Seguimos preguntándonos cómo hemos llegado hasta aquí, cómo ha sido posible que se desoyesen todas las alarmas, que hace tan solo una semana los que alertábamos a los de nuestro alrededor sobre la gravedad de lo que venía fuéramos mirados con desconfianza, como quien mira a quien siempre ve al vaso medio vacío. Tristemente, el vaso ya no estaba ni siquiera medio vacío, si no que ya tiene agujeros casi imposibles de tapar.
El virus no esperó a que asimilásemos su llegada, no llamó a la puerta para entrar, fue el que se apunta sin ser invitado, entra en tu casa sin preguntar y desgraciadamente del que es muy difícil deshacerse.
El único reto asumible en este momento es conseguir dos difíciles equilibrios: uno entre el número de pacientes que ingresan en un hospital y el número de pacientes que son dados de alta, y el más crítico, equilibrar el número de pacientes que ingresan en UCI y el número de camas de UCI disponibles. La misión de todos es conseguir que esas camas de UCI se liberen con altas a planta y no con defunciones. Esta es la gran batalla que hay que luchar hoy, pero no nos conformemos con eso, también hay que empezar a pensar en ganar la guerra.
La misión de todos es conseguir que las UCI se liberen con altas y no con defunciones
Con urgencia extrema, necesitamos la reorganización de los hospitales, la dotación de plazas adicionales, la coordinación de la sanidad pública y la privada a través de un mando único, y un largo etcétera de medidas que posibilita el Estado de alarma puesto en marcha.
Pero ¿hasta cuándo? Por lo pronto el Estado de alarma va a permanecer activo 15 días más, aparentemente en las mismas condiciones. A partir de entonces, ¿podremos revertirlo completamente? Claramente la respuesta es NO.
La Organización Mundial de la Salud advierte de la necesidad de revertir paulatinamente los estados de aislamiento, asegurando que se mantiene la capacidad de respuesta en caso de que, tras levantar la contención, exista un resurgimiento de casos, un nuevo repunte que obligue a volver al confinamiento.
Para ello recomienda mantener activos los procedimientos coordinados de gestión de emergencias, capaces de monitorizar y evaluar el riesgo de contagio en cada área en función de los nuevos casos de contagio detectados y su evolución.
No podemos permitir ninguna improvisación más. Es vital disponer de un PLAN para organizar y monitorizar el levantamiento gradual de las restricciones de movimiento. Prevenir para curar.
Necesitamos líneas de acción definidas para actuar en el regreso de los trabajadores a sus puestos de trabajo (cuando se den las condiciones de seguridad mínimas) y garantizar salud, hoy más valiosa que nunca.
No podemos permitir ninguna improvisación más. Necesitamos un PLAN
Líneas de acción para organizar la eventual reapertura de colegios y universidades, si es que aún es posible en este curso.
Para fortalecer los mecanismos públicos de gestión de emergencias que aseguren la capacidad de a contener el coronavirus si existe un resurgimiento de casos.
Para poner en marcha un programa de investigación que acelere el diagnóstico del Covid-19 y mejorar el intercambio en tiempo real de datos epidemiológicos, resultados clínicos y lecciones aprendidas. Prevenir para curar.
Pero hay que preguntarse algo más, hay que descender a la realidad de la población y a partir de ahí diseñar un PLAN que nos permita controlar cada paso que demos en la recuperación de la actividad. Ser demasiado rápidos puede llevarnos a un repunte de la enfermedad que obligue a una nueva etapa de aislamiento, pero una incorporación demasiado lenta puede tener efectos demoledores sobre la economía. Y las crisis también se cobran vidas…
Pongámonos sobre la realidad de la Comunidad de Madrid, una Comunidad con 6,6 millones de habitantes, y una población activa de 3.200.000 trabajadores. Esta población activa se distribuye en seis sectores fundamentales: servicios a empresas y financieros, un 31% de los puestos de trabajo; servicios de distribución y hostelería, un 29%; otros servicios -entre los que se encuentran la administración, la sanidad y la educación-, un 28%; la construcción, un 5,4%; minería, industria y energía, un 6,4%: y agricultura y ganadería, solo un 0,2%.
Tele trabajo y reorganización empresarial
Claramente, sectores como el de los servicios a empresas y financieros tienen una alta capacidad de tele trabajo, por lo que deben centrar sus esfuerzos en mantener al máximo de la plantilla trabajando en remoto. Sobre todo, aquellos trabajadores que estén dentro de los grupos de riesgo deberán pasar un largo periodo de tele trabajo, minimizando las posibilidades de contagio.
