Desde hace aproximadamente unos 15 años, se está trabajando a más alto nivel en el concepto de neurociencia y lo que envuelve. La neurociencia es un campo de la ciencia que estudia el sistema nervioso central del ser humano y se dedica a las particularidades del cerebro. Este órgano se encarga del desarrollo de habilidades como es el aprendizaje. Considerando que cada cerebro es diferente, la educación se encarga de actuar decidiendo las conexiones que mejor funcionen. Esto es, puede sacarse el mejor rendimiento de la composición biológica de cada sujeto. De esto se deduce que la educación ha de ser personalizada y desde luego, cualquier individuo, mejorar, pero necesita los recursos óptimos.
“El ser humano dispone de 200 billones de conexiones en el cerebro y cualquier cosa que aprendemos altera una de estas. Aprender es cambiar nuestro cerebro. Aprender forma parte de nuestro comportamiento”, declara David Bueno, doctor en Biología, neurocientífico e investigador de genética en la Universidad de Barcelona, en una entrevista para BBVA de El País.
El aprendizaje es vital para el desarrollo del cerebro humano
El aprendizaje moldea el cerebro. “De este modo, el cerebro se especializa en diferentes funciones como el habla. Hemos de tener en cuenta los periodos críticos de aprendizaje, en el cual “x” zona del cerebro es más moldeable frente a este fin”, refiere, Selene Vicario Domínguez, psicóloga general sanitaria, especializada en neuropsicología y doctoranda en neurociencia básica aplicada, al explicar la neuroplasticidad. Y prosigue que, en el caso de no estimular esa determinada función, áreas de alrededor la “invadirían” y complicarían rehabilitar o potenciar esa función.
“El aprendizaje es vital para el desarrollo del cerebro humano, a nivel emocional como racional. El cerebro, desde el nacimiento, establece conexiones y crea circuitos neuronales a través de estímulos (emocional) que nos proporcionarán habilidades para asimilar y procesar la información dentro del proceso cognitivo (racional). El cerebro nunca termina de aprender y la maduración la alcanza sobre los 30 años”, indica Sara Dobarro, neurocientífica, periodista y profesora universitaria, impulsora de la metodología mSD (método de reprogramación neuronal para alcanzar el desarrollo personal y organizacional) para el desarrollo cerebral y reducción del estrés.
Falta de aplicación del conocimiento neurocientífico al sistema educativo
Vicario Domínguez ratifica que en el colegio se nos brinda un aprendizaje más técnico y las asignaturas ofertadas se sitúan en equilibrio entre sí. Aunque constata que debería darse más importancia a algunas que no son tenidas en cuenta. Particularmente, considera que se debería dar más tiempo al aprendizaje de los primeros auxilios.
Dobarro, por otra parte, considera, como periodista y neurocientífica, que la constitución de una asignatura que denominada: ‘Comunicación y aplicación de la información y lenguaje’. El que cada cerebro aprenda de distinta forma y a distinta velocidad, se relaciona con el neurodesarrollo de las funciones del habla, la comprensión, el almacenamiento de la información y la memorización a lo largo del tiempo. La profesional entiende que no se da importancia a algunas asignaturas por falta de la aplicación del conocimiento neurocientífico al sistema educativo.
El cerebro humano no retiene toda la información. Esto ocurre, según la psicóloga general sanitaria, en primer lugar, por la motivación; también juegan un papel clave las limitaciones con las que se nace. “Con un trastorno específico del lenguaje existirán dificultades en la expresión y la comprensión. Para esa persona atender a una explicación en clase supondrá mucho desgaste cognitivo”, alega la experta en neuropsicología.
