cuerpo funcionen correctamente».
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