Si las empresas son capaces de reorganizar plantillas, permitiendo que sean esas personas que corren mayor peligro las que se ocupen de los puestos en los que pueden tele trabajar, podremos recuperar más actividad con menor riesgo, pero… ¿Están empresas y trabajadores dispuestos a asumir estos cambios?
¿El nivel de sostenibilidad sanitaria de la plantilla es económicamente sostenible?
Otros sectores, como el industrial, podrán recuperar la actividad siempre y cuando puedan proporcionar la debida seguridad frente al contagio a sus trabajadores, por un lado, y, por otro, se reciban los suministros necesarios para que la cadena de producción funcione. Aun disponiendo de ambas cosas, quizá no deban alcanzar el 100% de su actividad, porque en caso de que alguno de sus empleados estuviese en contacto con un infectado, automáticamente deberá pasar a estado de cuarentena.
El sector industrial debe, por tanto, encontrar cuál es el nivel de actividad sostenible de acuerdo con la posibilidad de contagio de sus trabajadores, pero ¿Hasta dónde pueden llegar? ¿Este nivel de sostenibilidad sanitaria de la plantilla, es económicamente sostenible? ¿Es posible adaptarse a la nueva situación? ¿Tiene la Administración previstas las ayudas adecuadas?
El sector de la hostelería no debe quedarse atrás. Para retomar su actividad deberá proporcionar las condiciones necesarias que su actividad sea segura para empleados y clientes. Debe planificar sus menús, sus métodos de cocina, adaptar el aforo para cumplir distancias mínimas, potenciar el reparto de comida a domicilio, asegurar protocolos de descontaminación, pues al fin, tendremos que recuperar la actividad, tendremos que vivir.
Recuperar la actividad para vivir
Tampoco podemos abandonar la construcción, que siempre ha sido un motor de la economía, de la sociedad. La construcción tira de la industria y los servicios y es capaz de ponerlos en marcha. La Administración no debe caer en un nuevo en el Plan E, pero sí puede y debe reajustar los plazos, replanificar las inversiones, permitir que las empresas constructoras se adapten a los nuevos requisitos de seguridad y salud, e incluso, en la medida de lo posible, debe aumentar su inversión en infraestructura, fundamentalmente sanitaria, y así contribuir a que muchas empresas puedan seguir trabajando, muchos médicos curando.
La hora de la responsabilidad
Es la hora de la responsabilidad, personal, empresarial, social, de la Administración. Habrá ayudas de la Administración, ayudas del Estado, pero cada empresario, cada trabajador, debe aprovechar todo su ingenio, debe aportar toda su capacidad para que, una vez se levante el Estado de alarma podamos volver al mayor nivel de actividad que nos podamos permitir.
La Comunidad de Madrid ha generado el mayor porcentaje del PIB de España, alcanzando en 2019 un 20% del PIB total del Estado. La Comunidad de Madrid tiene la responsabilidad de seguir tirando de la economía española, y para ello necesitamos poner en juego toda nuestra inteligencia, todas nuestras capacidades. Prevenir para curar.
El presencialismo debe ser perseguido y erradicado
Debemos ser capaces de transformarnos y adaptarnos a la nueva realidad, debemos potenciar de verdad la trasformación digital: es una obligación que tele trabaje todo aquel que pueda tele trabajar; es imprescindible reducir trámites administrativos y que aquellos absolutamente imprescindibles puedan hacerse a través de Internet; es necesario que el curso escolar termine y posibilitar que los alumnos puedan examinarse de forma no presencial.
Si podemos permitirnos movimientos, deben ser aquellos a los que no se puede renunciar. La flexibilidad horaria tiene que dejar de ser una quimera para convertirse en una obligación y ahora más que nunca habrá que trabajar por objetivos. El “presencialismo” debe ser erradicado y perseguido.
Estar confinados no obliga a perder el tiempo, es una obligación ineludible y urgente unir a la heroica lucha en el frente sanitario un PLAN de futuro a medio plazo. Estamos tocados pero no hundidos y no podemos rendirnos ¡No vamos a rendirnos!
No permitamos que el comunismo y la supresión de libertades se muestren como la única forma de vencer esta pandemia. El hombre debe poner su inteligencia al servicio del bien común; solo entonces nuestra forma de vida, nuestra civilización, subsistirá. Los que no estamos en la primera línea hospitalaria, pongámonos a trabajar. Hagamos todos y cada uno nuestro propio PLAN.
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