Interés o atención del ser humano para retener información
“Muchas de las investigaciones, entre ellas la presentada en el Congreso ICOT (International Conference on Thinking), un evento de neurociencia aplicada a la educación, celebrado en Miami en 2018, demuestran que el cerebro tiene la capacidad de aprender mediante la combinación de técnicas y procedimientos por parte de este órgano y a través del cambio de conducta y de hábitos. El hecho de memorizar una información u otra, depende del interés, la atención, la voluntad…”, avala Sara Dobarro, directora de Sara Dobarro Formación, Neurociencia y Reprogramación Neuronal. Según Dobarro, el ser humano retiene más fácilmente lo que le importa, le parece sencillo y útil y lo acta mejor en edad escolar a corto que a largo plazo.
La psicóloga general sanitaria asevera que para el cerebro no es productivo que exista una única forma de educar. Esto es: “para algunas personas es necesario memorizarlo todo y para otros razonarlo”, subraya Vicario Domínguez.
Tampoco está de acuerdo con este supuesto la neurocientífica, quien apostilla que el conocimiento y la aplicación de la neurociencia en educación posibilitarían mejoras en la enseñanza. “Los docentes tenemos que comprender los mecanismos cerebrales que permanecen ocultos en el aprendizaje y en la memoria, trastornos genéticos, el medio en el que se desenvuelve y las influencias de la emoción y la edad. Gracias a este conocimiento se tienen que transformar las estrategias educativas y permitirnos idear programas que mejorasen el aprendizaje de todas las personas con o sin necesidades especiales”, declara la profesional en educación.
El inicio en la lecto-escritura
Respecto a la edad idónea en el inicio de la lecto-escritura, la experta en neuropsicología, sostiene que previo a la lectoescritura, es de recibo considerar la adquisición del lenguaje. La doctoranda en neurociencia señala que existen varios periodos:
- el análisis de los fonemas los primeros meses de vida.
- el inicio del lenguaje de 0 a 2 años y su continuación.
“El desarrollo de la lectoescritura necesita de una conciencia de la relación entre la escritura y el lenguaje hablado y su lectura de grafemas a fonemas individuales. Con tres años, los niños ya pueden aprender a leer y escribir vocales”, continúa Vicario Domínguez. Y suma que en esto influye el aprendizaje de su entorno. Si desde pequeños se ayuda a los menores en la adquisición de hábitos de estudios aprenderán más fácilmente. La psicóloga conviene que los padres suelen exigir bastante a sus hijos desde muy temprana edad, fomentando en ellos una importancia excesiva en el aspecto académico. Asimismo, sostiene que no todos los alumnos pueden destacar en todas las disciplinas educativas por ese aprendizaje externo y porque nacen una predisposición genética que podrán potenciar si la practican.
El importante papel de la memoria
“En general y por término medio, alrededor de los seis años, es cuando los niños alcanzan la madurez cerebral para conseguir ese aprendizaje. Según expusimos en el Congreso de Neurodesarrollo, realizado en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, para este proceso también es necesaria una adecuada destreza psicomotriz, un vocabulario amplio, capacidad de escucha, madurez funcional y emocional, correcta organización visual y auditiva y motivación para aprender a leer y a escribir”, soporta la periodista.
Dobarro manifiesta que la memoria es crucial en el aprendizaje de los niños porque cuando observan o escuchan algo que despierta su atención o interés tenderán a retenerlo antes. “La memoria es parte de nuestra vida y surge de conexiones sinápticas que permiten guardar información; si no, por medio de la repetición, el niño la almacenará con más rapidez para luego poder encontrarla en cualquier momento de su vida”, testifica la neurocientífica.
Miedo al fracaso por parte del alumno
Hay muchas materias muy teóricas en el colegio y aunque la psicóloga apoya la necesidad de teoría, considera que debería empezarse poco a poco y no obviar el uso del pensamiento abstracto. “Se debería promover más el trabajo autónomo para fomentar las funciones ejecutivas tales tomo la toma de decisiones y la flexibilidad cognitiva”, enuncia la especializada en neuropsicología.
El miedo al fracaso daña el autoconcepto del niño. “Si el niño se ve como un fracasado o siente que lo que haga no servirá de nada, llega la falta de motivación escolar. El miedo a fracasar facilita el suspenso. Esto nos suele pasar a la gente disléxica. En vez de evaluarnos en un examen en base al contenido exclusivamente, nos evalúan, además en función a las faltas de ortografía y es algo que no se puede evitar. Entonces, el nivel de fracaso escolar en nuestra población es mayor”, explica Vicario Domínguez.
“En teoría, con motivación y un buen desarrollo de maduración del cerebro humano puede aprenderse todo, si bien en la era actual, en la que prima la tecnología, las pantallas y la interactividad, el cerebro de nuestros alumnos, que es plástico (se adapta a las circunstancias) se activa más para el aprendizaje los canales visual y emocional (kinestésico)”, describe Dobarro. En sus propias palabras, el miedo bloquea y ralentiza los procesos de aprendizaje. “El docente tiene que ser consciente que la falta de atención o concentración puede llevar al miedo y, en consecuencia, al fracaso, como ocurría hace años con los alumnos TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) sin diagnosticar”, revela la experta en educación.
Incorporar el conocimiento y desarrollar el talento
La psicóloga confirma que se ofrecen unos valores en el mundo de las redes sociales y de la televisión de personas que muestran que sin esfuerzo y publicando su vida privada pueden llegar más lejos que gente que está constantemente esforzándose en el mundo académico.
El cerebro del ser humano está diseñado para obtener mejores resultados cuando activamos el centro de recompensa. “El sistema educativo tiene que premiar a los alumnos que obtienen buenos resultados e incorporan bien el conocimiento. La forma de hacer llegar ese conocimiento a través de la educación emocional para mí es un gran acierto porque al final en la vida todo tiene un peso emocional y se fijan mejor los conceptos en la memoria cuando van ligados a una emoción. La metodología mSD ayuda a desarrollar los talentos de cada individuo. Hay centros educativos donde ya se está aplicando. Pero, por desgracia para la mayoría social, son colegios privados”, comenta Sara Dobarro.
Se da mucho valor al resultado académico y no tanto a la parte emocional del alumno. “Estamos en un entorno académico. Cada alumno es un ente diferente y es totalmente inviable por la preparación de los profesores tratar la parte emocional. Además, estamos en un mundo regido por la nota académica. No es adaptativo en ese entorno no fomentar lo académico”, conviene la doctoranda en neurociencia.
El adolescente y su desarrollo madurativo
Dobarro, que no cuestiona que las emociones vayan ligadas al logro académico, insiste en que es preciso avanzar en una metodología científica y objetiva para poder evaluar los procesos emocionales como parte del aprendizaje. “Identificar todos los factores emocionales es complejo. Resultaría práctico enseñar a los alumnos a identificar sus emociones y que puedan regularlas en los distintos momentos educativos”, certifica la neurocientífica.
Se dice del adolescente ser ese sujeto poco maduro y estable. “En la adolescencia, los jóvenes pasan por muchos cambios físico y neurológicos. Los cambios hormonales potentes desajustan al adolescente. El cuerpo crece deprisa y el cerebro necesita más tiempo para procesar esos cambios. Uno de los cambios más importantes es la apoptosis o muerte cerebral programa”, remata Selene Vicario Domínguez.
“Como le decía anteriormente el cerebro humano termina su desarrollo y maduración sobre los 30 años. Los adolescentes están a medio camino de esa madurez, con todos los cambios que convergen, además”, resalta Dobarro, quien apoya la necesidad de evidenciar ciertos indicativos en ambos sexos. “En la pubertad femenina, el cerebro marcha al compás del tambor del estrógeno. En el libro de la doctora en Medicina y neuropsiquiatra Louann Brizendine (‘El cerebro femenino’) sobre el cerebro de la mujer, se constatan diferentes estudios científicos que coinciden en señalar que los cerebros de las chicas se desarrollan dos años antes. Los cambios específicos en la pubertad femenina se dirigen a un aumento de la sensibilidad y crecimiento de los circuitos del estrés, verbales, emocionales y del sexo”, concluye la directora de Sara Dobarro Formación, Neurociencia y Reprogramación Neuronal.
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